Por decirlo en términos informáticos, la derecha está desconfigurada. Y en busca de identidad. ¿Es derecha Trump, el proteccionista?, ¿es derecha Fillon, tolerante con el ‘gaymonio?, ¿es derecha, Le Pen, calculadamente ambigua con el aborto y la cultura LGTBI?, ¿es derecha, Rajoy que no ha tocado un pelo la agenda socialdemócrata de Zapatero, incluyendo la Memoria Histórica y la ingeniería social?
¿Dónde está la derecha y los valores que definen lo liberal y conservador (defensa de la familia y la vida, libertad de mercado, libertad de expresión, libertad de educación, iniciativa privada, responsabilidad frente a burocracia estatista, más sociedad y menos Estado)?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSerá más fácil empezar por ver donde no está.
- La derecha no está en la socialdemocracia. Que es el régimen político que ha imperado en Europa desde la II Guerra Mundial. En unos países más que otros. Desde luego en España, cuya economía soporta el peso de un Estado elefantiásico (engordado por las ruinosas comunidades autónomas), en el que buena parte de la casta política se escaquea de afrontar sus responsabilidades y endosa el mochuelo al ciudadano para que pague con sus impuestos los platos rotos.
- La derecha no está en ese relativismo demoscópico que es el arriolismo (los principios son intercambiables como decía ese genio de la política llamado Groucho Marx, las convicciones son relativas, lo único importante es el poder)
- La derecha no está en las “sorayas” y “sorayos”, ese ejército de aplicados contables, abogados del Estado et alii, cuya única misión en la vida es controlar la prima de riesgo y controlar a sus enemigos para que nos les apeen de la poltrona.
Ha usado a su electorado más pata negra y lo ha tirado como un kleenex, sabiendo que le seguirá votando, con la fidelidad ciega de la amante maltratada.
- La derecha no está en el caudillismo marianista, que impide la renovación en un partido que ha traicionado sus principios, ha vendido su primogenitura ideológica por un plato de votos, ha usado a su electorado más pata negra (liberales, conservadores, democratacristiano) y lo ha tirado como un kleenex, sabiendo que le seguirá votando, con la fidelidad ciega de la amante maltratada. Eso no es derecha, eso es violencia de género (por usar su terminología).
- La derecha no está en la extrema debilidad para defender el orden constitucional y la unidad de España ante el órdago secesionista de Cataluña, territorio sin ley donde se toman a chacota las sentencias del Supremo y del Constitucional, se pone “estrellas amarillas” a quienes se expresan en castellano, y encima se tiene la inmensa caradura de seguir pidiendo gasolina del Fondo de Liquidez Autonómica del Estado para avivar el incendio independentista. Y Soraya imitando a Chamberlain con Junqueras.
- La derecha no consiste, en fin, en calzarse el mono de Pepe Gotera y Otilio para arreglar los desaguisados económicos que siempre deja la izquierda, en lugar de –además- vestirse de Tedax y desactivar las minas de ingeniería social que ha sembrado el PSOE en España (aborto, matrimonio homosexual, ideología de género).
De hecho, lo que más confunde es que el PP se ponga a la cabeza de la manifestación y exhiba tantos tics totalitarios como la izquierda (al imponer bajo pena de multa los contenidos LGTBI en las aulas, cargándose media docena de derechos fundamentales –presunción de inocencia, libertad de cátedra, libertad de educación, libertad de expresión etc.-).
¿Se lo estoy poniendo demasiado fácil a los del “Putsch” de la cervecería de Coblenza? Pues no se me relajen que la derecha quizá tampoco esté allí.
No está, aunque a algunos les parezca, en un Frente Nacional francés que tiene de Juana de Arco lo que yo de esquimal. Porque, vale, Marine Le Pen, ha cogido esa bandera ‘juana-arquista’, anti-islamización, anti-euro y pro-Estados nación frente al despotismo eurocrático, que suena bien, incluso muy bien, mas tiene un “pero”… defiende el genocidio del aborto -distinto es el caso de su sobrina Marion Le Pen, pro-vida convencida-, por lo tanto no lo llamemos derecha sino otra cosa.
Algunos de los partidos reunidos en Coblenza que buscan salvar a Europa del rapto de Bruselas tienen rasgos de auténtica derecha: es el caso de Alternativa para Alemania, de Frauke Petry, porque se revela contra el multiculturalismo que amenaza con diluir la identidad de Europa y su triple ADN: filosofía griega, derecho romano, personalismo cristiano; y todo ello desde una posición liberal-conservadora (división de los tres poderes, libre mercado etc.).
A los alternativos de Coblenza les une su defensa de Europa frente al multiculturalismo, pero son ambiguos respecto a los valores antropológicos
Pero no todos los dirigentes de Alternativa por Alemania lo tienen tan claro como Frauke Petry. Ni tampoco el Partido por la Libertad del holandés Geert Wilders, en materia de familia y vida. A éstos como al mencionado Frente Nacional les une su defensa de Europa del ácido multiculturalista, pero respecto a los valores antropológicos son ambiguos.
Y, sintiéndolo mucho, no defender la vida les asimila a los totalitarismos nazi y soviético (fue la Rusia de Lenin la que impulsó el aborto masivo, no lo olvidemos).
En el caso español hace falta algo más que un Diógenes con su candil para dar con la derecha perdida. Con el agravante de que los que pueden, no quieren (el PP de Rajoy); y los que quieren, no pueden (el Vox de Abascal). El primero ha abjurado de sus principios, de suerte que muchos de sus dirigentes podrían estar en Podemos (Cifuentes) o el PSOE (Cospedal) y no se notaría nada, porque son perfectamente canjeables.
Y Vox atesora muchos de los valores de una auténtica derecha pero sirve de poco porque no ha pasado la nota de corte de la selectividad parlamentaria.
Como decía un famoso presentador de un telediario, así son las cosas y así se las hemos contado. Respondo de esta forma a los numerosos lectores de Actuall que nos piden a Victor Gago, editor del Brief, y a mí, que fijemos nuestra posición ante el guirigay de la derecha.
Lo nuestro no es prensa de partido, antigualla del siglo XIX, sino prensa de valores
Nos limitamos a describir el mapa, ofreciendo datos y argumentos, pero que nadie espere que orientemos el voto. Lo nuestro no es prensa de partido (una antigualla propia del siglo XIX, cuando Isabel II, y los moderados y los progresistas)… lo nuestro es prensa de valores, que no es lo mismo.
Defendemos el matrimonio de hombre y mujer, el derecho de los hijos a un padre y una madre, el derecho de todos a la vida (limitándonos a seguir al pie de la letra la Carta Magna, artículo 15), así como las libertades fundamentales (de educación, religiosa, etc.)… y la unidad de España. Los valores propios de la civilización occidental. Y elogiamos a los partidos que los defienden y criticamos a quienes no lo hacen o los traicionan.
Pero es el lector quien, en el uso de su libertad y su responsabilidad, debe sacar sus propias conclusiones. Nosotros no somos quien para insinuarle siquiera lo que debe hacer.
Y lo que, en conclusión, vemos honestamente es que la derecha anda perdida y una parte de su electorado perplejo… y que de momento, al menos en España, la derecha ni está ni se le espera. Así seguiremos mientras no ocurran estas dos cosas:
Primera, que el PP deje de prestar inestimables servicios a la izquierda, centrándose en la economía y dejándole la educación, la televisión o la cultura. Como escribió Candela Sande en este diario: el PP no solo no es un partido de derechas, sino que existe precisamente para que no surja un verdadero partido de derechas.
Y segunda, que el PP no se avergüence de sus genes (conservadores, liberales, cristianodemócratas). Porque ahora va por la vida pidiendo perdón por ser quien es… a diferencia de la izquierda. Que pierda el miedo a llamarse derecha sin añadidos. Los apellidos (centro-derecha, centro-reformismo etc.) no son sino síntomas de su terrible complejo de inferioridad.
Que deje de marear la perdiz con la entelequia del centro (el sumidero por el que se fue para siempre UCD) y el mantra de que las elecciones se ganan desde el centro. Cuando las elecciones se ganan desde otro sitio menos ‘soft’ y más comprometido: las convicciones.