
El martes pasado Esperanza Aguirre se apostó 5 euros a que la concejala de Cultura de Carmena dimitiría antes del viernes por el escándalo de los titiriteros. ¡Quién le iba a decir que cinco días después Celia Mayer seguiría como si nada, que perdía la apuesta y que la que anunciaba su propia dimisión era ella misma!
Irreparable perdida para la política nacional. Porque era el último gran referente de la derecha española; una incombustible luchadora que lo había sido casi todo (desde concejal de Unión Liberal en 1983 hasta presidenta de la Comunidad de Madrid, pasando por presidenta del Senado o ministra de Educación); una eficaz gestora –como demostró al consolidar a la autonomía madrileña como una locomotora de crecimiento económico-; una mujer valiente y sin complejos que lo mismo desafiaba el cáncer que los dardos de sus rivales en tertulias de televisión; y –quizá por eso- una gobernante querida por la parroquia más liberal-conservadora y menos arriolista del PP, como lo demuestra el historial de victorias electorales que fue enhebrando.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraMuchos votantes aún confiaban en ella como último cartucho para sacar al PP de la postración
En los últimos años, cuando el PP había abjurado de sus raíces liberales y cristianas y perdido toda capacidad de liderazgo, esos votantes aún confiaban en ella como último cartucho para sacar al PP del encefalograma plano.
No pudo ser. Se va la que podría haber sido Lady Thacher española, cuando más falta hacía: llega un Frente Popular tan tanque como ella, y casi casi tan chulo. ¿Quién le va a parar los pies a la horda de totalitarios, comecuras y perroflautas?

Se va con el partido tocado por la metástasis de la corrupción. Se va y queda pendiente esa renovación radical del PP que ella ha pedido y que Rajoy se resiste a hacer. Se va, y queda –¡cielos Cristina Cifuentes! y la guardia pretoriana del sorayismo-.
Estos son cinco porqués que ha influido en el ocaso de Esperanza Aguirre.
- Lo que destroza a todos.– Lo ha dicho ella misma: «La corrupción nos está destrozando a todos». Ningún partido se libra de ese cáncer –ni los recién llegados Ciudadanos y Podemos-. Pero en el caso del PP, se suma el clima de desmoralización de una formación a la deriva, un Gobierno zombie en funciones tras su batacazo electoral, y la sospecha de corrupción generalizada, tras el estallido del caso Barberá y el registro policial del PP de Madrid en busca de pruebas de la trama Púnica.
Se agradece el gesto de dimitir, asumiendo la responsabilidad política, toda una rareza en España. Pero queda la duda de si lo hace para dar ejemplo o para salvarse. El tiempo lo dirá. Porque lo que destroza a todos, lo que quita toda credibilidad a la clase política ya no es la corrupción sino la sospecha.
- Madrid, 2015: la hoja roja. La batalla de Madrid era su última gran oportunidad, pero ante los malos resultados cosechados en las municipales de mayo pasado, Aguirre supo que le había salido «la hoja roja» del personaje de Delibes. Aunque se impuso no tuvo posibilidad de ser alcaldesa –que hubiera sido el remate perfecto a su brillante carrera política- y vió como la vara de primer edil acababa en manos de Carmena y a una coalición de podemitas, ultraiziquierdas y antisistema. Ya entonces pidió un Congreso Extraordinario a Rajoy. Su estrella declinaba definitivamente.
Resulta difícil de creer que ella no supiera nada de la porquería que circulaba por el PP madrileño

3. Malas compañías. Es difícil de creer que, por su trayectoria, por su talante y por su solvencia económica, Aguirre se haya lucrado supuestamente. Pero también es difícil de creer que ella no supiera nada de la porquería que circulaba por el PP madrileño. Son muchos años, son muchos cargos, es mucho dinero . También dijo que ha nombrado a medio millar de altos cargos, y que sólo dos le han salido rana. ¿Sólo dos? De todas formas, esos dos le salieron algo más que batracios:, Francisco Granados, en prisión por su implicación en la trama Púnica, y al exconsejero Alberto López-Viejo, imputado en el caso Gürtel.
- Tercer grado en la comisión de investigación – Aunque parezca anecdótico, es reseñable el desgate de imagen de Aguirre sometida a un “tercer grado” por César Zafra (Cs) en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid. Un interrogatorio persistente e implacable sobre corrupción, recogido en directo por las cámaras televisivas, en la que la lideresa tuvo que escucharse cosas como ésta: “Señora Aguirre, usted presume de haber destapado la trama Gürtel como la que encuentra una aguja en un pajar, pero lo que ha encontrado es un árbol en el bosque. Lo raro es que no se haya tropezado antes” Aunque su interrogador tampoco es que sea una hermanita de la Caridad: él mismo reconoció hace unos meses que ejercía de abogado sin contrato y cobraba en negro.
- No saber retirarse a tiempo.- Si no hubiera vuelto a la política después de su retirada, en septiembre de 2012, posiblemente no hubiera pasado el amargo trago de estos días bajo la lupa de la policía. Es el síndrome de muchos políticos brillantes e incombustibles: no saber retirarse a tiempo. Se operó de un cáncer, lo superó, más tarde anunció su retirada alegando que quería dedicar tiempo a la familia. Pero en marzo de 2015 regresó al ser nombrada por Rajoy candidata a la alcaldía. Fue la más votada pero se quedó sin la vara de alcalde. El resto ya lo sabemos.