La escritora Claudia Piñeiro recordó en El País las consignas que habían sido coreadas en las manifestaciones del 8-M. Entre ellas, esta notable reivindicación triple: «Ni dios, ni patrón, ni marido».
Tal era el lema del periódico anarquista argentino La Voz de la Mujer, que bajo la dirección de Virginia Bolten editó unos pocos números a finales del siglo XIX. Hace poco se estrenó una película sobre la vida de Bolten, cuyo título es la mencionada reivindicación. El film no cosechó buenas críticas, pero la recuperación del lema tiene interés. En efecto, al calor de la descarada usurpación del feminismo, perpetrada por una izquierda desnortada tras la caída del Muro de Berlín y la crisis del Estado de bienestar, el triple lema resume las amenazas que el socialismo de todos los partidos representa para una sociedad de mujeres y hombres libres.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa aversión a Dios y la religión, en la que confluyó buena parte de la Ilustración —incluidos numerosos liberales, para desgracia del liberalismo— brotó de la identificación entre religión y superstición. Se supuso que no había armonización posible entre fe y razón, y que todo lo que sonara a Iglesia equivalía a oscuridad y atraso.
Análogamente rechazable era el patrón, es decir, el capitalismo, considerado explotador y empobrecedor. La figura del empresario concentró no solamente males económicos sino también políticos, porque manipulaba al Estado, convertido según Marx en mero títere de la burguesía. Para colmo, el patrón era moralmente reprochable, al ser cruel, injusto, egoísta, codicioso y abusador.
Que la izquierda siga recelando de la Iglesia, el mercado y el matrimonio cristiano es, al revés de lo que parece, la prueba de su atraso avasallador y su odio a las mujeres y los hombres independientes
El trío siniestro se completaba con el marido, que reflejaba lo peor de la religión y del capitalismo. En efecto, sometía y degradaba a la mujer mediante el matrimonio, institución esclavizadora y opresora, y también la cercenaba económicamente, ahogándola y arrinconándola en un hogar familiar que se convirtió para los intelectuales y artistas en el paradigma del infierno contemporáneo.
Reveladoramente, la triple reivindicación progresista no solamente estaba equivocada, sino que se sigue manteniendo en nuestro tiempo, cuando no hay ninguna excusa solvente para no reconocer que efectivamente es un triple bulo, porque esos objetivos han sido alcanzados, y cuanto más firmemente lo fueron, más brutal fue el castigo para las mujeres y los hombres. Lo prueba la sangrienta historia del comunismo, que tuvo explícitamente las tres metas: acabar con la religión, con el capitalismo y con la familia. En efecto, que la izquierda siga recelando de la Iglesia, el mercado y el matrimonio cristiano es, al revés de lo que parece, la prueba de su atraso avasallador y su odio a las mujeres y los hombres independientes. Especialmente a las mujeres, que no fueron sometidas y maltratadas por la religión, el capitalismo y el matrimonio, sino al revés: dichas instituciones protegieron a las mujeres, como se observó claramente cuando esos tres supuestos males fueron extirpados por el pretendido progreso antiliberal.