¿Quién amenaza más a la libertad de expresión: Trump o Iglesias?

    Trump llama mentirosos a los medios; Iglesias dice “muchas gracias” a cada pregunta en las ruedas de prensa. Pero prepara una ley que amenaza con maniatar al discrepante. ¿Se puede llamar democracia a un régimen que persigue a los Sajarov o a los Boadella?

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    Donald J. Trump y Pablo Iglesias

    Tú ves a Pablo Iglesias y en las ruedas de prensa a cada pregunta repite sistemáticamente “muchas gracias por la pregunta” antes de entrar en harina.

    Ves a Trump y todo son insultos, provocaciones o argumentos ad hominem impropios de un presidente como burlarse a la cirugía estética de Mika Brzezinski, hija del que fuera jefe de la diplomacia con Carter, Zbigniew Brzezinski, y a la sazón presentadora de televisión.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    El líder de Podemos parece, en las formas, lord Byron. El presidente americano, un gañán. Comparando los tonos de uno y de otro, se podría deducir que Trump es una amenaza para la libertad de expresión, por sus ataques y descalificaciones a los medios.

    La pregunta es si, más allá de su injustificable zafiedad, Trump tiene algo de razón al llamar mentirosos a medios tan prestigiosos como The New York Times, Wall Street Journal o CNN.

    Veamos.

    La gran prensa norteamericana no aceptaba que el republicano hubiera ganado las elecciones, igual que Zapatero no aceptaba que la II República hubiera perdido la guerra. Y ambos se empeñaron, en su rabieta infantil, en reescribir la Historia y modificar retrospectivamente hechos incontrovertibles.

    Zapatero con la Memoria Histórica (y su escudero judicial, el prevaricador Baltasar Garzón imitando al jovencito Frankenstein: removiendo tumbas); y buena parte de la gran prensa lanzando infundios contra Trump.

    Frente a una verdad incómoda (Donald llegaba a la Casa Blanca en lugar de Hillary), la prensa recurría a la postverdad conveniente (Donald era un nuevo Hitler); y entonces era preciso someterlo a un impeachment y apearlo urgentemente del poder.

    Y, a falta de pruebas, se lanzaron a difundir mentiras (perdón, posverdades).

    Así, los medios más prestigiosos de EEUU dieron credibilidad a la juerga de Trump en el Hotel Carlton de Moscú (lluvia dorada incluida). El dossier circuló por las redacciones de la CNN, New York Times, The Wall Street Journal, Financial Times y no se cortaron un pelo en publicar aquello.

    ¿Alguien se imagina que un director acepte la publicación de algo tan serio si no está contrastado por varias fuentes -como prescriben todos los libros de estilo-?

    El colmo llegó cuando el digital BuzzFeed publicó el dossier diciendo que esa información no estaba verificada ni era verificable.

    ¿Cómo? ¿Alguien se imagina que un director o redactor jefe acepte la publicación de algo tan serio si no está contrastado por varias fuentes -como prescriben todos los libros de estilo de las grandes agencias y los grandes rotativos-? ¿Alguien se puede imaginar que un medio comprometa su prestigio dando crédito a una información no verificable?

    Pues con Trump, todo valía. Hasta lo no verificable, es decir la negación del periodismo.

    Ese clima de antiperiodismo señorea muchos medios de comunicación, siempre que se trate de atizar a la derecha. Un caso reciente es el del New York Times -antaño la Biblia del rigor periodístico- contando que Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y estrella del Tea Party, estaba vinculada a un tiroteo. Palin lo demandó por difamación y el NYT se vio obligado a rectificar.

    Cuando antiguamente un medio de comunicación quería derribar a un presidente ponía a olfatear a sus sabuesos en busca de pistas, daba con pruebas, las contrastaba, y sólo cuando lo tenía muy claro y eran verdaderamente inapelables se lanzaba a la piscina. Y si no las encontraba, a otra cosa.

    Los impeachment se cimentaban con hechos, con pruebas. Ahora pretenden cimentarlos con mentiras e infundios. No cuela. Hoy por hoy, Trump no es Nixon.

    Pero Trump ha cometido el imperdonable error de ir contra el establishment; y la izquierda cultural y mediática no se lo perdona.

    Vayamos, ahora, con el “byroniano” Pablo Iglesias.

    Su partido va a llevar al Congreso una verdadera bomba de relojería que nos retrotrae a tiempos pre-democráticos, a la Alemania nazi y a la Rusia soviética, al imponer la censura contra los medios de comunicación.

    El lobby LGTBI trata de imponer sus postulados a toda la sociedad.
    El lobby LGTBI trata de imponer sus postulados a toda la sociedad.

    Ya hemos tratado por extenso en Actuall, los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución que atropella la Ley mordaza LGTB de Podemos (se carga la presunción de inocencia, usurpa la patria potestad, la libertad de educación, vulnera el principio de igualdad etc.)

    Ahora quería fijarme en la amenaza que para la libertad representa que nadie pueda expresarse sin miedo a ser sancionado o perseguido. Lo de menos el motivo -en este caso la cuestión LGTB-. Lo de más es la mordaza.

    Si en una democracia no puedes aportar puntos de vista distintos a los que exhibe el poder, incluso satirizar o burlarte… apaga y vámonos

    Si en una democracia no puedes debatir, discrepar, aportar puntos de vista distintos a los que exhibe el poder, incluso satirizar o burlarte… apaga y vámonos. «Escribir con honradez es ofender» señala Hermann Tertsch en ABC Y añade:  «Métanse con la ideología de género y del izquierdismo dominante y acaban en casa haciendo punto».

    Si un régimen -sea del signo que sea- no permite a los Sajarov, los Solzhenitsin, los Vaclav Havel, los Voltaire, Boadella… no lo llamemos democracia.

    Y ¡ojo! que la tentación censora no es exclusiva de los totalitarismos.

    En la España de 2017 estamos a años luz de la Alemania nazi -en la que para tomar el pelo al mandamás había que hacerlo desde el otro lado del Atlántico, como Chaplin con su sátira sobre Hitler-.

    Pero si la ley Podemos-LGTB prospera estaremos cerca de los EEUU de los años 50, cuando era preciso cerrar la Underwood o camuflarse en un pseudónimo para que no te empapelaran los cazadores de brujas -como Dalton Trumbo y otros guionistas y directores perseguidos por el senador McCarthy-.

    Donde hay miedo no hay democracia. Como no la había en los pueblos de la Guipuzcoa profunda cuando llegaban las elecciones y los matones te miraban feo según a quien votaras.

    Podemos es un partido sospechosamente violento, auspiciado por un régimen que ahorca a homosexuales, que aplaude a dictaduras como la venezolana, que pretende desamortizar a la Iglesia y enviarla a las catacumbas, con una raíz marxista incapaz de entender la libertad.

    Pero el PP, a pesar de su anemia ideológica y sus traiciones a algunos de sus principios, es una formación moderada, que se ha distinguido por preservar la estabilidad y la prosperidad de España, que no busca la confrontación, y que carece de los tics liberticidas del PSOE o de Podemos.

    La España de 2017 comenzará a parecerse a los países del Telón de Acero, en los que nadie se atrevía a abrir el pico, y todos sospechaban del vecino

    ¿Será capaz de frenar en el Parlamento esta amenaza a la libertad de expresión, que es a la democracia lo que el oxígeno a la respiración?

    ¿Va a permitir que se repartan bozales para acallar a Hermann Tertsch, Carlos Herrera, Salvador Sostres, Paco Segarra, José Javier Esparza, Kiko Méndez, Eduardo Inda, Luis del Pino, Fernando Savater, Miguel Temprano, Sánchez Dragó, Fernando Paz, Isabel San Sebastián o Pérez Reverte, entre otros…?

    De lo contrario, la España de 2017 comenzará a parecerse a los países del Telón de Acero, en los que nadie se atrevía a abrir el pico, y todos sospechaban del vecino y acataban servilmente el siguiente dicho:

    “Si piensas, no hables; si hablas, no escribas; si escribes, no publiques; si publicas, no firmes; y si firmas… declara que te has equivocado”

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    Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.