Kim Davis y el Papa Francisco.

Kim Davis, la funcionaria encarcelada por negarse a firmar licencias para matrimonios homosexuales, se reunió en secreto con el Papa Francisco durante su reciente viaje a EEUU. El encuentro no se hizo público hasta que el Papa volvió al Vaticano para no desviar la atención del mensaje principal que el Santo Padre quería promulgar en Norteamérica.

El encuentro no estaba previsto en la agenda oficial del Sumo Pontífice, pero sí en la privada, ya que Francisco había seguido con mucho interés el caso de esta funcionaria de Kentucky a través de la prensa y quería aprovechar su viaje para verla y darle ánimos. De este modo, el Vaticano se puso en contacto con el matrimonio Davis antes de que el Papa iniciase la gira y concertaron la cita.

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«Abracé al Papa»

«Fue muy emocionante. Me dijo: ‘Mantente fuerte’ y me pidió que rezase por él”, declaró Davis a la revista Inside the Vatican. La reunión tuvo lugar en la embajada vaticana en Washington, y fue de carácter privado entre el Santo Padre, Kim Davis y su marido.

Durante la misma, Francisco les regaló un rosario a cada uno e incluso les abrazó: «Pregunté cuál era la forma correcta de saludar al Papa, y si sería apropiado abrazarlo, y me dijo que no pasaba por darle un abrazo, así que lo abracé, y él me devolvió el abrazo”, comentó Davis.

Fue un encuentro de carácter privado que tuvo lugar el jueves pasado, antes de que el Sumo Pontífice cambiase la capital de EEUU por Nueva York. Hablaron en inglés, sin traductores, y lo hicieron durante aproximadamente un cuarto de hora.

A prisión por objeción de conciencia

Davis, funcionaria en Kentucky, estuvo hasta cinco días en prisión por negarse a conceder licencias de matrimonio a parejas homosexuales.  La polémica saltó cuando ella se acogió a su objeción de conciencia para no firmar esas licencias porque la unión de dos personas del mismo sexo va contra sus creencias religiosas.

Pero su recurso ante la justicia fue rechazado, y al insistir en su negativa de expedir las licencias, el juez federal David L. Bunning, decidió mandarla a la cárcel, ya que, como él mismo alegó, una multa no iba a hacerla cambiar de actitud. Pasados cinco días, Davis volvió a ser libre bajo la condición de aceptar que sus subordinados se encargasen de las licencias para matrimonios homosexuales.

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