
Es común entre opinadores españoles de vario pelaje expresar su desesperación por lo que juzgan una prueba de irresponsabilidad en el líder socialista, Pedro Sánchez, de abocarnos por tercera vez a las urnas con tal de no abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, a costa de gastarnos una pasta en las elecciones y arriesgarnos a una multa de Bruselas no menor. El propio Sánchez resume su postura en un comentario en la red social Twitter: «El PSOE no va a estar en ninguna gran coalición. Somos la alternativa al PP y no vamos a apoyar aquello que queremos cambiar».
Pero Sánchez tiene una razón de peso para no querer aparecer en la foto gubernamental junto a Rajoy, a saber: veríamos en seguida que son gemelos ideológicos. Y eso es lo que hay que evitar a toda costa.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora¿Puede alguien decirme en qué sentido son los socialistas ‘socialistas’? ¿Quieren nacionalizar la industria y acabar con el mercado? No. De hecho, el grueso de las privatizaciones las llevó a cabo el equipo de Felipe González, el mismo que se encargó de liberalizar el mercado laboral. No fue un ministro ‘neoliberal’, sino el socialista Carlos Solchaga quien presumía de que España era el país en el que uno podía hacerse millonario más deprisa.
Teniendo mayoría absoluta en el Congreso, el PP ha mantenido amorosamente todas las leyes de ingeniería social aprobadas por Zapatero
¿Y en qué son derecha los ‘populares’? ¿Renuncian a intervenir la economía, eliminan impuestos, aprueban alguna ley que satisfaga vagamente a eso que llaman ‘derecha sociológica’? Ni por el forro. De hecho, teniendo mayoría absoluta en el Congreso, han mantenido amorosamente todas las leyes de ingeniería social aprobadas por Zapatero a las que se opusieron ferozmente en su día, y de lo que más presumen ahora es de la totalitaria ley de transexualidad aprobada en la Comunidad de Madrid, próximamente en el colegio de sus hijos.
Lo que les separa es retórica y tribalismo. Uno es del PSOE o del PP como es del Barça o del Madrid, y no importa que ambos equipos intercambien plantillas, que uno se mantiene fiel a los colores.

No es una peculiaridad española; en esto, como en tantas otras cosas, España no solo no es diferente, sino que sigue al resto de Occidente con servilismo perruno. Se llama ‘consenso socialdemócrata de posguerra’, y nos ha dado décadas de estabilidad, pero nada dura eternamente.
Básicamente, después de la terrible Segunda Guerra Mundial se llegó a un sistema basado en un mercado libre pero muy intervenido, de corte keynesiano y con el Estado del Bienestar como fetiche intocable. Y este sistema tenía por guardianes esencialmente a dos partidos, uno con la camiseta derechista y otro con la izquierdista, que fingían estar en las antípodas el uno del otro en cada campaña pero que coincidían en todo lo importante: CDU y SPD, tories y laboristas, UMP y PS, republicanos y demócratas.
¿Alguien cree que de formarse un gobierno estable de mayoría de PSOE, PP o Ciudadanos cambiarían mucho las cosas, que serían significativamente distintas? No
El problema ha surgido cuando el sistema ha empezado a agrietarse y por las grietas se han colado partidos que, sin necesidad de hacerlo explícito, han venido a revelar que hemos vivido en un cómodo y abierto régimen democrático de partido único con dos facciones con apenas diferencias. Porque, ¿alguien cree que de formarse un gobierno estable de mayoría de PSOE, PP o Ciudadanos cambiarían mucho las cosas, que serían significativamente distintas? No. El único partido que rompe este consenso es Podemos, con una plataforma para echarse a temblar.
Ese es el problema de Sánchez, y su tuit es lo más sincero que ha dicho en mucho tiempo: el PSOE existe para ser la alternativa del PP porque así se definió desde el principio y porque, en la mente de Sánchez y de los otros, así debería ser hasta el final de los tiempos.