
“De todas las tiranías, una tiranía sinceramente ejercida por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva», escribía C. S. Lewis. Sería mejor vivir bajo aristócratas ladrones que bajo omnipotentes metomentodo morales. El aristócrata ladrón puede dormir a veces, su codicia puede verse saciada en algún punto; pero quienes nos atormentan por nuestro propio bien nos atormentarán sin fin por que lo hacen con la aprobación de su conciencia.
La izquierda radical nos quiere mucho, es lo que tiene, y así el nuevo y extraño contubernio de Podemos e Izquierda Unida, Unidos Podemos, ha presentado su nuevo logo y su imagen toda: un corazón que pasa del morado a un breve espacio multicolor.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl corazón no es nuevo, lo estrenó Chávez como símbolo político. Es sabido que el chavismo ama tanto a los pobres que no deja de crearlos, y estos días estallan protestas y marchas desesperadas de gente que ya no pide libertad o mejores condiciones, sino meramente algo que comer.
El Departamento de la Felicidad Suprema que creara el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, sin duda ha hecho muy felices a sus responsables, pero parece que a nadie más.
Todo lo que necesitamos es amor, y no esas cosas tan prosaicas y aburridas de eliminar el déficit, reducir el paro o pagar la deuda
Todo lo que necesitamos es amor, y no esas cosas tan prosaicas y aburridas de eliminar el déficit, reducir el paro, evitar la descomposición nacional o pagar la deuda. ¿Y qué mejor manera de representar una ideología que ha masacrado a un centenar de millones de personas que un corazón multicolor?

Para serles absolutamente sincera, no se me ocurre logo más siniestro en política que un corazón, ni declaración que más me aterre en un político que una declaración universal de amor. «Somos una máquina de amor; o, como en tiempos de Zapatero, vamos a defender la alegría».
Pero una persona normal, emocionalmente equilibrida, no busca la alegría en sus gobernantes, y mucho menos espera que les amen. Es solo una concepción totalitaria del poder la que trata de suplantar todas las lealtades naturales, todos los sentimientos espontáneos y, matando a Dios, ocupar su puesto y exigir la lealtad indivisa de la gente. Asegurando, naturalmente, que nos ama.
El siglo XX, siglo de horribles genocidios y violencia en proporciones inconcebibles hasta entonces, debería habernos curado para siempre está extraña atracción por los salvadores que, en lugar de dejar nuestra felicidad en nuestras manos y limitarse a regular la convivencia de modo justo y eficiente, quieren llevarnos a una Jauja inexistente e imposible. Es como si los ninos que siguieron al flautista de Hamelín regresaran diezmados, torturados y famélicos al cabo de los años solo para volver a seguir a un nuevo flautista. La democracia es una serie de pujas por nuestro apoyo llamadas.

Por supuesto, no hay nada especialmente amoroso en Podemos, mucho menos en su doctrina. Estas apelaciones a la ternura ocultan una cara muy distinta, como puede advertir quien alguna vez haya contradicho o meramente cuestionado a un podemita en redes sociales.
Incluso los menos espabilados de sus líderes -como algunos concejales de Manuela Carmena en el ayuntamiento de Madrid- se caracterizaron por comentarios que rezumaban resentimiento y llamaban a la violencia o bromeaban con ella mucho más que declaraciones tiernas y alegres.
Si ahora sacan corazones en campaña, antes sacaron en sus marchas guillotinas, esas verdaderas máquinas de amor
El concejal Soto reprochaba a los españoles, de vuelta de Turquía, que no hubiéramos matado a Mariano Rajoy, el concejal Zapata encontraba muy gracioso el Holocausto o el hecho de que una bomba de ETA hubiera dejado sin piernas a Irene Villa, la candidata por Zaragoza Rosa María Artal (que va para los 70) se lamenta agriamente de que los viejos sigan votando, llama puta a la persona que supuestamente le robó el puesto en RTVE y gorda a Cristina López Schlichting… La lista es interminable.

Y, sobre todo, si ahora sacan corazones en campaña, antes sacaron en sus marchas guillotinas, esas verdaderas máquinas de amor.