Cruda realidad / ¿Las mujeres nunca mentimos?

    Cuanto más cerca están las elecciones más señoras se acuerdan ahora de que, allá por el siglo pasado, Trump las tocó. Y todo el mundo les da crédito. Pero ¿por qué a las mujeres se nos debe creer siempre cuando decimos que algún tipo ha abusado de nosotras?

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    El rapto de las Sabinas, de Francisco Pradilla
    El rapto de las Sabinas, de Francisco Pradilla

    Hay empeñada una curiosa carrera en la dramática campaña norteamericana por la presidencia a medida que se acerca la fecha señalada: cuantos más correos se filtran poniendo a los demócratas como chupa de dómine, más señoras aparecen recordando que hace cosa de 30 años el candidato republicano se tomó libertades con ellas, de esas que ahora están a la par con el genocidio o similar.

    No voy a entrar en disquisiciones sobre materia tan escabrosa y lábil, por más que me cueste creer que alguien pase por alto algo que cree ofensivo en el momento y lo recuerde, ya es casualidad, a un mes de las urnas que habrán de decidir si el Lotario de manos largas ocupa o no la magistratura más poderosa del planeta, tanto más cuanto las denunciantes parecen tener una relación inusualmente estrecha con la candidata rival.

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    No, lo que me interesa es señalar la locura que hemos hecho, como civilización, al entregarnos a ciegas y por completo a la teoría, consagrada ya por los medios y a medias por la propia ley, de que las mujeres no mentimos.

    No mentimos en estas cosas, entiéndanse, que Montoro no va a ser tan caballeroso fiándose sin más de nuestra palabra cuando declaramos nuestros haberes, que en eso somos, al parecer, tan proclives al engaño y la simulación como los varones.

    La candidata presidencial por el Partido Demócrata y exsecretaria de Estado, Hillary Clinton
    La candidata presidencial por el Partido Demócrata y exsecretaria de Estado, Hillary Clinton / EFE

    Pero -y esto lo declaró la propia Hillary en campaña- a las mujeres se nos debe creer siempre cuando decimos que algún tipo ha abusado de nosotras o nos ha acosado de alguna forma. Esto es un disparate a tantos niveles que no sé por dónde empezar.

    Empezaré por lo obvio: es mentira. Las mujeres mentimos como el que más. Por referirme a alguien a quien conozco bien, yo misma me siento perfectamente capaz de mentir con toda la boca y en estas cosas un solo caso ya arruina la teoría.

    ¿Cómo demuestran que no mentimos? de ninguna manera, que se trata solo de la aplicación de un principio ideológico que huele más a revancha que a igualdad

    Pero es que, además, no existe razón imaginable para que nadie haya deducido lo que va contra el sentido común, la experiencia habitual y la propia lógica. ¿De dónde sale que las mujeres no mentimos? ¿En qué se basan, de dónde lo han sacado, cómo lo demuestran?

    Naturalmente, la respuesta es que de ninguna manera, que se trata solo de la aplicación de un principio ideológico que huele más a revancha que a igualdad, a provecho más que a justicia.

    Pero, como casi todo lo que surge de las febriles mentes de nuestros modernos, se ha aplicado antes de considerar las consecuencias no deseadas que, como vemos ya, son numerosas y potencialmente desastrosas.

    Buscarle los trapos sucios al rival es viejo como el mundo, y es cosa en general buena, en cuanto nos permite al público en general conocer cosas que, de otro modo, no conoceríamos sobre la persona que pide nuestro voto.

    Pero si digo que Fulanito ha robado, se me pedirá alguna prueba o me expondré a ser condenada por calumnia, igual que si afirmo que ha cometido cualquier otra acción deshonrosa o delictiva. Salvo, mira por dónde, la que nos ocupa.

    Como la mujer no necesita demostrar que ha sido objeto de abusos y se presume no solo su sinceridad sino la precisión de su recuerdo, acusar al rival de abuso sexual se va a convertir en el recurso ‘de rigueur’ en campañas electorales especialmente reñidas, como estamos viendo.

    El magnate Donald Trump, candidato presidencial estadounidense del Partido Republicano / EFE
    El magnate Donald Trump, candidato presidencial estadounidense del Partido Republicano / EFE

    Repito que no estoy afirmando que, en el caso de Trump, no se haya sobrepasado con estas mujeres (¡quién me iba a decir a mí que volveríamos a este lenguaje!).

    Afirmo, en cambio, que es perfectamente posible y sin riesgo usar esta maza letal en cualquier caso, con razón o sin ella, y que, conociendo al ser humano, va a hacerse a menudo.

    Las mujeres, como el resto de los seres humanos, podemos actuar por dinero, por odio genérico, por despecho específico, por fervor partidista…

    Un hombre difícilmente puede acusar a una mujer de haber abusado de él, que en este caso prima el machismo más rancio

    Y, sí, en caso de dos contendientes varones cada uno podrá usar acusaciones de este tipo contra el otro, y el mayor o menor daño de la denuncia dependerá del altavoz, es decir, de lo que prefieran subrayar los medios. En cualquier caso, la denunciante no corre riesgo, porque es imposible demostrar que lo que dice no puede ser cierto.

    Pero si la batalla es entre un hombre y una mujer, ahí las circunstancias no son iguales. Un hombre difícilmente puede acusar a una mujer de haber abusado de él, que en este caso prima el machismo más rancio y, en el caso de que no provocase carcajadas en el público, no cuenta con la presunción de veracidad. Tendría que probarlo, una labor que no se la deseo a nadie.

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