
Los resultados de las elecciones son nefastos. El PSOE tendrá el fiel de la balanza: podrá decantarse, bien hacia un tripartito constitucionalista PP-C’s-PSOE, bien por una coalición PSOE-Podemos-nacionalistas. Los antecedentes –tanto remotos (Largo Caballero) como recientes (Zapatero)- acreditan que el PSOE nunca pierde ocasión de anteponer el ansia de tocar poder y el odio sectario a la derecha al interés nacional. Así que no cabe descartar un Frente Popular que nos embarque en una senda desastrosa de confederalización asimétrica (o incluso autodeterminación para Vascongadas y Cataluña) y bolivarianización económica.
Pero casi daría por bien empleada la pasada por la izquierda si nos sirviese para construir por fin una verdadera derecha liberal-conservadora: intelectualmente asertiva, desacomplejada, dispuesta a librar la batalla de las ideas, los valores, la concepción del mundo. No es ya una cuestión de preferencias ideológicas, sino de supervivencia nacional.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraBajo la férula de Rajoy, el PP ha completado su proceso de desarme cosmovisional y sumisión a la hegemonía cultural de la izquierda. Rajoy no ha revocado una sola de las leyes de Zapatero sobre bioética, género o memoria histórica. Alegaba que estaba demasiado atareado parcheando las cuentas, como si ocuparse de la economía impidiese tener posición sobre otros asuntos. Pero ni siquiera en lo económico ofreció Rajoy un discurso consistente, una alternativa al “socialismo de todos los partidos”.
No ha aprovechado la mayoría absoluta para abordar los problemas estructurales de la economía española: insuficiente productividad, excesivo peso del Estado, déficit de la Seguridad Social (que irá más a causa del envejecimiento de la poblacion), duplicidades administrativas y despilfarros autonómicos, erosión neotaifal de la unidad de mercado, constante crecimiento de la deuda pública, trabas burocráticas a la creación y funcionamiento de las empresas…
La recuperación económica de España está «cogida con alfileres» pues las carencias de fondo siguen ahí
Se han hecho reformas superficiales, que han servido para restañar en parte el déficit público (a base de aumentar impuestos, no de reducir gasto) y para reactivar momentáneamente el crecimiento. Pero han sido tan tímidas que la nuestra es una recuperación “cogida con alfileres” (los alfileres de los bajos tipos de interés y bajo precio del petróleo), pues las carencias de fondo siguen ahí.
Las reformas no han sido solo insuficientes: lo peor es que se las ha abordado como pidiendo perdón. Rajoy nos recordaba en todo momento que, como Bartleby el Escribiente, “preferiría no hacerlas”. En lugar de enmarcarlas en una filosofía general de aligeramiento del Estado y liberalización económica, el presidente daba a entender que lo que le hubiera gustado habría sido gastar a espuertas y multiplicar subsidios y servicios públicos.
Rajoy es un socialdemócrata que ha tenido que aplicar retoques liberales en los que no cree
Es un socialdemócrata que se ha visto obligado por las circunstancias a aplicar retoques liberales en los que realmente no cree. Pero, si la socialdemocracia es lo correcto, no puede culparse a los votantes de que elijan a los socialdemócratas profesionales, los de pedigrí.
Rajoy pensó que, pese a todo, la mejoría económica del último año y el miedo a Podemos le bastarían para alcanzar un resultado que le permitiera gobernar. No aspiraba a convencer intelectual y moralmente al electorado; se conformaba con apelar al miedo, al malminorismo garbancero, al aldeano “virgencita, que me quede como estoy”.
Enfrente tenía a una izquierda que sí poseía una filosofía, sí argumentaba en términos de valores, ideales, concepción general del mundo. Una filosofía neoleninista y peligrosa, que nos podría llevar a abismos venezolanos si llegara a ser aplicada.
Pero este PP alérgico al pensamiento no tenía a un ideólogo capaz de sostenerle la mirada a Pablo Iglesias (tampoco lo tenía Ciudadanos, que diluyó sus ya de por sí escasas señas de identidad ideológicas en una campaña timorata, en la que, en lugar de lanzar una OPA a la totalidad de la derecha, se optó por el bisagrismo y el centrismo vacuo).

¿Por qué recibió Rajoy a Iglesias en la Moncloa, regalándole homologabilidad democrática en un momento en que Podemos caía en las encuestas? ¿Por qué en los debates nadie tuvo el valor de restregarle en la cara al “leninista amable” sus escraches, su interrupción vocinglera de la conferencia de Rosa Díez, su complicidad con la dictadura venezolana (“Chávez es amor”), que ha arruinado a una nación rica en recursos?
Necesitamos una derecha que se tome en serio las ideas y los valores, que no se resigne a la superioridad moral e intelectual de la izquierda. Ideas como el recorte del Estado, la apuesta seria por la libre empresa –y no por la redistribución estatal- como única vía factible hacia la prosperidad, la devolución de servicios al mercado, la potenciación desacomplejada de la idea de España (lucha cultural contra los nacionalismos, recuperación de las competencias educativas, enseñanza en castellano garantizada a todos), la protección de la vida y de la familia, el fomento de la natalidad.
El PP debe comprender que el pragmatismo arriolesco y el vuelo gallináceo de Rajoy le han llevado a su desastre actual
Vox ha intentado crear esa derecha de las ideas, con muy escaso éxito. Pero ahora le toca al PP. El PP debe comprender que el pragmatismo arriolesco y el vuelo gallináceo de Rajoy le han llevado a su desastre actual.
Sería necesario que las bases se insubordinasen y exigiesen un congreso abierto –“un militante, un voto”- que abordase la refundación y el rearme ideológico (como ya propuso Cayetana Alvárez de Toledo en junio, ganándose con ello la expulsión de las listas).
Y, si eso no es posible, si el partido sigue en manos del establishment rajoyano y del inmovilismo, el sector del PP que todavía crea en algo debería plantearse la escisión, convergiendo con los pioneros de Vox y con elementos de la sociedad civil en la creación de una nueva fuerza liberal-conservadora.