La República Catalana

    La Argentina de Kirchner y la Venezuela de Maduro. Este es el actual proyecto de una república catalana. Y no es lo más preocupante.

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    Catalanes a favor de la Unidad de España queman la estelada durante la jornada de la consulta ilegal del 1-O/Actuall.

    Hemos visto la gran farsa. Hemos sido testigos del teatro en el que los que violan la ley han hecho el papel de buenos y el Gobierno ha sido el villano. Hemos aprendido, en todas las televisiones de ámbito nacional, que el Gobierno ha reprimido con cruda violencia a unos pobres ciudadanos que sólo querían votar. Cómo lo ha reflejado la prensa internacional… mejor ni mencionarlo.

    El nacionalismo, que avanza con la mentira, ha producido la mayor de todas ellas para dar un paso enorme. Visten de democracia lo que es todo lo contrario. Y hacen un llamamiento a la voluntad del pueblo, cuando en realidad la desprecian y la temen.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Estamos ante una rebelión. La Generalitat declarará la secesión. Los Mossos d’Esquadra se convertirán en el primer Ejército catalán. Y, o aparecen las fuerzas de Seguridad del Estado contra los Mossos, contra los escudos humanos, contra el Sursum Corda, o el Gobierno desprecia la CNN, o tendremos una república catalana.

    Sabemos cómo sería una república catalana. Sería un Estado creado a partir de un ingente problema para sus impulsores. Un problema esencial y que sólo se puede solventar con mucho esfuerzo, desempeñado durante generaciones. Ese problema es que Cataluña es España, y siempre lo ha sido.

    ¿Qué implicaciones tiene esto? Que tienen que construir un sentimiento de distinción, de separación del resto de España, de pertenencia al nuevo Estado y de exclusión de lo español. Tienen que autoafirmarse en una identidad. Tienen que seguir, en definitiva, una política activamente nacionalista. Y no es difícil prever qué ocurriría.

    Nos lo dice la Ley de Transitoriedad. El poder judicial dependerá del Govern. El jefe de gobierno nombra al presidente del nuevo Tribunal Supremo, a propuesta de una Comisión Mixta, formada por el presidente del Tribunal Supremo, el Consejero de Justicia, Cuatro miembros de la Sala del Supremo, y cuatro personas designadas por el Gobierno.

    Además, el Parlamento elegirá por mayoría absoluta a los presidentes de la sala del Supremo, más los cuatro jueces que quiere que formen parte de la Comisión Mixta, con lo que el control político del gobierno de los jueces está asegurado.

    Ya hay listas de jueces afines y de ex jueces. La nueva Cataluña nace con un sistema judicial muy parecido al de Cristina Kirchner en Argentina

    Lo principal es que la nueva judicatura estará formada sólo con jueces afines al régimen, ya que los actuales titulares perderán sus plazas, pero podrán optar a las del nuevo Estado. Ya hay listas de jueces afines y de ex jueces. En definitiva, la nueva Cataluña nace con un sistema judicial muy parecido al de Cristina Kirchner en Argentina.

    Tras el referéndum o no referéndum de mañana, que es lo de menos, habrá una declaración unilateral de independencia, y la convocatoria de unas elecciones a una Asamblea Constituyente.

    Durante la campaña, la Sindicatura Electoral Catalana puede intervenir en los medios de comunicación, públicos y privados, si considera que informan sin seguir lo que ella entiende que es la ecuanimidad.

    Según el mismo texto, que tiene de Ley la misma validez que Mediterráneo cantado por Trapero, el Primer Parlamento, saldrá de la activación, por parte del actual Govern, de “un proceso constituyente democrático, de base ciudadana, transversal, participativo y vinculante con el objetivo de redactar y aprobar la Constitución de la república».

    Es decir, protagonizado por las asociaciones de movilización nacionalistas y de las CUP. Esto lo conocemos bien, es la misma base, el mismo proceso, que la Asamblea Constituyente de Venezuela.

    La Argentina de Kirchner y la Venezuela de Maduro. Este es el actual proyecto de una república catalana. Y no es lo más preocupante.

    El control de los medios de comunicación, que es una realidad hoy, será aún más completa en una república catalana, como demuestra la Ley de Transitoriedad y la Sindicatura Electoral Catalana.

    Habrá una ideología oficiosa, cuando no oficial, que es un nuevo tribalismo, xenófobo, cuando no racista, y que abomina de los que piensan de forma diferente

    Habrá una ideología oficiosa, cuando no oficial, que es un nuevo tribalismo, xenófobo, cuando no racista, y que abomina de los que piensan de forma diferente o, en este caso, simplemente conocen la historia de su país.

    Nada más proclamarse la República Catalana, habrá una posición de exigencia frente al resto de España (Por cierto, a ver si se os ocurre algún nombre para ella), por su opresión del resto de los países catalanes.

    Esa posición es necesaria para reforzar el conflicto con España y la identidad, propia, distinta, de Cataluña. En función del reparto de los votos, esa posición puede tener un tono pre bélico.

    Por último, dado que una mayoría de catalanes no son secesionistas, además de todos los esfuerzos que acabo de decir, tienen que asegurarse de que el nuevo sistema no sea plenamente democrático.

    Estamos ante la culminación de una operación política liderada por unas élites corruptas

    Estamos ante la culminación de una operación política liderada por unas élites corruptas. Han creado una maquinaria puesta al servicio de una ideología antiliberal, con un objetivo de auto perpetuación sin las molestias de los automatismos del sistema judicial español.

    Esos automatismos se han subvertido en nuestro país para protegerlos. Ahora no tendrán ni la amenaza de ser juzgados. La sociedad que saldrá de un nuevo Estado catalán será menos libre que lo que es ahora. Y ese nuevo Estado creará nuevos problemas al resto de los españoles.

    España es algo mucho más importante que una nación. Es un país en el que hay una voluntad mayoritaria de convivencia. Desconocemos la xenofobia. Los partidos nacionalistas españoles, como el Frente Nacional o la Falange, tienen una presencia testimonial. Somos una sociedad abierta y tolerante. Con menos diferencias entre regiones que la inmensa mayoría de los países, incluso si sólo nos comparamos con Europa.

    España no es el depósito de verdades eternas; la tierra no emana unas esencias que debamos guardar como un tesoro. Pero tampoco podemos echar por tierra la historia de España en los últimos 2.000 años.

    Y una España unida es una mejor oportunidad para mejorar en la consecución de una sociedad libre.

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    José Carlos Rodríguez es periodista. Forma parte del equipo de ProducciONE, pero en otra vida ha sido redactor jefe de Internacional de La Gaceta, y ha trabajado en la prensa digital en medios como Factual.es, elimparcial.es y libertaddigital.com. También ha colaborado con el semanario Alba, Expresión Económica, La Ilustración Liberal, La Gaceta de los Negocios o la agencia APIE, entre otros.