El tirón de Bernie Sanders entre los jovenes bien alimentados y bien educados trae de cabeza a su rival en el Partido Demócrata, Hillary Clinton.
En los campus universitarios más prestigiosos de los Estados Unidos se vive una nueva primavera de las ideas colectivistas. Las protestas por las causas más peregrinas de la corrección política se han extendido durante el último año por las universidades más elitistas.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDemandas como la de un lenguaje no sexista en las clases, o el empapelado forzoso de los libros de las bibliotecas con los demenciales trigger warning, avisos sobre un contenido potencialmente ofensivo con minorías de tipo racial, sexual o religioso, son dos ejemplos de las luchas en las que se han estado volcando últimamente los jovenes privilegiados de la sociedad estadounidense, con un poder de convocatoria capaz de paralizar la vida académica hasta ver satisfechas sus demandas.
En ese sector de la poblacion, Sanders goza de una popularidad a la que, ni de lejos, puede acercarse Clinton.
El fenómeno tiene intrigados a los observadores.
¿Cómo es posible que un político tan alejado de los jovenes, por su edad, esté conectando con ellos tan fácilmente?
¿Por qué unos jovenes criados en la abundancia, políglotas, viajeros, conectados a Internet, con todo el conocimiento a su disposición, simpatizan con un candidato orgulloso de llamarse a sí mismo un “socialista demócrata”, que persiste en las recetas económicas y sociales del “gran Gobierno” cuyo fracaso está más que contrastado en las sociedades donde se han ensayado –también en los Estados Unidos durante el New Deal?
Bernie, ¿qué les das?
Esta misma semana, YouGov ha publicado una encuesta realizada entre el 25 y el 27 de enero, que muestra la predilección por el socialismo entre los jovenes de la generación de los millennials, es decir, los que hoy tienen menos de 30 años.
El 43 por ciento, en este segmento de la poblacion, tiene una visión favorable del socialismo. Solo el 32 por ciento de los millennials le tiene simpatía al capitalismo, a pesar de que es la generación que mejor ha explotado el potencial de la economía de mercado, y de ser la más consumista de la historia.
La encuesta de YouGov también constata –como, por otra parte, era de esperar– que, cuanto mayor es el individuo, más se aleja de las ideas socialistas y más ventajas le ve al capitalismo.
Solo un 23 por ciento de los estadounidenses mayores de 65 tiene una opinión favorable del socialismo, frente al 63 por ciento que cree que el capitalismo es el mejor sistema económico posible.
La primera conclusión de estos datos es que el socialismo se cura con la edad.
Tiene sentido, hasta cierto punto, que una generación que no ha experimentado el socialismo, ni las consecuencias del gigantismo del gobierno para la libertad personal, ni la opresión a la que conduce del colectivismo, tenga idealizada esa forma de organización de la sociedad y la vea bajo un prisma romántico.
Seguramente, el resultado de la encuesta sería distinto si se les preguntara por sus sentimientos hacia el socialismo a los jovenes millennials de Venezuela o Cuba.
En Estados Unidos, escribe Glenn Harian Reynolds, autor del blog Instapundit, en este artículo para USA Today, “los millennials están escuchando los cantos de sirena del socialismo”:
“Es preocupante, porque la historia del siglo XX fue básicamente la de la estela de destrucción dejada a lo largo del mundo por las ideas socialistas, desde el socialismo internacional de los bolcheviques y la Unión Soviética, al nacional socialismo de Adolf Hitler y su Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán.”
Natan Silver recomienda en este otro artículo mirar un poco más de cerca la renovada simpatía de los jovenes por el socialismo.
En la misma encuesta de YouGov, se detecta que, junto a la opinión favorable del ideal socialista, los jovenes estadounidenses también declaran mayoritariamente que no les gusta la idea de la redistribución de la riqueza dirigida por el Gobierno.
La proporción de jovenes menores de 30 que apoyan la redistribución de la riqueza por el Estado es la misma que en 1996.
Entonces, escribe Reynolds, “puesto que no puede haber socialismo sin redistribución de la riequeza –con una gran parte de esa riqueza retenida por los redistribuidores, claro–, ¿qué es lo que apoyan los jovenes cuando apoyan el socialismo?»
Silver cree que el mensaje de los universitarios estadounidenses es una apuesta por la heterodoxia ideológica. Es la misma heterodoxia que hace el libertario Ron Paul tenga también un foco muy activo de seguidores en los campus universitarios.
“Lo que tienen en común las coaliciones que apoyan a Sanders y Paul, respectivamente, es que están formadas, mayoritariamente, de personas que no se sienten a gusto en el sistema bi-partidista, aunque sin ser parte de las clases históricamente excluidas del sistema.»
El entusiasmo por Sanders entre los jovenes puede estar expresando –interpreta Reynolds– “la búsqueda de algo diferente”.
No es tanto el socialismo, considerado como un conjunto de ideas sobre cómo organizar la sociedad, como un difuso ideal de ruptura con el estatus quo de la clase política.
Un malestar asociado a la juventud que no es tan diferente del que, en España, ha llevado a Podemos a la antesala del Gobierno.
Se cura con la edad, y en su propia doctrina lleva la semilla de su extinción.
El socialismo por el que simpatizan los jovenes, si no es redistribución de la riqueza, es ingeniería social. Fomenta la sustitución de la familia por el Estado y promueve todo lo que retrase o impida el reemplazo de una generación de jovenes por otra.
Invirtiendo el famoso verso de T.S. Eliot en Los cuatro cuartetos, el socialismo puede decir de sí mismo “en mi principio está mi fin”.
Aunque los jovenes conectados de esta generación del siglo XXI deberían saberlo a estas alturas, muchos de ellos parecen haber elegido “acceder a lo que no conocen siguiendo una senda de ignorancia”.