La islamización de la opinión pública

    Sigue faltando determinación -y rigor histórico, todo sea dicho- a la hora de reconocer la herencia cristiana de Europa para no ofender al Islam.

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    Centro Cultural Islámico de San Sebastián
    Centro Cultural Islámico de San Sebastián / foto Jose Ignacio Unanue

    Si alguien lograra colar una cámara oculta en cualquier madrasa -escuela coránica- de, por ejemplo, Egipto o Pakistán, se llevaría una desagradable sorpresa. Allí enseñan que matar al infiel no es mala cosa, e ilustran sobre cómo hacerlo. Los no musulmanes somos inferiores, y culpables de sus desgracias. Ellos no lo recocerán jamás en público, pero es así como piensan.

    Aquí, en Occidente, respetamos todo: razas, credos, ideologías y culturas. Nos viene de Francia, donde desde 1789 palabras como libertad, igualdad y fraternidad forman parte del núcleo duro de nuestros valores. El mundo occidental no sólo atrae por el tema económico, sino por esos mismos valores que dan calidad de vida. Pero hay quien abomina de ellos, aunque no de su confort. Es agradable tener sanidad, colegios, prestaciones sociales y un entorno donde poder expresar creencias y opiniones. Y resulta muy grato vivir en un lugar donde se respetan los derechos humanos. He ahí el quid de la cuestión.

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    Musulmanes de Francia, España, Bélgica o Reino Unido -países todos ellos golpeados por el terrorismo islamista- piensan que tienen derecho a todo lo anterior y también a una buena casa, un buen coche y un buen puesto de trabajo. Si no es así, entonces Occidente es culpable. Y xenófobo. Resulta complicado acceder a foros islámicos -que no islamistas- sin saber árabe, aunque alguno hay. En todos ellos se aprecia una pauta común: cero autocrítica, y un enorme resquemor de quienes viven entre nosotros, odiándonos.

    Donald Trump, durante su primera rueda de prensa como presidente electo. / EFE - Justin Lane
    Donald Trump, durante su primera rueda de prensa como presidente electo. / EFE – Justin Lane

    Ahora ven una oportunidad de oro con Donald Trump. Le acusan de islamófobo por su política migratoria, pero equivocan el calificativo: en realidad, todo es una gran hipocresía. Trump ha puesto trabas a la entrada de sirios, iraquíes y paquistaníes, mientras que saudíes y qataríes siguen teniendo libre acceso a Estados Unidos. Es, pues, el Islam sin petróleo el que incomoda al presidente norteamericano, ignorando tal vez hechos capitales como que 15 de los 19 terroristas que atentaron el 11-S eran originarios de Arabia Saudí, y que de Qatar salen cantidades ingentes de dinero destinado a financiar el yihadismo.

    En el seno del Islam está la raíz del mal, no en Occidente

    Cuando unos hacen algo en nombre de algo puede resultar anecdótico. En cambio, cuando muchos hacen siempre lo mismo en nombre del mismo -Alá-, tenemos un problema, y está en el Islam. No la religión en sí misma, aunque sí parte de lo que sale de ella. Tengo amigos musulmanes incapaces de hacer el menor daño, y que me consta que aborrecen toda forma de violencia. Pero es en el seno del Islam está la raíz del mal, no en Occidente. Tras los múltiples atentados del pasado año en Europa se produjeron manifestaciones a las que asistieron algunas chicas ataviadas con hiyab diciendo que los terroristas no las representan. Una mera impostura.

    Sigue faltando determinación -y rigor histórico, todo sea dicho- a la hora de reconocer la herencia cristiana de Europa para no ofender al Islam. En numerosos colegios no se cantan villancicos y más de un ayuntamiento se niega a poner belenes. Hay europeos en paro, que pasan necesidad y se ven obligados a vivir en precario. La diferencia es que no se rebelan contra el sistema ni atentan contra sus vecinos, como sí hacen los islamistas. Muchos de ellos han nacido aquí, musulmanes de segunda generación pero que conservan el mismo odio cerril a “lo infiel” que les han inculcado en la mezquita.

    ¿Para cuándo una manifestación de musulmanes pidiendo que se deje conducir a las mujeres en Arabia Saudí, que no se las lapide en AfganistÁn o que no se ahorque a homosexuales en Irán?

    A los presidentes de Estados Unidos o Francia les han votado millones de personas, cosa que no pueden decir el rey de Arabia Saudí o el emir de Qatar, y que parece obviar un nutrido sector de la opinión pública, cada día más islamizado.

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