En el deplorable debate electoral televisado cara a cara con Pedro Sánchez, Mariano Rajoy aseguró que la pobreza y el hambre causan las migraciones, y que para evitarlas es necesario “algo parecido al Plan Marshall que hicieron los estadounidenses en Europa”.
Todo esto es bastante dudoso, pero es típico del pensamiento políticamente correcto, incapaz de ver la realidad, y de entender las motivaciones humanas y la creación de riqueza: de ahí que sólo se le ocurra combatir la pobreza redistribuyendo dinero mediante la coacción impositiva de unas manos a otras.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa relación entre pobreza y emigración es menos automática de lo que parece, y las motivaciones merced a las cuales la gente cambia de país son múltiples, y desde luego no se limitan a la pobreza. Más bien, parece que las migraciones, incluidas las importantes que desplazan a personas del campo a la ciudad dentro de cada país, no se explican por la pobreza sino por el deseo de mejorar, y por las mayores posibilidades que para tal objetivo suelen ofrecer algunas ciudades y algunos países.
No fue el Plan Marshall el que convirtió a una Alemania derrotada y devastada en una potencia económica mundial sino el trabajo de los propios alemanes
Asimismo, no es la ayuda exterior la que explica el crecimiento de los países, sino la relativa estabilidad institucional y la protección de la vida, la libertad, la propiedad y los contratos. No fue el Plan Marshall el que convirtió a una Alemania derrotada y devastada en una potencia económica mundial sino el trabajo de los propios alemanes en un marco institucional propicio para la creación de riqueza.
La idea de que África no puede desarrollarse sin políticos y burócratas internacionales que aumenten los impuestos sobre sus propios súbditos es también dudosa. De hecho, se está desarrollando ya, sin planes Marshall, y en condiciones a menudo sumamente hostiles. Hay un testimonio de ese progreso mucho mejor y más valioso que las autoridades: la notable labor de la Iglesia Católica.
Lo recordó Víctor Gago en Actuall en noviembre pasado, a propósito de la visita del Papa Francisco: “África es la viña más fértil del catolicismo. El continente de la esperanza, como lo llamó Juan Pablo II –un africano más: lo visitó en 42 ocasiones–, tiene más de 200 millones de católicos. Su número es tres veces mayor que hace 30 años, y sigue creciendo a un ritmo muy superior al de los musulmanes y los cristianos de las iglesias protestantes.
En África, el pueblo cristiano forma comunidades emprendedoras, alegres, valientes, volcadas con los más necesitados. La Iglesia Católica provee educación y cuidados médicos. En Kenia, el 25% de las escuelas son católicas y en Uganda, hasta hace 15 años, todas lo eran. Instituciones de la Iglesia llevan infraestructuras de agua y saneamiento a zonas rurales a las que no llegan los gobiernos.
Es también una Iglesia resistente en cuestiones de principios. Ninguna otra institución regional está denunciando con un discurso tan vigoroso y audaz la agresiva diplomacia de la ONU y de las potencias globales para imponer la ideología de género y el control de la natalidad mediante el aborto y el uso generalizado de anticonceptivos.”
Los supuestos progresistas no son capaces de reconocer el mérito de las monjas, los curas y las organizaciones de carácter religioso que están sobre el terreno en África
Es curioso que los supuestos progresistas que se llenan la boca con la pobreza africana no sean capaces de reconocer el mérito de las monjas, los curas y las organizaciones de carácter religioso que están sobre el terreno en África. Y estar allí “sobre el terreno” puede ser cualquier cosa menos un lecho de rosas. Pero están allí, codo a codo con los que en realidad son y deben ser los principales protagonistas de la lucha contra la pobreza en África: los propios africanos.