Reacios, pero condenados a entenderse

    Lo correcto sería esperar a que haya un acuerdo y, cuando lo haya, comunicárselo al monarca y que éste proponga a la persona acordada.

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    Mariano Rajoy recibe a Pedro Sánchez en Moncloa / EFE
    Mariano Rajoy recibe a Pedro Sánchez en Moncloa / EFE

    Están tan acostumbrados a hacerse jugarretas los unos a los otros, que hasta Rajoy, presidente del partido supuestamente más respetuoso con la Monarquía, le hizo el pasado viernes al rey una finta que puso al monarca en evidencia.

    Felipe VI no sólo pensó que el gallego aceptaría ser candidato a la investidura, sino que creyó que el PP le estaba exigiendo que lo designara en primer lugar, antes de explorar ninguna otra solución, como si haber sido el partido más votado le otorgara constitucionalmente ese derecho. Hasta tal punto es así, que el PSOE, en el comunicado emitido a continuación de la espantá de Rajoy, puso en él esa tontería de que el PP estaba obligado «constitucionalmente» a ser el primero en someter a su líder a escarnio parlamentario, cosa que es rigurosamente falsa y es increíble que en Ferraz no haya ningún ejemplar de la Constitución que consultar en estos casos.

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    Es increíble que en Ferraz no haya ningún ejemplar de la Constitución que consultar en estos casos

    Hay augures que se preguntan por qué Rajoy hizo esa jugada de pedir el balón al rey para luego, una vez que el monarca se lo había pasado, correr en la dirección contraria. Y algunos han creído ver en ello una artera maniobra. No hay nada. Simplemente el líder del PP se dio cuenta en el último momento de lo estúpido que era exigir ser propuesto para perder y ser vapuleado como un dominguillo, puesto cual digan dueñas y se evidenciara el rechazo visceral que su personal figura genera.

    Pedro Sánchez no está mejor. El mismo viernes casi todos los arúspices daban por seguro que pactaría con quien tuviera que pactar y concedería lo que tuviera que conceder a cambio de ser presidente del Gobierno. Y de repente, ese que «corra el turno» de Rajoy empujó al secretario general del PSOE a la puerta de chiqueros a esperar de rodillas que saliera el morlaco cornalón y abrochado que es Podemos. Pero, en el momento en que Sánchez oyó los primeros bufidos del miura al otro lado del portón, corrió a refugiarse en el más próximo burladero a buscar el calor de su cuadrilla. Limitadas las opciones a lo razonable, al PP y al PSOE no les queda otra que entenderse.

    ¿Por qué no puede ser, por ejemplo, Felipe González ministro de Exteriores? ¿o Aznar, ministro de Defensa?

    Y da la impresión de que todo sería mas fácil sin Rajoy y sin Sánchez. La cuestión estriba en que ninguno de los dos está dispuesto a renunciar y mucho menos a dejar que el otro sea presidente con los propios votos. Rajoy plantea además el problema añadido de que aquí los ex presidentes no pueden ser nada que esté por debajo de eso. Y francamente, es una tontería. ¿Por qué no puede ser, por ejemplo, Felipe González ministro de Exteriores? ¿o Aznar, ministro de Defensa?

    Dado que ninguno, ni el presidente del PP ni el secretario general del PSOE, está dispuesto a permitir que el otro sea presidente con sus votos, lo más lógico sería buscar a un tercero con prestigio y sin ambición política que ocupe la presidencia los años que se pacte y que Rajoy y Sánchez se reservaran un par de vicepresidencias con los ministerios que ellos quisieran y desbloquear así la situación. Pero, cómo en España el presidente tiene tantísimo poder, ninguno de los dos quiere renunciar a la oportunidad de serlo o seguir siéndolo y así estaremos hasta que el paso del tiempo, las encuestas y las revueltas internas en sus respectivos partidos les convenzan de que no tienen otro remedio que pactar.

    Mientras, lo que no deberían permitirse es tener al rey haciendo consultas y consultas que no sirven para nada. Lo correcto sería esperar a que haya un acuerdo y, cuando lo haya, comunicárselo al monarca y que éste proponga a la persona acordada.

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    Emilio Campmany nació en Madrid, en 1958. Estudió en el Liceo Italiano y es licenciado en Historia y en Derecho por la Universidad Complutense. Es también registrador de la propiedad. Ha publicado dos novelas, "Operación Chaplin" y "Quién mató a Efialtes" y una narración de la crisis que desató la Primera Guerra Mundial llamada "Verano del 14. Una crónica diplomática". Está casado y tiene dos hijos.