
¿No es sorprendente que Mariano Rajoy agite el voto del miedo «contra el radicalismo» de Podemos pero sin aludir al comunismo? Si el presidente tiene razón sería la primera vez en la historia en la que unos radicales irrumpen en política sin ideología alguna. Pero sabe que eso no es verdad.
El inquilino en funciones de la Moncloa es consciente de que para atacar la ideología del enemigo es necesario contraponerla a la propia. Y cuando no se tienen ideas y sólo se hace bandera de lugares tan comunes como la «estabilidad» o la «experiencia en gobernar» lo más prudente es evitar una batalla ideológica -¡qué pereza!- que dejaría al descubierto el erial de ideas que hoy es el PP.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraY mira que lo tendría fácil el presidente. O incluso Albert Rivera, que aunque es el que más ataca a Podemos con el asunto Venezuela, tampoco ha abierto el melón del comunismo. Pero una vez más Rajoy ha optado desde la irrupción de Podemos en 2014 por el camino más corto: favorecer su sobreexposición mediática para fagocitar al PSOE.
Por eso lo que de verdad da miedo es ver a don Mariano alertando al electorado de la llegada de los bárbaros mientras con la otra mano da de comer a la bestia. En eso se resume el programa del Partido Popular para estas elecciones, y es probable que con eso obtenga un buen resultado.
El cajón de las ideologías prohibidas
Se agita el fantasma del radicalismo de Podemos al tiempo que se pasa por alto la filiación comunista de sus líderes. Más allá de que Pablo Iglesias militara en las Juventudes Comunistas y que hasta hace cinco minutos reconociera su ideología en televisión, lo realmente importante es que no se haya hecho pedagogía sobre el comunismo ni en Europa occidental ni en España.

Quizá es por el hecho de que el comunismo -a diferencia del nazismo- nunca ha tenido un Núremberg, un juicio ante la historia en el que quedara relegado en el cajón de las ideologías prohibidas. Lejos de producir ese efecto, la caída del Muro tan sólo significó el derrumbe de la mastodóntica estructura de poder que era la URSS. En este caso, muerto el perro no se acabó la rabia.
Sartre dijo que había que guardar silencio sobre los campos de concentración soviéticos «para no desesperar a los comunistas» de un barrio a las afueras de París
Y eso que tras el colapso soviético hubo voces autorizadas que reclamaron un «Núremberg del comunismo». El primero en hacerlo fue el disidente ruso Vladimir Bukovski, al que nadie escuchó. Ni las experiencias relatadas por quienes sufrieron el gulag ni los 100 millones de muertos atribuidos a esta ideología han supuesto un obstáculo para mantener intacta la superioridad moral de la hoz y el martillo. Algo, por cierto, comprado con entusiasmo al otro lado del Muro durante la Guerra Fría.
De Katyn a Gorbachov
En Francia, por ejemplo, el afamado filósofo Jean-Paul Sartre dijo que había que guardar silencio sobre los campos de concentración soviéticos «para no desesperar a Billancourt (barrio a las afueras de París célebre por sus movilizaciones comunistas)».
Ningún líder comunista ha pedido jamás perdón por los millones de crímenes a pesar de que tras la apertura de los archivos soviéticos con Gorbachov ya no haya dudas al respecto. Crímenes, como el de Katyn en la II Guerra Mundial, que salieron a la luz tras décadas de omertá.
Durante una entrevista, Alberto Garzón (IU) repetía convencido ante Ana Pastor: «Un delincuente no puede ser de izquierdas»
En la España de 2016 Alberto Garzón sorprendió en La Sexta -incluso a Ana Pastor- cuando dijo que la gente de izquierdas no podía ser corrupta. «Bueno, puede ser de izquierdas y ser un delincuente», le interrumpió la periodista. Pero el líder de IU, erre que erre: «Para mí no, para mí no, para mí un delincuente no puede ser de izquierdas», zanjó.
El crimen de masas, sistema de gobierno
Aplicando la lógica garzonita se entiende mejor que los comunistas que hoy aún afloran no imputen al comunismo las 100 millones de muertes perpetradas por esta ideología. «Eso fue en lo que derivó el comunismo», repiten en una justificación tan macabra como falsa, como si estos crímenes en realidad fueran un error de interpretación de la doctrina. Un accidente, un descuido.

Allí donde se aplicó el comunismo (Unión Soviética, China, Camboya, Cuba, Corea del Norte…) los ciudadanos perdieron libertad y, en muchos casos -100 millones-, la vida. Siempre se repetía el principio del crimen de masas como sistema de gobierno.
Y aún así sería exagerado -sobre todo por imposible- decir que la llegada de Unidos Podemos al Gobierno de España supondría la reedición de la historia criminal del comunismo. Otra cosa serían los ataques a libertades individuales como la propiedad privada o la libertad de expresión a través del control de los medios comunicación, la decisiva batalla por la verdad en la sociedad de la información.
Ya lo decía el pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila: la izquierda no siempre mata, pero siempre miente. Y eso que no conoció a Garzón.