
Pista 1: El voto creíble. Vox dejó de ser una alternativa electoral creíble tras las pasadas elecciones al Parlamento europeo.
En un duro artículo publicado en este mismo medio hace escasas fechas, Francisco José Contreras denunciaba la enfermedad que aqueja al votante de derechas de nuestros días: el mal menor, la nariz tapada, el voto útil.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl profesor Contreras enviaba en su artículo “cariñosos” saludos a los ciudadanos que llevan décadas votando al mal menor: “enfermedad moral”, “claudicación ideológica”, “rebaño”, “confort gregario”… Pas mal, que diría un sumiller francés de un vino español. Pero.
Pero no es la utilidad sino la credibilidad. No es el voto útil sino el voto creíble. Mi querido, admirado profesor, tu brillante artículo sobre La miseria del voto útil parte de un adjetivo que a mi modo de ver no es el adecuado para averiguar por qué no hay forma de articular en España una opción conservadora digna de tal nombre: el adjetivo “útil”.
Tras dos elecciones sin alcanzar ninguna representación significativa, Vox no aparece como alternativa a los ojos de los eventuales votantes.
Se puede votar una opción con pocas posibilidades de éxito pero en la que se pueda creer tanto como para hacer el acto de fe que supone una papeleta en una urna. Así lo hacen los votantes de IU, a los que el profesor Contreras cita como ejemplo. Saben que no alcanzarán la Moncloa, pero creen en ese partido aunque no gane, y por eso siguen votándolo.
Con Vox no ha sucedido eso. Más bien al contrario, en su segunda participación electoral, el número de votos descendió en circunscripciones clave.
Falta de credibilidad, nada que ver con el voto útil.
“La alternativa a la derecha progre y socialdemócrata del PP no aparecerá mientras nazca de la ocurrencia populista, y no de la seducción ideológica”
Pista 2: La derecha no es la aldea gala. La alternativa a la derecha progre y socialdemócrata del PP no aparecerá mientras nazca de la ocurrencia populista, y no de la seducción ideológica.
Érase un galo bajito y flacucho que tomaba la pócima y se enfrentaba con éxito a las legiones romanas. Pero se llamaba Asterix, no Abascal. Y vivía en Bretaña, no en Covadonga. Y se enfrentaba a un enemigo exterior, los romanos, y no se dedicaba a insultar a los catalanes (me temo que los catalanes más conservadores son precisamente los menos nacionalistas). Y no hablaba en nombre de toda la Galia sino de su aldea, por lo que no precisaba envolverse en ninguna bandera.
La izquierda requiere del populismo para nacer, desarrollarse y reproducirse. Pero la derecha política que se empeñe en imitar tan sucios orígenes está condenada al fracaso. Los votantes conservadores estamos hartos de que los nuestros insulten cada día a nuestra inteligencia y nos tomen por imbéciles. Además, para eso ya tenemos a Mariano&Co.
Pista 3: El asesino es el líder. O mejor, su ausencia. ¿Dónde acaeció, querido Curro, que los pueblos marchen alegres por la Historia sin líderes que tanteen los caminos unos metros por delante?
Se me antoja que esta es la pista número uno, y no la última. Hace ya demasiado tiempo di en escribir que la alternativa al PP nacería del PP, o no nacería. Y cuando apareció Vox, con un par de peperos ilustres al frente, mi corazón, como el de Jack Crabb en Little Big Man, mi película de indios favorita, “mi corazón –decía- se remontó como un gavilán”.
Ahora empezará el goteo de los otros, pensé, y el PP terminará dividido, o cuando menos semejante terremoto obligará a ese partido a reconducir su deriva.
Pero los que podían, callaron. Y los liderazgos iniciales del pequeño partido se diluyeron entre oscuras razones en las que no quiero entrar.
“El asesino de Vox se encuentra entre aquellos que pudieron poner en práctica lo que predican y callaron”
El asesino de Vox, el responsable de que en estas elecciones no haya una alternativa creíble al PP, no es el voto útil, ni tampoco el populismo de la formación verde, ni lo es el ciudadano que hace lo que le da la real gana con su voto.
El asesino de Vox se encuentra entre aquellos que pudieron poner en práctica lo que predican y callaron.
Mayor Oreja ha desaparecido. María San Gil ha desaparecido. Esperanza Aguirre ha desaparecido. José María Aznar ha desaparecido.
Pero hay más.
“Gracias” a algunos miembros de la Conferencia Episcopal Española (y al silencio de otros), los medios de comunicación que hubieran podido respaldar una alternativa conservadora han desaparecido.
Los artífices eclesiásticos del asesinato de Vox viven ahora dedicados a operaciones mediáticas como 13tv, compañía ruinosa cuya única finalidad es que Rajoy siga en Moncloa aplicando las leyes de Zapatero contra las que esos mismos alzacuellos salieron a la calle no hace tantos años.
Sin líderes que muestren el camino, no hay camino. Nada que ver con el voto útil. Y sí con los silencios, las complicidades, el miedo, la comodidad.
En estas elecciones no tengo a quien votar. Pero el culpable de esta situación no es el voto útil, no es votar con la nariz tapada: es la falta de una alternativa real, sólida, ideológicamente seductora.
Y el responsable de que no tenga a quien votar no es mi espíritu aborregado, sino quienes pudieron liderar y no lo hicieron.