
Ya está. Cifuentes se ha ido. Ya pasó. ¿Y ahora qué? Mucho me temo que hoy habrá muchos madrileños a los que la respuesta a esta pregunta les importe bien poco, hartos ya del culebrón de Cifuentes, otro más en la Comunidad de Madrid.
Cifuentes llegó como la salvadora de la humanidad, vistiendo de honestidad su talante totalitario y su soberbia, y al final, la defensora de la transparencia ha mentido a los madrileños de la manera más burda y descarada que cabía imaginar, y no lo digo por el vídeo de Eroski, que creo que nunca debería haberse hecho público por tratarse de algo personal y doloroso, máxime si es consecuencia de una patología, de la que nadie está libre.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraCifuentes aguantó porque quiso, es verdad, pero también porque su jefe se lo permitió. Parece mentira que después de tantos años en el partido ella no lo viera venir, puede ser porque el poder, al igual que el amor, es ciego, y es posible que su afán por aferrarse al sillón le impidiera ver lo que en otras ocasiones hemos visto: Rajoy la iba a dejar caer.
Ha mentido con el aborto, con el “matrimonio” homosexual, con los impuestos, con el terrorismo, con Cataluña, y los suyos han aprendido de él, y, lo que es peor, han visto que los españoles le han seguido votando
El presidente del Gobierno es un experto en dejar que los suyos se cuezan en su propia salsa, mientras él se limita, como mucho, a remover un poco con la cuchara mientras espera el punto justo de cocción, y entonces los saca de la olla para que otros se los coman. Él es un hombre de pasillo, su lugar preferido para bajar el pulgar y dictar sentencia de muerte, como hizo con Gallardón en Ifema, o con Cifuentes ayer en el Congreso. Luego se lava las manos, y a otra cosa mariposa.
El Partido Popular está hecho unos zorros, y Rajoy tiene la culpa. Él ha sido el primero en mentir, y ahora no está libre para tirar la primera piedra, por eso esconde la mano. Ha mentido con el aborto, con el “matrimonio” homosexual, con los impuestos, con el terrorismo, con Cataluña, y los suyos han aprendido de él, y, lo que es peor, han visto que los españoles le han seguido votando, así que muchos se han ido subiendo al carro.
La culpa de que la mejor gente que ha tenido el Partido Popular esté ahora fuera de él es de Rajoy. La culpa de que los que defendían un proyecto de España se hayan marchado es de Rajoy. La mayoría de ellos, los que más sentido de la responsabilidad y del honor han tenido, han preferido irse antes que taparse la nariz y renunciar a sus principios por un sillón y otros han intentado cumplir con las promesas electorales y se han topado con el traidor cuando estaban a punto de conseguirlo.
Cifuentes se subió en Sevilla a una cinta en la que un cartel animaba a seguir el ritmo de Rajoy, y ya vemos cómo ha acabado
La realidad es que, por culpa de Rajoy, la cúpula del Partido Popular es ahora, salvo alguna excepción, un batiburrillo de cortesanos sin criterio propio, gente “light” que no sabe ni contesta, que sólo aspiran a aguantar lo que les echen con tal de no salirse de la foto, y que lo mismo aplauden que abuchean al ritmo cada vez más cansino del que, como decía Pedro J. Ramírez, “mayor capacidad tiene de avanzar sin moverse”.
Cifuentes se subió en Sevilla a una cinta en la que un cartel animaba a seguir el ritmo de Rajoy, y ya vemos cómo ha acabado. Son muchos, políticos y ciudadanos de a pie, los que siguen andando en una cinta sin fin, sin norte, sin rumbo, mientras España camina a la deriva al ritmo de un hombre que nunca pretendió llegar a ningún lugar. Rajoy tiene la culpa. Y muchos españoles también.