
Viene a mi memoria hoy, a raíz de la situación política de España, el discurso fundacional del Partido Republicano Liberal Demócrata pronunciado por su líder, Melquíades Álvarez, el 24 de mayo de 1931 en los salones del madrileño y alhajado Hotel Palace.
Ante una audiencia de mil quinientos comensales, don Melquíades no llegó a entonar su última palabra, pues de repente sufrió un ataque de lipotimia provocado por la alta temperatura del salón, el humo asfixiante del tabaco y el abundante café que había consumido poco antes, además de la notoria insuficiencia de cápsulas suprarrenales.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraUn cóctel letal para un hombre que había cumplido ya los sesenta y siete años; o al menos eso debieron pensar quienes le dieron entonces por muerto. Su fiel camarada Gustavo Pittaluga gritó, espantado: “¡Nuestro jefe ha muerto! ¡Viva Melquíades Álvarez!”.
Nada más caer de bruces sobre la mesa presidencial, fulminado, los asistentes Adolfo González Posada, Villalobos y Pedregal le tomaron en brazos, llevándole hasta una ventana del sofocante salón, donde al cabo de un rato se repuso ligeramente gracias al aire de la calle.
Melquíades Álvarez había hablado durante dos horas enteras, un esfuerzo titánico para un tribuno de su edad. Permaneció en una habitación del Palace hasta primera hora de la noche, en que fue trasladado en ambulancia hasta su domicilio. Al día siguiente, se levantó para proseguir con sus tareas.
Basten sólo tres párrafos para comprender la injusticia cometida cinco años después con este leal defensor de la República
Basten sólo tres párrafos de su vibrante y extensa arenga para comprender la tamaña injusticia cometida cinco años después con este leal defensor de la República, capaz de atisbar ya entonces los graves peligros que se cernían sobre España.
El orador se declaró gran entusiasta del régimen republicano, salió en defensa de la religión pese a no ser religioso, se encaró con las aspiraciones de los nacionalistas catalanes y vascos, y advirtió de los peligros de una República arrostrada por el caos. Todo ello, con admirable valentía y lucidez. Juzgue si no el lector:
“-Hace ya muchos años dije –advirtió Melquíades Álvarez-, al comparecer por primera vez en el Congreso, que la República no era enemiga de la Iglesia católica, sino del clericalismo, porque significaba un poder absorbente. Ultrajar a la Iglesia católica es ultrajar a la Libertad, y no acepto que se diga que es de utilidad social ofender la doctrina de Cristo y destruir los templos donde se santifican sus doctrinas. Yo, en nombre de la Libertad, pido tolerancia. ¿Qué sería del mundo si no se pusiera la esperanza en las creencias y en sus promesas?
“-España es una sola nacionalidad, y, como tal, ha vivido a través de los siglos; nos unen, como ejecutorias, territorio, intereses, el espíritu inmortal henchido de recuerdos de grandeza, gloria y poesía; el verbo inmortal de nuestro idioma superior, vehículo supremo para el pensamiento y la civilización. Es un postulado santo la Unidad nacional, el sentimiento de la Patria y el amor a España.
«La pasión es fecunda; el desorden, no; y hay que combatirlo, porque puede convertirse en demagogia»
“-La democracia es actualmente apasionada y turbulenta; pero una cosa es pasión y otra desorden. La pasión es fecunda; el desorden, no; y hay que combatirlo, porque puede convertirse en demagogia, y ésta es la peor de las tiranías, empujada, por su impunidad, a los horrores del crimen”.
Y para crímenes execrables, el que costó la vida a este sincero y noble republicano la noche del 22 de agosto de 1936 en que fue acribillado a balazos en los sótanos de la cárcel Modelo junto a los falangistas Julio Ruiz de Alda y Fernando Primo de Rivera, entre otras víctimas inocentes. El odio, la soberbia y el rencor nada bueno presagian…