Después de una intensa campaña interrumpida por la Semana Santa, llegó el 28 de abril (28-A) con los resultados por todos conocidos. Pues bien, después de los comicios del 28-A, algunos de los vencedores se atribuyen todo el mérito de la victoria en tanto que algunos de los perdedores buscan a quien culpar de la derrota.
Vale la pena detenernos a reflexionar.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPor lo pronto no deja de ser sintomático el alto nivel de participación que alcanzó una cifra superior al 75%.
Tan nutrida concurrencia a las urnas la atribuimos al llamado “voto del miedo”, un miedo no tanto al partido VOX como se estuvo manejando, sino más bien al pavor que tienen miles -por no decir millones- de mangantes de que pueda llegar un gobierno que aplique políticas ortodoxas en materia económica que, por lo tanto, queden sin pensión quienes viven a expensas del erario.
Un terror casi apocalíptico que hizo que millones de tipejos sin oficio ni beneficio votasen al partido (en este caso al PSOE) que les garantizase ganarse el pan sin el sudor de su frente.
Esto significa que quienes apoyaron a Pedro Sánchez lo hicieron no tanto porque sean devotos del socialismo sino más bien porque dicho partido ha fomentado una red de intereses creados que explica la victoria del PSOE.
Otro aspecto digno de meditarse es el hecho de que el candidato del Partido Popular (PP), Pablo Casado, quien solía coquetear con VOX, una vez derrotado, fue el primero en renegar de cualquier posible acercamiento con la derecha a la vez que pregona a los cuatro vientos que el PP es un partido de centro.
Gran parte de la debacle sufrida por el PP se la debe dicho partido a Mariano Rajoy
Esto significa que los viejos barones del PP -entre los que destaca Alberto Núñez Feijoo- han recobrado el control del partido para volverlo a encauzar por la ruta que trazara el siniestro Mariano Rajoy.
Porque ese es otro elemento que debemos considerar: gran parte de la debacle sufrida por el PP se la debe dicho partido a un Mariano Rajoy quien, contando con una cómoda mayoría absoluta de 186 diputados, nada hizo por derogar leyes abiertamente impopulares como la del aborto, la de la Memoria Histórica, la que permite uniones homosexuales, etc.
Un sujeto nefasto que le dio el tiro de gracia a los militantes conservadores del Partido Popular a la vez que se encargó de atizar el incendio separatista en Cataluña.
Un sujeto nefasto que, cuando fue derrocado mediante una moción de censura, pudo haber convocado de inmediato a elecciones con lo cual quizás se hubiera evitado que los socialistas llegasen a La Moncloa.
Ante tal cantidad de “errores” cometidos por Rajoy, es lógico que nos preguntemos: ¿Torpeza o mala fe?
¿Es en realidad Rajoy tan torpe como parece? Si fuese posible explorar en lo más negro de su conciencia… ¿Con que nos toparíamos? Todo hace suponer que se trata de un traidor infiltrado puesto que -a fin de cuentas- durante sus cuatro años de gobierno se comportó como un dócil continuador de la política implantada por José Luis Rodríguez Zapatero.
Respecto a Ciudadanos, fue una sorpresa el avance logrado, razón de más para que el PP se alarme y ponga sus barbas a remojar.
Por lo pronto, los sectores empresariales intentan ponerse a salvo y esa es la razón por la cual exigen que el partido de Albert Rivera forme coalición con el PSOE. Algo que vemos difícil debido a que, durante toda la campaña, Rivera no se cansó de atacar a los socialistas.
Respecto a Pablo Iglesias y su partido Podemo vemos cóomo sigue terco en formar gobierno con el PSOE. No sabemos en que acabará una terquedad que, llevada al extremo, pudiera darle un fuerte dolor de cabeza a Pedro Sánchez.
Ahora bien, no todo es negativo dentro del actual mapa político español.
Es un hecho evidente que más de dos millones y medio de españoles votaron apoyando a Santiago Abascal y dándole a Vox 24 diputados en el Congreso.
A partir de ahora, quienes se alarmaron al ver como España es una especie de galeón encallado en unos arrecifes, sienten renacer sus esperanzas al ver como sus inquietudes habrán de ser oídas a nivel nacional.
Un Santiago Abascal cuyos partidarios aumentarán conforme los españoles lo vayan conociendo más y más. Esto lo convierte en el jefe que España necesita para iniciar la reconquista de los valores perdidos.
Santiago Abascal, un valiente capitán que, una vez que logre sacar de entre los arrecifes al galeón encallado, logrará hacerlo navegar por mares de triunfo y de gloria.
Dios lo quiera.