¡Cuidado, Abascal, cuidado!, por Francisco José Delgado Martín

    Como muchísimos de mis compañeros sacerdotes, me he alegrado enormemente de los excelentes resultados de VOX en Andalucía.

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    El presidente de VOX, Santiago Abascal, antes de intervenir en el mitin celebrado en Vistalegre (Madrid) el 7 de octubre de 2018 /EFE
    El presidente de VOX, Santiago Abascal, antes de intervenir en el mitin celebrado en Vistalegre (Madrid) el 7 de octubre de 2018 /EFE

    Como muchísimos de mis compañeros sacerdotes me he alegrado enormemente de los excelentes resultados de VOX en Andalucía. No tengo miedo alguno de decirlo, teniendo en cuenta que como sacerdote no me corresponde militar en un partido concreto. Uno puede no estar de acuerdo con todos los puntos del ideario de este partido, pero no podemos dejar de felicitarnos de que en el oscuro mundo de la política entre un grupo de personas que no tiene miedo de defender valores alejados del espectro de lo políticamente correcto. De hecho, hace un par de meses escribí en mi blog un artículo defendiendo que los católicos pueden perfectamente apoyar a VOX con la conciencia muy tranquila, incluso contra la opinión de muchos de mis compañeros de portal.

    Pero he escuchado esta mañana (la del 20 de diciembre) la entrevista que ha hecho Federico Jiménez Losantos —al que, dicho sea de paso, escuchan también una infinidad de sacerdotes españoles— a Santiago Abascal en su programa. He escuchado bastantes intervenciones de Abascal, previas a este momento dulce que está viviendo, en contextos muy hostiles, y siempre me ha parecido que ha sabido desenvolverse con una soltura bastante aceptable. Sin embargo, tras escuchar la conversación con unos periodistas empeñados en, sorprendentemente, hacer quedar bien al líder de VOX, he tenido que pensar: ¡qué mal te sienta el éxito, Santiago!

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    Creo que ha sido, en los puntos que me interesan especialmente como sacerdote, la entrevista más lamentable de Abascal. Entendería que si hubiera tenido enfrente a un grupo de feministas vociferantes hubiera tratado de ser todo lo suave posible en temas peliagudos como el del aborto o el del «gaymonio». Es más, me da la impresión de que en esa situación incluso podría haber ofrecido unas declaraciones mucho más claras y valientes que los confusos balbuceos que ha sido capaz de hilar ante las preguntas que Federico le ha hecho.

    Ante la pregunta del aborto, teniendo en cuenta que todos en la mesa estaban de acuerdo en que no se podía hablar de un «derecho» al mismo, hubiera sido facilísimo decir que si no hay un derecho al aborto es porque no puede existir un derecho a matar a un ser humano y, por tanto, el aborto debe permitirse por completo (si no consistiera en matar a un ser humano), o prohibirlo por completo. Ninguno en la mesa hubiera negado que un bebé en gestación es un ser humano. A partir de ahí, podría, si hubiera querido, decir que lo primero es derogar la ley actual, dar libertad a que el tema se pueda discutir sin violencia desde la contraparte, evitar que el gobierno apoye con fondos públicos las corrientes proabortistas, etc. No podía ser más fácil, y hubiera sido muy raro que los contertulios le hubieran puesto muchas pegas, como no se las han puesto cuando ha dicho que no se puede discutir de estos temas poniendo casos extremos y falsos. ¡Así se las ponían a Fernando VII!

    Tal vez Santiago Abascal piensa —o así se lo han hecho creer— que los que le van a votar lo harán incluso si se muestra tibio y contemporizador en estas cuestiones morales que no «venden» socialmente hablando. Que lo que les da votos es la defensa de la unidad de España, la condena de una política migratoria irresponsable o la lucha contra la infame ley de violencia de género. Que incluso los católicos y evangélicos provida que hay en VOX le van a perdonar que no sea tan firme en la defensa de unos principios que sí ha defendido en otros momentos de menos éxito.

    Pero ¡cuidado, Abascal! Creo que te puedes estar confundiendo. Pienso que muchos de los que han votado a VOX en Andalucía o los que pretenden confiar en ellos en otras elecciones, lo han hecho y lo harán en la confianza de que cuando tengan posibilidad de gobernar serán tan firmes en los principios que han declarado como cuando estaban aspirando a que les dejaran un hueco en los informativos; que lo que hoy dicen sobre desarmar el estado de las autonomías, luego lo mantendrán cuando tengan la oportunidad de jugar a caciques en un territorio particular; que cuando puedan presionar para que se deroguen las leyes de género que eliminan la presunción de inocencia de los varones, institucionalizan la violencia como algo connatural a la familia tradicional o eliminan la patria potestad de los padres, no saldrán con frases políticamente correctas sobre lo bueno que es el feminismo y lo malos que son los que no repiten mecánicamente sus postulados ideológicos. Vamos, que no van a ser el «PP 2.0» que muchos les acusan de ser.

    Los que han escuchado a un Abascal, otrora gallardo y firme ante periodistas hostiles y vendidos al establishment estatista, abortista y de género, «cobardear en tablas» —expresión típicamente losantiana— ante un manso Federico por miedo a algún suave reproche, ahora podrían dudar, con fundamento, de que los de VOX vayan a ser tan fiables y valientes como parecían.

    Para desterrar esa duda, que daría al traste con todo el avance que ha realizado VOX hasta ahora, bastaría con que Don Santiago se repasara un poco la lección y afinase su posición sobre asunto tan importante. Que realicen un argumentario claro y decidido —lo tienen en otros temas, ¡caramba!— sobre lo que significa la «defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural». Que digan, en fin, si puede conciliarse la defensa de España y los españoles con el hecho de que el año pasado se asesinara «legalmente» a 94.123 españoles por nacer. Más todavía, si se puede conciliar aquello con que se asesine «legalmente» a un solo español por nacer. Que sean valientes para dar un «no» claro y decidido a la división más grave que existe entre los españoles: los que tienen derecho a la vida y los que no. Entonces muchos estarán dispuestos a creer en sus otras promesas.

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