Del voto identitario al voto útil

    La estrategia identitaria es fácil de entender, aunque no de lograr. Paso uno: Parte de la fragmentación de los individuos. Esa cualidad te tiene que llevar a votar indefectiblemente al PSOE.

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    Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero / EFE

    Hace doce años, con la prisa de haber alcanzado el poder de un modo inesperado, el PSOE eligió una estrategia identitaria para asegurarse mayorías permanentes que le llevasen a un ejercicio continuado del poder. No es que no hubiera iniciado ese camino antes, pero fue en aquél verano, desde el poder y con el liderazgo intelectual de Ludolfo Paramio, cuando lo asumieron de un modo pensado y calculado.

    La estrategia identitaria es fácil de entender, aunque no de lograr. Paso uno: Parte de la fragmentación de los individuos. Las personas son realidades muy ricas, pero la política exige sencillez para que los mensajes sean efectivos. De modo que se reduce la condición de cada individuo a un aspecto. Tú ya no eres tú, sino que eres una mujer, o un homosexual, o un empleado público, o un usuario de la sanidad o la educación públicas, o un joven… Esas son las cualidades que te definen políticamente, por encima de cualquier otra.

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    Paso dos: Esa cualidad te tiene que llevar a votar indefectiblemente al PSOE. No se trata de que sea el partido que defiende tus intereses, sino de que es el partido con el te identificas. ¿Eres mujer? Votas al PSOE. ¿Eres inmigrante? Votas al PSOE. ¿Eres homosexual? Votas al PSOE. ¿No eres religioso? Votas al PSOE. El objetivo es obtener un vínculo con un aspecto personal. Como éste (salvo el caso de la edad) no va a cambiar, si esta estrategia tiene éxito el partido se habrá ganado un apoyo suficiente para mantenerse en el poder indefinidamente.

    «La identitaria es una estrategia que rompe con el debate, con la razón»

    Esta estrategia supone una ruptura con la tradicional e ilusoria idea republicana de que el ciudadano, una persona instruida e independiente, participa del debate público para encaminar su voto en un sentido u otro en función de su conciencia y de un análisis racional sobre lo que acaece. La identitaria es una estrategia que rompe con el debate, con la razón. No se trata de lo que ocurra, sino de lo que tú eres; eso es lo que te define en política, y ello te lleva a votar siempre en un determinado sentido.

    Lograrlo, claro, no es fácil. Pero hay una forma de hacerlo: sortear el debate razonado por medio de las emociones. La identificación con el partido tiene que ser afectiva. Y, si bien el amor a unas siglas o a un candidato es, como cualquier otro enamoramiento, de un fulgor pasajero, el miedo, la ira, el odio, se pueden azuzar constantemente. Este es el sentido de las palabras captadas furtivamente a José Luis Rodríguez Zapatero en la campaña de 2008: “Hay que dramatizar un poco”.

    José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente de España
    José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente de España / EFE

    Es una estrategia que no tiene nada de democrática, por más que haya sido importada de la primera democracia moderna del mundo, los Estados Unidos, y de un partido que se llama, precisamente, demócrata. Pasa por descalificar al otro como opción política, y es así como han tratado, de forma sistemática, al Partido Popular. El partido, y la realidad social que representa, es el Goldstein de la estrategia identitaria.

    José Luis Rodríguez Zapatero es el presidente que más votos ha recibido de la historia de la democracia española, con casi 11,3 millones de papeletas. Aunque no todo es achacable a esta forma de entender el ejercicio de la política, sí se puede decir que no ha sido un fracaso. Ahora bien, la crisis económica, profunda, prolongada, es demasiada realidad como para soslayarla. Los españoles no lo hicieron, y votaron mayoritariamente al Partido Popular, que tiene más credibilidad, o la tenía, para gestionar una situación como esta.

    La crisis hundió al PSOE y abrió las puertas a una formación que, esto no es casualidad, se catapultó sobre los lemas de unos “indignados”. De nuevo la apelación a los sentimientos y la oposición entre un “ellos” con un “nosotros”, con el odio y el miedo como lazos entre ambos.

    «Si los jovenes votan mayoritariamente a Podemos es porque les mueven más los sentimientos que la razón»

    Las elecciones de 2015, y las de 2016, obligan a cuatro partidos de ámbito nacional a entenderse para formar gobierno. Las cuentas han colocado al PSOE, en ambas ocasiones, en la tesitura de decidir si se forma o no un gobierno del Partido Popular. Si lo hace, estará echando por tierra la estrategia basada en la identidad. Si se entienden con Goldstein en aras de una reforma en la Constitución, o un giro en la política económica, o un mejor entendimiento con la Comisión Europea y nuestros socios europeos, el del PSOE dejará de ser un voto identitario para ser un voto útil. Y le dejará ese espacio que el PSOE ha construido a Podemos. Que el voto identitario es eficaz lo demuestra el resultado de la formación de Pablo Iglesias. Si los jovenes votan mayoritariamente a Podemos es porque les mueven más los sentimientos que la razón.

    Lo que es una incógnita es cuánto espacio reformista de izquierdas hay en España. Las dudas de Pedro Sánchez y del PSOE vienen de ahí: no sabe qué espacio ocupar. No sabe qué partido quiere ser. El PSOE siempre se ha debatido entre la revolución y la democracia, y sigue sin decidirse. Este lunes el diario El País publicó una encuesta que muestra que tres de cada cuatro votantes del PSOE están dispuestos a facilitar una investidura de Mariano Rajoy a cambio de reformas. Ese es el espacio del voto útil. Ahora pueda esperar a ver si el PSOE es capaz de asumirlo, o no.

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    José Carlos Rodríguez es periodista. Forma parte del equipo de ProducciONE, pero en otra vida ha sido redactor jefe de Internacional de La Gaceta, y ha trabajado en la prensa digital en medios como Factual.es, elimparcial.es y libertaddigital.com. También ha colaborado con el semanario Alba, Expresión Económica, La Ilustración Liberal, La Gaceta de los Negocios o la agencia APIE, entre otros.