El bueno, el feo y el malo del debate

    En esta ocasión, a diferencia del estupendo filme de Sergio Leone, los cuatro candidatos a presidente tenían munición de sobra. Y la usaron sin contemplaciones.

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    Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias en el debate a cuatro celebrado el 13 de junio / EFE.

    Éramos nuevos en esto de los debates a cuatro. Es el resultado de romper el bipartidismo. Ya no fue un cara a cara, sino algo distinto. En algunos momentos se pareció al final de la película El bueno, el feo y el malo, cuando cada uno de los tres pistoleros está atento a los movimientos de sus dos contrincantes, a ver quién era el primero en pegar el tiro. En esta ocasión, a diferencia del estupendo filme de Sergio Leone, los cuatro candidatos a presidente tenían munición de sobra. Y la usaron sin contemplaciones.

    Rajoy poseía la experiencia y un bagaje relativamente bueno a nivel económico como cartas de presentación. Le golpearon duramente en el tercer round, cuando lo de la corrupción, aunque salió vivo de la escabechina. Su socarronería gallega le ayuda. Y no era fácil para el presidente, porque tenía demasiadas vergüenzas que disimular. Sánchez pecó de lo que es: chulo y prepotente. Llegó, como a casi todo, tarde a la cita, e hizo que le esperaran los otros tres candidatos, pero se le vio seguro y con algún que otro argumento. Pablo Iglesias, el hombre que susurraba al candidato, le tendió continuamente la trampa de que el enemigo era otro. El enemigo es quien se ha llevado a la mitad de tu electorado, y esto lo sabía Sánchez, que no sucumbió a los cantos de la sirena podemita.

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    A Iglesias no le pega su nuevo papel de moderado socialdemócrata

    A Iglesias no le pega su nuevo papel de moderado socialdemócrata. Nos gustaba más cuando iba de mamporrero a la caza de fachas o cuando compadreaba con los abertzales en las herriko tabernas y les decía aquello de que la ETA era la única que había entendido bien lo que pasaba en la Transición. Ahí era él, en estado puro, sin filtros ni edulcorantes.

    La coleta sigue, pero se nos ha vuelto más formal. No lo puede remediar: su peor enemigo es la hemeroteca. Sirvió bien para darle a Rajoy donde más le acusaba: en los tejemanejes de la corrupción. Iglesias se esperaba que las bofetadas le llegarían por Venezuela, pero durante hora y media larga no se habló del tema. Fue después, cuando lo sacó Rivera. Antes le habían caído por Grecia y sus amistades peligrosas con Tsipras, ese amigo con el que, desde hace unos meses, no se le ha vuelto a ver.

    Dicen que Rivera fue el más valiente. Puede ser. Su discurso más brillante es el de la igualdad entre españoles por encima de comunidades autónomas, algo que Iglesias –y, lamentablemente, muchos españoles- no le compró.

    Yo le vi alguna traza de inseguridad y de búsqueda de aprobación, como el nino de buen comportamiento que no ha roto un plato en su vida. Iglesias le llamó “escudero de Rajoy”, y es cierto que parecía mostrarle más respeto al presidente que a los otros dos adversarios, aunque se le encaró al tratar el tema de la corrupción, que es donde Rajoy tenía las canillas más al aire.

    El debate fue encorsetado y medido al milímetro. Es lo que pasa cuando tienes que contentar a tres grupos mediáticos y cuatro partidos políticos

    El debate fue encorsetado y medido al milímetro. Es lo que pasa cuando tienes que contentar a tres grupos mediáticos y cuatro partidos políticos. En ocasiones, la bronca fue mayor entre los presentadores que entre los políticos, lo que no dejaba de tener su gracia.

    Pero, como era de esperar, el debate giró en torno a la economía y el paro, asuntos importantes, desde luego. Pero, ¿creen de veras que van a solucionar la corrupción a golpe de ley? De poco valen las leyes si no hay conciencia. Y de eso no se habló: de valores, de conciencia, de lograr mejores españoles y mejores ciudadanos. Éstos importan mientras producen, mientras son rentables. Son meros homo faber: seres creados para producir más que para ser. Pero eso sería un debate demasiado filosófico para nuestros candidatos a la presidencia.

    Lo que queremos es tiros, munición, pólvora. En el fondo, seguir el debate del lunes fue como ver el final del extraordinario spaghetti western de Leone. Sólo nos quedó la duda de saber cuál de los políticos era el bueno, cual el feo y cuál el malo.

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