No lo entienden. Creían que les recibiríamos con los brazos abiertos. Que caeríamos rendidos ante su promesa del paraíso en la tierra. Que todos estábamos deseando llegar a ese estado de karma y felicidad perpetua que nos prometían. Que ellos tenían la clave para alcanzar la sociedad justa y perfecta que todos anhelamos.
Pues vaya. Resulta que hay muchos –una inmensa mayoría, de hecho- que no dan pábulo a sus cantos de sirena. Que no nos creemos su discurso de vendedor de crece pelo milagroso en el antiguo oeste. Que no nos las dan con queso, vaya.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraY se rebelan. Estamos aquí para quedarnos y antes o después llegaremos al poder. Es inevitable, sentencian. El dedo divino se ha posado sobre ellos para investirles de poder y autoridad. Y caerá esa breva, aseguran.
«No afrontarán la causa real: que la mayoría de la gente no quiere ese paraíso que prometen; que es falso»
Los de Podemos han demostrado en estas elecciones tener mal perder. Dicen que quieren analizar el porqué de su pérdida del millón largo de votos y se inventan causas de todo tipo: es por los viejos del PP; por el franquismo sociológico que nos pringa sin darnos cuenta; porque los medios de comunicación son el mal encarnado; porque tal periodista, con nombre y apellidos (y ya empiezan a señalar objetivos) es la personificación del diablo y demás.
Lo que es seguro es que no afrontarán la causa real: que la mayoría de la gente no quiere ese paraíso que prometen; que es falso; que lo de social demócrata no cuela porque Pablo Iglesias es un comunista convencido; que votar a Podemos es romper con Europa, con los valores, con lo sensato y con el sentido común.
Resulta vergonzoso haber visto esta semana cómo los venezolanos entraban en tromba en su vecina Colombia para comprar papel higiénico y una barra de pan
Y un millón largo de sus votantes se quedó en casa en las pasadas elecciones. Se ha cansado pronto de sus promesas fatuas. La hemeroteca pesa demasiado y no se olvida fácilmente la imagen de Iglesias mostrándose meloso con los etarras o sus arengas a favor del régimen bolivariano.
Resulta vergonzoso haber visto esta semana cómo los venezolanos entraban en tromba en su vecina Colombia para comprar papel higiénico y una barra de pan porque el mesías Nicolás Maduro se dignó a abrir la frontera durante 14 horas. Valiente sinvergüenza. Sus desagradecidos súbditos huyen al país vecino porque el paraíso bolivariano no puede proveerles de lo básico para sobrevivir.
El también sinvergüenza Errejon dirá que marcharon a Colombia porque las colas en ese país son más rápidas que en Venezuela, o que todo fue una maniobra orquestada por la oposición, o que el papel higiénico colombiano es más suave y rasca menos el trasero.
Causa pavor hablar con venezolanos y que te digan que el país tardará varias décadas en recuperar el nivel de vida que tenían. O ver que multinacionales como Kimberly-Clark echan el cierre a su filial en Venezuela y dejan en la calle a cientos de trabajadores porque ya no les sale rentable vender pañales. O que los índices de criminalidad son de los más altos del mundo.
Éste es el legado de la locura chavista-bolivariana y de esta pesadilla nació Podemos. Ahora trata de sacudirse su pasado y sus seguidores rechinan cada vez que les echas en cara sus orígenes, retorciéndose de rabia antes de reconocer quién financió y en quién se inspiró el partido morado. Pero la hemeroteca, insisto, es machacona, y los hechos están ahí para quienes los quieran ver.
Pablo Iglesias se equivocó. El tic-tac corre en su contra, no en la de Rajoy. No han conseguido en esta ocasión ocupar el poder y va a ser difícil (salvo que el PP se lo vuelva a poner en bandeja con nuevos casos de corrupción) que se les presente una situación similar.
Si España sigue por la senda de la recuperación, aunque sea a trancas y barrancas, esa indignación y rencor de las que nació Podemos se irá diluyendo. Porque Podemos es rencor, y necesita el rencor para sobrevivir.