
Tras cada atentado que reivindica el Estado Islámico, Occidente dedica centenares de artículos a analizar las motivaciones del último aquelarre de sangre. ISIS existe desde 1999, pero su gran operación propagandística comenzó hace apenas cuatro años con la decapitación coreografiada del periodista estadounidense James Foley, vídeo distribuido por el mundo en cuestión de segundos por un ejército de cuentas en las redes sociales. La ciberestrategia de ISIS le ha permitido fagocitar muy deprisa a grupos rivales como Al Qaeda.
Las redes sociales no solo aportan al grupo una estructura, sino que se emplean para introducirse en el territorio prioritario, es decir, Occidente. En lugar de instruir a sus soldados en campos de entrenamiento locales, ISIS usa internet para reclutar y manipular a sus adeptos en Europa, Estados Unidos, África y Asia. Recientemente había empleado el modo “tropa de asalto activada por control remoto” en el atentado de la sala Bataclan de París y en la matanza de San Bernardino, cuando movilizó a ciudadanos occidentales previamente captados y radicalizados en las redes sociales.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa masacre en el club Pulse de Orlando estrena el formato de atentado franquiciado, con un terrorista independiente que planifica y comete un atentado espontáneo, ofreciéndolo a posteriori como acto yihadista al Estado Islámico. Hoy se puede participar en la guerra contra los “cruzados” cristianos por cuenta propia, con una llamada a la comisaría local, como hizo Omar Mateen, autor de la masacre de Orlando, que llamó a la policía –desde el cuarto de baño del local donde acababa de acribillar a decenas de personas inocentes– para dejar constancia de su fidelidad al Estado Islámico y a su líder Abu Bakr al-Baghdadi.
Una parrafada en una web, unas frases en Facebook o 140 caracteres en Twitter bastan hoy para proclamarse soldado del Estado Islámico
Una parrafada en una web, unas frases en Facebook o 140 caracteres en Twitter bastan hoy para proclamarse soldado del Estado Islámico. Omar Mateen, el matarife de Orlando, admiraba el fundamentalismo yihadista de ISIS, pero no hay indicios de que estuviera a sus órdenes.

El estadounidense de origen afgano ha querido ofrendar al Estado Islámico el atentado terrorista más mortífero sucedido en Estados Unidos desde el 11-S, pero la masacre de Orlando estaba motivada por su odio personal a los homosexuales, que había verbalizado ante sus compañeros de trabajo y amigos desde hacía décadas. Como dice la escritora de origen somalí Ayaan Hirsi Ali, Occidente debe plantearse si va a reaccionar en serio contra este odio infundado.
La globalización conlleva una exposición constante del modo de vida occidental ante los países no incluidos en el llamado “Mundo Libre”, entre los cuales están todos los pertenecientes al Islam con excepciones notables como Albania, Malasia, Túnez, Marruecos y Emiratos. La explosión de las redes sociales y su empleo masivo por parte de las generaciones audiovisuales mezclan los formatos de ficción –encabezados por el cine– con las plataformas como Facebook y Twitter, empleadas por la prensa para difundir sus contenidos.
Debido a esta interacción frenética de formatos que se produce en las redes sociales, las generaciones jovenes del mundo entero tienen una creciente dificultad para distinguir la realidad de la ficción, que clasifican según les parezca más o menos atractiva visualmente. ISIS emplea esto a su favor, creando vídeos con un fuerte componente cinematográfico, para atraer a los jovenes. ISIS representa la mano tendida, la salvación aparente, la élite poderosa que ofrece comprensión, aventura y redención.
Los yihadistas del Estado Islámico se enmascaran de urbanitas en Occidente, cuya tecnología y cultura conocen bien
El disfraz tecnológico es un engaño para emboscarse en Occidente. El Estado Islámico describe su guerra unilateral como un enfrentamiento entre dos civilizaciones, cuando de hecho se trata de una manipulación de la religión islámica para radicalizarla hacia su versión wahabita. Los yihadistas del Estado Islámico se enmascaran de urbanitas en Occidente, cuya tecnología y cultura conocen bien. Recordemos que en su último día de vida antes de arrasar las Torres Gemelas de Nueva York, Mohamed Atta se fue de compras a Walmart y cenó en un Pizza Hut. Pero en privado los yihadistas se ríen de los “modernos”, remachando su adhesión las tradiciones y textos del Islam primitivo.
La meta de los ideólogos wahabitas del Estado Islámico es recuperar un mundo con los preceptos legales del siglo VII y en última instancia desencadenar el apocalipsis. Con el atentado de Orlando el Estado Islámico ha dado otro paso en su sanguinaria carrera: el atentado franquiciado. El fin (del mundo) justifica los medios.