Caso Andrea: desconfianza

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    jeringa con sangre

    Desconfío de las palabras edulcoradas tanto como de las trampas de la compasión. A mi edad he visto suficientes manipulaciones, demasiados casos convertidos en modelo para futuras acciones y tantos militantes unirse a las causas compasivas como para creerme determinadas cosas.

    Del mismo modo soy consciente, casi con pesimismo insuperable, de las circunstancias de nuestra civilización, del peculiar momento en el que nos encontramos.

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    Por todo ello y aunque sé que no tengo todos los datos y otorgo, en principio, mi confianza a los equipos médicos contrastados, cierto es que hasta el nivel de presión que puedan soportar las dudas sobre el reciente caso de «muerte digna» o de «limitación del esfuerzo» en pediatría en Galicia me crean una enorme inquietud.

    Abogado militante

    Sabemos sobradamente que el vitalismo, entendido como la opción de prolonga toda vida hasta el límite de las posibilidades técnicas, sin más objetivo que la propia prolongación, considerando un éxito la misma en cada día o minuto es un error y desde luego no la querríamos para nosotros mismos. Es un posible error que se puede acentuar en pediatría, donde la esperanza en el sujeto joven, nino, puede mover a actuar con la máxima energía. Pero frente a lo que he oído  a un abogado que me pareció en extremo militante y no precisamente de la causa del tratamiento indicado, el exceso suele venir por parte de padres que presionan con natural empecinamiento para que se pruebe esta u otra medida.

    Sé también que aun cuando la alimentación e hidratación son cuidados esenciales, no todo el mundo tiene por que morir o muere con una sonda o siendo hidratado. Pero el hecho de que alimentar o hidratar pueda ser en algún caso contraindicado, por efectos en el organismo, o fútil por el proceso en el que esta la persona muriente, no puede significar que se considere que en ciertos casos la dignidad de una persona consiste en morirse «antes» por abandonar la hidratación o alimentación, es decir, por fallecer deshidratada o de inanición.

    Y tras el caso de Eluana Englaro sabemos que a veces las acciones paliativas tras el abandono de la hidratación producen efectos sorprendentes de fallecimientos en pocas horas; en Italia bajo la atenta protección de la fiscalía.

    «No todo el mundo tiene por que morir o muere con una sonda o siendo hidratado»

    Y es por ello que mi desconfianza aumenta no tanto hacia cada decisión concreta sino ante el lenguaje con el que se cubren los argumentos.

    En primer lugar se habla con entusiasmo en medios de comunicación  y juzgados de prolongación artificial de la vida. ¿Qué quiere decir esto? Huimos de la naturalidad de la muerte constantemente y nuestros enfermos -sin cuidados que significan no sólo una acción técnica sino también  una decisión de cuidar más allá del abandono natural al débil que observamos en los animales- morirían sin remedio. Se puede criticar el  empecinamiento o incluso si se quiere el  encarnizamiento, pero cada vez que leo y escucho esto de la prolongación artificial veo aparecer la sombra eutanásica.

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