Entre la izquierda y la no derecha

    Para Carlos López "el colmo de la candidez es cuando la derecha cree apuntarse un tanto echándole en cara a la izquierda no ser izquierda, como si fuera el mayor pecado".

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    Mariano Rajoy y Pedro Sánchez/Imagen de archivo: EFE
    Mariano Rajoy y Pedro Sánchez/Imagen de archivo: EFE

    La derecha europea, y especialmente la española, ha interiorizado muchas de las ideas de la izquierda, como la supuesta necesidad del gasto social para resdistribuir la riqueza, o la aberrante ideología de género. Es verdad que la izquierda moderada, por su parte, ha tenido que admitir la inevitabilidad de un mercado libre, más o menos controlado, al menos si quiere que haya alguna riqueza que distribuir; pero lo ha hecho a regañadientes y amagando periódicamente con volver a las andadas.

    En cambio, la derecha ha realizado sus concesiones porque en el fondo ha acabado creyéndose que su adversaria tiene una buena parte de razón: que el sistema de mercado libre, sin un Estado metomentodo, generaría unas temibles masas de depauperados, o que las mujeres deben ser rescatadas de la esclavitud que vendrían sufriendo desde el paleolítico hasta hoy.

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    Tales ideas se sustentan básicamente en un puñado de tópicos perezosos y lelos, flotando en un océano de ignorancia. Pero lo que importa señalar es que la derecha se las cree a pies juntillas; o al menos actúa como si las creyera, bien porque piensa que es inútil resistirse a su influencia, bien porque teme más perder un voto hoy, por ser ella misma, que perder tres votos mañana, por no haberlo sido.

    La derecha se desvive permanentemente por mostrar que no es derecha, que  es más feminista y ecologista que nadie, y que tiene muchos amigos gays

    Unas actitudes tan diferentes determinan, como es lógico, estrategias también diferentes. La derecha se desvive permanentemente por mostrar que no es derecha, que gasta tanto o más que la izquierda en pensiones, sanidad y educación; que es más ecologista que nadie, que es muy, muy feminista, y que tiene muchos amigos gays. Y el caso es que en esto miente poco o nada.

    El colmo de la candidez es cuando la derecha cree apuntarse un tanto echándole en cara a la izquierda… no ser izquierda, como si fuera el mayor pecado. Véanse algunas críticas a Pedro Sánchez, desde el campo conservador, por su “pacto progresista”, basadas en la misma línea argumental: que partidos como Podemos o ERC no son de verdad progresistas. Anda, pues ¿qué serán entonces? Mira que si son conservadores, y a escondidas enseñan a sus hijos el respeto a los mayores, el valor del esfuerzo o incluso a rezar. Horroriza sólo de pensarlo.

    A la izquierda jamás se le ocurriría acusar al PP o a Ciudadanos, de no ser “verdaderamente” de derechas, de no ser auténticamente conservadores. Todo lo contrario, se esfuerza, recurriendo a la desinformación más sistemática, en retratarnos una derecha muy derecha, marioneta del IBEX 35, que tiene la exclusiva de la corrupción, y es además machista, clerical y franquista. (Franco nunca puede faltar porque se obstina aún en ganar la guerra civil, pese a llevar cuarenta años muerto.)

    PSOE, Podemos, IU y las izquierdas secesionistas se han pasado toda la legislatura denunciando al PP por desmontar el Estado de Bienestar

    Basten dos o tres ejemplos. El PSOE, Podemos e IU, además de las izquierdas secesionistas, se han pasado toda la legislatura anterior denunciando al PP por desmontar el Estado del Bienestar y hasta por haber matado (sic) con los recortes en sanidad. En realidad, quien empezó a recortar abruptamente el gasto social por habitante fue Zapatero (tras unos años de subida insostenible), como demuestra, con ayuda de gráficos muy claros, un estudio de BBVA Research. Fue al llegar el PP al gobierno que empezó a frenarse esa tendencia, hasta el punto de que en 2014 estaba en niveles de antes de la crisis, y un 18 % por encima de 2003, cuando no existía ninguna percepción generalizada de deterioro de los servicios públicos.

    Esto no significa que haya que felicitar al PP. Si con su mayoría absoluta hubiera aplicado una política económica liberalizadora, se habría reactivado la creación de empleo mucho antes y con bases más sólidas que las actuales, aumentando la recaudación fiscal sin subir los impuestos. Sumando a esto una decidida revisión de la legislación ideológica del zapaterismo, se hubiera fidelizado a millones de votantes y conquistado a otros nuevos.

    Todo lo cual puede parecer muy fácil de decir, pero lo cierto es que el PP no intentó nada parecido, o sólo muy tímidamente con la reforma laboral, lo que no impidió que la izquierda orquestara una tremendista campaña de propaganda sobre los recortes, proporcionándole un rédito de 172 escaños en el Congreso que nos sitúan al borde de convertirnos en una sociedad fallida.

    Al PP le ha costado más de tres millones y medios de votos el desmarcarse de su base sociológica en asuntos como las víctimas de ETA y el aborto

    El PP lo cifró todo en molestar lo menos posible a la izquierda, hasta el punto de desmarcarse de su base sociológica en asuntos muy sensibles (víctimas de ETA, aborto), como si le produjera asco. Gracias a tan astuta estrategia, ha perdido más de tres millones y medio de votantes, y el PSOE se lo ha agradecido dejando bien claro que prefiere pactar con la izquierda totalitaria de Podemos y los separatistas, antes que con el Partido Popular.

    La mentira socialista sobre la ley del aborto es evidentísima, porque aquí no se necesitan gráficos ni estadísticas. El PP ha mantenido la ley Aído, que permite que se aborte sin aducir ningún motivo hasta la semana catorce de embarazo, prolongando así un genocidio diario de miles de seres humanos en gestación. Sólo se ha atrevido a una leve modificación, que las ninas de 16 y 17 años deban contar con el consentimiento de los padres.

    Pues bien, por esa microrreforma, que es una afrenta para cualquier ciudadano provida, Pedro Sánchez acusó a Mariano Rajoy de no dejar que las madres “decidan sobre su maternidad”; concepto, además de sonrojantemente demagógico, falaz en sí mismo (porque la mujer embarazada ya es madre, lo quiera o no), pero que permite darle el último toque al cuadro tenebrista de un PP enemigo de la libertad de las mujeres.

    Si algo cabe reprocharle históricamente al PP son sus concesiones a los nacionalismos

    Qué decir, en fin, de la cuestión territorial, con unos nacionalistas y, cómo no, una izquierda que acusan invariablemente a la derecha de centralismo y falta de diálogo, a pesar de que si algo cabe reprocharle históricamente al PP son sus concesiones a los nacionalismos, es decir, el haber hecho suya la política socialista desde el carpetazo al caso Banca Catalana.

    Y ahí tenemos al partido de Mariano Rajoy, defendiéndose como sólo sabe esta derecha. Desistiendo de exponer una visión ideológica alternativa a la izquierda; limitándose a negar lo que sea, a negar los recortes, a negar que defienda la vida, como Pedro negó tres veces a Cristo antes de que cantara el gallo. Y además, desgraciadamente, con toda razón. Porque ni ha reducido el peso de las administraciones, ni ha protegido a los miles de ninos que esta sociedad, supuestamente civilizada, mata cada día antes de nacer. Ni lo hará nunca, mientras siga temiendo por encima de todo la acusación de ser lo que debería ser

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    Barcelona, 1967. Escritor vocacional y agente comercial de profesión. Autor de Contra la izquierda (Unión Editorial, 2012) y de numerosos artículos en medios digitales. Participó durante varios años en las tertulias políticas de las tardes de COPE Tarragona. Es creador de los blogs Archipiélago Duda y Cero en progresismo, ambos agregados a Red Liberal.