
Carolina de Sur ha descabalgado a Jeb Bush. Tenía mucho a su favor. Es un político con experiencia, le respalda su buena gestión como gobernador de Florida, domina el discurso conservador que le puede granjear el apoyo de las bases, era el mayor representante del stablishment republicano, y contaba con fondos casi ilimitados para sostener su campaña (se ha gastado en ella 150 millones de dólares). ¿Qué ha fallado? En primer lugar, el apoyo de su partido fue tibio desde el principio. Y no ha sabido transformar todo ello en un apoyo incontestable. Tuvo su momento entre noviembre de 2014 y julio de 2015, cuando la estrella de Donald Trump empezó a brillar con toda su fuerza. Desde entonces, no ha dejado de caer en la intención de voto de los republicanos. No sólo dejó de ser el candidato por batir, sino que tampoco ha sido el rival de Trump, incómodo papel jugado por Ben Carson, Ted Cruz y Marco Rubio. La perspectiva de un presidente Bush III se aleja parece que definitivamente.
Ahora Carson también está fuera de la carrera republicana, a la espera de que lo haga oficial, probablemente después de Nevada. Lo cual despeja el horizonte hasta el súper martes en cuatro candidatos: Trump, Cruz, Rubio y John Kasich. Pero tampoco está claro que el gobernador de Ohio vaya a aguantar. Puede presumir de estar haciendo una buena gestión en su Estado. Y acaba de firmar una ley que privará a Planned Parenthood, la multinacional del aborto, de un millón de dólares anuales en fondos públicos. Los fondos no estaban destinados a poner fin a los embarazos; eran fondos federales, canalizados por el Departamento de Salud de Ohio, para otros servicios gestionados por PP, como pruebas de VIH, de cáncer de mama, o la prevención de violencia contra las mujeres. Pero ya no los gestionará la multinacional, y él lo utilizará para buscar el apoyo de los republicanos conservadores. Con todo, no parece que sea suficiente. En Carolina del Sur incluso ha quedado por debajo de Jeb Bush.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraLuego tres son los apellidos que llegarán con verdaderas opciones al súper martes del uno de abril. Trump es el primero de ellos. Casi todos los analistas, y entre ellos yo, habrían dado por hecho que a estas alturas la aventura trumpendiana habría tenido su glorioso final. Pero ahí sigue, concitando un tercio del apoyo republicano, con una notable diferencia sobre quien ocupe en cada momento el segundo lugar. FiveThirtyEight le otorga una probabilidad de llevarse Nevada (martes, 23 de febrero) de entre el 65 y el 79 por ciento.
Estado por Estado, Trump mantiene la ventaja en la gran mayoría de ellos. Por ejemplo, con vistas al súper martes, el empresario neoyorkino tiene una amplia ventaja sobre los rivales en Georgia (76 delegados), y Virginia (49), y un liderazgo más dudoso en Oklahoma (43). Pero Cruz le lleva once puntos de ventaja en Tejas (155). Más adelante, Trump arrasa en Florida (99), y mantiene un ajustado empate en California con Cruz (172 delegados).
¿Quiere ello decir que Trump tiene expedito el camino a perder frente a cualquier candidato demócrata (ya que nadie piensa que tiene opciones de ganar una elección nacional)? No. El apoyo que recibe, que ronda el 35 por ciento entre los votantes republicanos, está muy cerca de su techo, y no es posible que logre por sí solo los 1.237 delegados que necesita para ganar en la Convención Republicana, en Cleveland. Él lo sabe, y por eso ha tenido buenas palabras para sus principales rivales, a los que necesita para ser candidato. Matt Lewis, el periodista de The Daily Caller, ya ha propuesto un ticket (pareja de candidatos a presidente y vicepresidente) formado por Cruz y Rubio.
Marco Rubio es, tras la defección de Jeb Bush, el candidato del stablishment republicano
Trump, de hecho, ocupa una posición muy heterodoxa. Marco Rubio es, tras la defección de Jeb Bush, el candidato del stablishment republicano, como lo demuestra el hecho de que tiene una amplia ventaja en el apoyo de legisladores y gobernadores. FiveThirtyEight, que hace un recuento ponderado de esos apoyos, le otorga una clara ventaja a Rubio. Si bien es cierto que a estas alturas otros candidatos republicanos (Bush padre e hijo, Bob Dole, Mitt Romney…) ya habían obtenido muchos más apoyos, Rubio no sólo lidera los apoyos, sino que en los últimos días ve cómo éste crece aceleradamente. Ante los votantes tiene la ventaja, frente a McCain en 2008 o Romney en 2012, de que es un hombre hecho a sí mismo, con una historia personal que puede inspirar al público. Y tras el fiasco del debate anterior a New Hampshire ha logrado recuperarse, lo cual habla bien de él como candidato. La marcha de Bush, otrora mentor suyo y rival como hombre del stablishment, le favorece.
Ted Cruz, por su parte, es el representante de las bases conservadoras del Partido Republicano. Es muy significativo que haya sido el único en visitar el sepelio del fenecido juez del Tribunal Supremo Antonin Scalia, quien junto con Clarence Thomas era el bastión del conservadurismo en la institución.
Sanders representa la desconfianza de las nuevas generaciones hacia el Partido Demócrata
Si uno representa al poder republicano y otro a las bases conservadoras, ¿qué representa Donald Trump? No es el candidato progresista, una corriente de larga tradición en el Partido Republicano y que, desde Reagan o incluso desde Goldwater, está de capa caída. Tampoco es exactamente conservador. Recupera algunas ideas que en otro tiempo tuvieron el sello republicano, como el nacionalismo económico o el nativismo. Creo que lo más adecuado es ver en él al hartazgo de los votantes hacia el Grand Old Party, como Sanders representa la desconfianza de las nuevas generaciones hacia el Partido Demócrata.
Marco Rubio es el bueno, el que está bien visto por las estructuras de poder del partido, mientras que Ted Cruz es el feo para el stablishment, aunque no tan incómodo como el malo, que es sin lugar a dudas Donald Trump.