
Fue la única mención a Dios en el debate y la protagonizó Pablo Iglesias, una sonrisa del destino que no esperaba ninguno de los analistas que vaticinaban un debate previsible. «Si seguimos otros cuatro años más con este Gobierno… Dios no lo quiera», soltó el candidato de Unidos Podemos cuando atizaba a Mariano Rajoy por la disminución de la poblacion activa.
Habrá quien diga que era un guiño preparado al electorado católico, ahora que Iglesias dice que es socialdemócrata y que el Papa Francisco rema en su misma dirección. O quizá fue que le traicionó el subconsciente en su irrefrenable deseo de terminar con el Gobierno de Rajoy. Si tuviera que rezar para ello, el líder de Podemos se atrevería hasta con un Rosario. El fin justifica los medios, claro.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraEs preciso recordar que cuando Iglesias hablaba hace dos años de ocupar la centralidad se refería a que Podemos se convirtiera en el centro del debate, es decir, en el protagonista de la atención mediática, en el sujeto que marca la agenda política del país, que es cuando la mayoría de los periodistas abren sus crónicas comenzando por él. Por supuesto, erraban quienes pensaban que lo de conquistar la centralidad aludía a mantener un discurso de centro reformista.
¿Fue un todos contra Rajoy? Era la pregunta más repetida antes del debate. El primer bloque, desde luego, dio la razón a quienes así lo esperaban. Rivera, Sánchez e Iglesias criticaron la política económica del Gobierno, fundamentalmente por los recortes y la disminución de la poblacion activa. Rajoy respondió jugando la carta de la experiencia. «Al Gobierno no se viene a hacer prácticas, se viene aprendido», le espetó a Sánchez.
Pedro Arriola aparece en escena
Del presidente del Gobierno en funciones no puede decirse que se saltara el guión: fue el que más echó mano de datos para defender su gestión y el que menos nervioso se puso. Los puntos de su programa se pueden resumir en este sencillo mensaje: «Votar al PP es el voto de la moderación frente al extremismo y la radicalidad, debe gobernar el partido más votado».
Fuera de cámaras, Arriola aleccionó a Rajoy en perfecta metáfora de lo que ha sido la legislatura. Desde el día en que llamó frikis a Podemos, Pablo Iglesias ha pasado de la marginalidad a las puertas del sorpasso
La imagen de la noche, ¡qué gran paradoja! se produjo fuera del plató: tras finalizar el primer bloque (economía) Pedro Arriola aleccionó a Rajoy en perfecta metáfora de lo que ha sido la legislatura. Seguro que al gran gurú de Génova se le pasó por la cabeza el día en que llamó friki a Podemos. Desde su vaticinio fallido -justo después de las elecciones europeas- Pablo Iglesias ha pasado de la marginalidad a las puertas del sorpasso.
El debate se fue animando cuando los cuatro candidatos a la Moncloa se olvidaron de formalismos y Sánchez e Iglesias se echaron en cara no haber logrado un pacto de gobierno que expulsara al PP del poder. Sánchez presumió de socialdemócrata, estación en la que últimamente comparte andén con los comunistas, algo que ha puesto en peligro la hegemonía del PSOE en la izquierda. Por eso Pedro Sánchez usó la vieja artimaña de la pinza: «Podemos y PP son dos extremos ideológicos, Iglesias votó ‘no’ junto a Rajoy a mi investidura el pasado mes de marzo».
Garzón, el candidato títere
Pero enfrente Pablo Iglesias no se inmutaba con las acusaciones, y aseguraba que su mano sigue tendida al PSOE para un gobierno progresista. «No soy yo su rival, Pedro, es Rajoy», repetía una y otra vez. Ya es casualidad que ninguno de los candidatos, ni siquiera Rivera, que pareció el más vivo en gran parte del debate, le recordara al líder de Podemos su reciente coalición con IU, que ya ha prohibido a sus simpatizantes -a través de su candidato títere, Alberto Garzón– que acudan a los mítines con la bandera de la hoz y el martillo.
Lo que no tocó ninguno de los cuatro fue el problema demográfico que sufre España y del que nadie parece preocupado. Natalidad y aborto son dos tabúes de nuestro tiempo
Otra paradoja es que sea Pablo Iglesias quien prometiera permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles y una mejora sustancial de la conciliación laboral. Quizá sea sólo electoralismo, pero ya chirría que los otros tres candidatos pasen por alto uno de los grandes dramas laborales en España.
Lo que no tocó ninguno de los cuatro fue el problema demográfico -o sea, el suicidio demográfico- que sufre España y del que nadie parece preocupado. Todos prometieron mantener el sistema de pensiones, pero nadie se enfrentó con honestidad a la pregunta de cómo garantizarlo cuando la poblacion española envejece a pasos agigantados por la bajísima natalidad que registra (en parte por el aborto, otro tabú de nuestro tiempo).
Seis meses después los cuatro candidatos a la Moncloa se volvieron a colar en los salones de los españoles para discutir sus recetas tecnocráticas -de uno u otro pelaje-, como si fuera lo único a lo que pueden aspirar los ciudadanos. Eso, y la corrupción, munición que fue empleada con fruición contra Rajoy y Sánchez. El debate de las ideas, mejor para otra ocasión.