Ni Soraya es Rihanna ni Rajoy, David Guetta

    En el siglo XX y, desde el duelo Nixon-Kennedy, la política se convirtió en teledemocracia. En el XXI se ha convertido en una pista de baile. No es preciso saber gobernar, basta con menear la cadera.

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    La vicepresidenta Sáenz de Santamaría bailando en El Hormiguero. / A3TV
    La vicepresidenta Sáenz de Santamaría bailando en El Hormiguero. / A3TV

    Cuenta el periodista Joe McGinnis en Cómo se vende un presidente (The selling of a president), un clásico que narra la llegada de Nixon al poder en 1968, que lo que lleva a un candidato a la Casa Blanca no son los mítines sino la televisión. El candidato republicano había sido batido ante las cámaras por el guaperas John Kennedy ocho años antes y estaba escarmentado. Así que decidió que la mejor manera de ganar el circo de las elecciones era salir a la pista y convertirse él mismo en payaso. Y ganó.

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    O tienes sexapil, pilates, juventud y buen rollito o no te comes un rosco. Desde JFK a Albert Rivera, pasando por Inés Arrimadas. La nueva política no es otra cosa que fachada. Don Mariano a su lado es un señor del novela de Galdós, demasiado aburrido para ganar el share que, como todo el mundo sabe, es más decisivo que la urna.

    Tampoco es que Sánchez sea un Besteiro, Rivera un Cambó o Iglesias un Antonio Gramsci, pero parecen más jovenes de lo que son y eso en la era del fitness es un puntazo. Justo lo contrario de Rajoy, que parece a punto de coger la prejubilación.

    Quizá eso explique que, siguiendo a Miquel Iceta, los populares se hayan lanzado a la pista de baile para romper el negativo mantra de que Génova comunica peor que una telefonista del páramo leonés de la posguerra.

    Se han debido creer que para conjurar la amenaza de unas encuestas adversas, con un Ciudadanos comiéndoles la tostada del centro-derecha, es preciso conectar con la plebe, y para ello nada mejor que marcarse unos pasitos y nos saltitos a lo Rafaella Carrá o a lo Georgie Dann, o bailar al son de Bruno Mars.

    Por mucho que la vice menee las caderas, la tasa de paro juvenil permanece obstinadamente inmóvil

     A dos meses de unos comicios en los que pueden perder la Moncloa la vice Soraya ha confundido la cercanía con la coreografía, pero por mucho que menee las caderas o agite la melenita, la tasa de paro juvenil permanece obstinadamente inmóvil. Al menor de 25 años que está mano sobre mano no le vengas con “hormigueros” y colegueos, porque no cuela.

    El PP, que llegó al poder para enderezar la economía, tapar la vía de agua centrífuga abierta por Zapatero y paliar su infausta ingeniería social, ha decepcionado a propios y extraños. La reactivación económica de la que presume Rajoy está cogida con alfileres, y ni siquiera es mérito suyo sino de una heroica clase media que es la que se ha comido el marrón del severo ajuste, con las espaldas cargadas de impuestos.

    No convencen ni al ala más izquierdista ni a la más conservadora

    La unidad de España se ha visto burlada por el órdago secesionista de Cataluña y, en otra medida, por el  ambiguo discurso de la virreina pepera en el País Vasco, con visibles muestras del Síndrome de Estocolmo. Y de la ingeniería social qué quieren que les diga: ¿los planes  de adoctrinamiento LGTB de Cifuentes?, ¿la boda de Maroto con la plana mayor de Génova?, ¿la burla de reforma light de la ley Aído del aborto?

    Ni convencen al ala más izquierdista –que prefiere a Rivera-, ni mucho menos a la más conservadora, aunque el PP confía en que esta su fiel infantería irá a votar en masa con la nariz tapada.

    Al cabo, la política no es otra cosa que estrategia, carente de contenido y mucho menos de principios. Eso era el arriolismo y eso es el karaoke. Lo importante es la partida de ajedrez para dar jaque mate y conservar el poder. Lo de menos es el tablero en el que se dilucidan los destinos de los ciudadanos, que puede ser un plató de televisión o la pista de una disco.

    Los nietos de la Alianza Popular de Fraga han demostrado que son capaces de imitar a Shakira y que, si ensayan, pueden llegar a poner la punta de talón en su sitio siguiendo a Coyote Dax. Pero eso no va a galvanizar a sus votantes más tradicionales, y dejará fríos a sus votantes más jovenes, sobre todo si son parte del medio millón de menores de 25 años que han tenido que buscarse la vida fuera porque aquí no hay curro. Rajoy puede que tenga futuro como dj resident en una disco, pero está por ver que lo tengan como residente en La Moncloa.

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    Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.