Vox y la batalla cultural contra el postmarxismo, por Norberto Zingoni

    Hay que crear un movimiento de opinión que ataque las raíces más profundas de la ideología de género. Y enmarcarla en sus verdaderas raíces: el marxismo residual. El escozor provocado por VOX en los partidos tradicionales y/o de izquierda no es más que una réplica de un terremoto más profundo.

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    Los simpatizantes de Vox llenaron la plaza de toros de Leganés el 28 de abril de 2019. /EFE
    Los simpatizantes de Vox llenaron la plaza de toros de Leganés el 28 de abril de 2019. /EFE

    El comunismo fue derrotado en los aspectos político, militar y económico desde la caída del muro. Pero no en el terreno cultural. Los intelectuales marxistas, en lugar de arrepentirse por haber validado las dictaduras comunistas durante sesenta años, tuvieron la habilidad de reciclarse; y copar con esos caballos de Troya (posmodernismo, deconstrucción del lenguaje y lucha contra el hombre blanco heterosexual que oprime a las mujeres) el pensamiento occidental.

    Ya no era una lucha de ricos contra pobres (lucha de clases) ahora sería poderosos contra débiles, por ejemplo las mujeres dominadas por el patriarcado encarnado en el hombre blanco heterosexual. Y todo comenzó a partir del pensamiento de marxistas como Lyotard, Derrida y otros. El filósofo canadiense Lou Marinoff relata cómo segregan en Canadá y los E.E.U.U a los intelectuales que no pertenecen a “la secta” (El ABC de la Felicidad).

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    La ideología de género es quizá la que más ha calado en la opinión pública española y mundial

    Hay todo un andamiaje cultural y mediático que  ha copado, en distintas partes del mundo, universidades, televisiones, periódicos, etc. Un proyecto cultural que había inspirado y promovido (muchas veces sin que los idiotas útiles o los “políticamente correctos” de los medios lo adviertan) por un marxismo residual encarnado en el posmodernismo, la ideología de género y la destrucción del lenguaje. O lo que es lo mismo: un proyecto de inspiración neo marxista que intenta destruir la moral cristiana, la familia y el lenguaje.

    La ideología de género es quizá la que más ha calado en la opinión pública española y mundial. Según la teoría del feminismo radical el género se puede cambiar sin importar el sexo. Como el género es una construcción social ellos concluyen que -como cualquier construcción social-  se puede cambiar el sexo o ignorarlo o rechazar la biología.

    El feminismo radical sostiene que es la cultura, el género y no la biología o la naturaleza lo que determina ser mujer u hombre.

    Por eso creo que más allá de la derogación total o parcial de una ley de ese tipo como la que rige a nivel nacional o en Andalucía hay que crear un movimiento de opinión que ataque las raíces más profundas de la ideología de género. Y enmarcarla en sus verdaderas raíces: el marxismo residual. Y lo mismo con el lenguaje. ¿O creen que es inocente eso de todas y todos y todes, y toda esas chorradas de deformar el lenguaje. Este intento de destruir el lenguaje, la familia y la moral cristiana arrancó en Francia e inundó las universidades de los E.E.U.U. y Canadá. Y de ahí a todo Occidente. No es casual que las universidades de España y Argentina, por ejemplo, estén en manos de gente de izquierda. Con chiringuitos varios y premios entre ellos, como se ha visto recientemente con los másteres regalados.

    Pero el escozor español provocado por VOX en los partidos tradicionales y/o de izquierda no es más que una réplica de un terremoto más profundo y duradero que  está conmoviendo otras zonas del mundo: hay un profundo cambio en las relaciones de poder. Hay un voto libre y anti establishment del ciudadano de a pie. Cambio que se niegan a reconocer muchos partidos políticos (sean de izquierdas o derecha o partidos clientelares), más los analistas internacionales y más la mayoría de los medios. Y VOX y todos los otros casos que mencionaremos a continuación se enmarcan en esa tendencia mundial.

    El Brexit, por ejemplo,  sorprendió a muchos de estos “forjadores de opinión”. Nadie esperaba que una mayoría de ingleses votara ¡nada menos! que salirse de la Unión Europea. Pocos percibieron el cansancio y el rechazo que se incubaban en la Inglaterra profunda a las políticas de la UE, en especial las financieras y migratorias.

    El temblor se repitió en  Colombia. El colombiano de a pie miraba azorado cómo su  gobierno firmaba un acuerdo de paz con las FARC, acuerdo que legalizaba a terroristas que hasta ayer estaban matando a sus paisanos y los autorizaba a ser diputados, senadores, etc. Y la mayoría votó ‘No’ al Acuerdo. Pese a que enfrente (todos vestiditos de guayaberas blancas, impecables) habían desfilado a favor del ‘Sí’ desde el vicepresidente de los E.E.U.U. hasta la UE y el Vaticano. Y todos los medios internacionales. El establishment en pleno. Y tenían razón los ciudadanos en votar ‘No’ a la vista del atentado terrorista de quienes iban a dejar las armas de hace pocos días que costó la vida de muchos de esos ciudadanos que advertían a los “políticamente correctos” lo que iba a pasar.

    Ninguna prueba, ningún argumento racional. Solo etiquetas. Etiquetas e injurias que no conmovieron al ciudadano de a pie  que ya estaba dispuesto a elegir, sin influencias

    Y lo mismo pasó en Italia con el triunfo de La Liga Norte y Cinco Estrellas. Y con Macron (más allá de su ideología errática) que organizó un partido en un año y triunfó en las elecciones francesas. O Hungría, que se niega, entre otras cosas,  a aceptar el cupo de inmigrantes que la burocracia de la UE asigna arbitrariamente a cada país. Y cuyo presidente Víktor Orban lleva ya cuatro períodos votado mayoritariamente  promoviendo una política independiente de los dictados de la UE. Y amenazando con otro Brexit húngaro. O Polonia.

    Y mientras este inédito y revolucionario proceso está en marcha ¿cómo reaccionaban  los partidos de izquierda, extrema izquierda o los grandes medios o los cultores de lo “políticamente correcto”?: ¡Que se viene la ultraderecha!, ¡Que se vienen los  racistas, xenófobos, machistas, nazis, antidemocráticos, vejadores de mujeres, colaboradores con la dictadura! Ninguna prueba, ningún argumento racional. Solo etiquetas. Etiquetas e injurias que no conmovieron al ciudadano de a pie que ya estaba dispuesto a elegir, sin influencias, y que votaba, en general, contra el poder establecido.

    Y estábamos en medio del terremoto cuando apareció Trump. Todo el establishment (los grandes periódicos, los grandes empresarios y bancos, los medios nacionales e internacionales de renombre, etc.) estaba abiertamente con Hillary Clinton. Pero acá también el ciudadano de la América profunda hizo saltar las quinielas. Y les dijo con su voto: no más carreras amañadas con el resultado puesto. No más gato por liebre.

    Y luego vino Bolsonaro, ¡las cosas que no se dijeron de él! (¿Será el preanuncio de otros Bolsonaros en América Latina como está ocurriendo en la sufriente Venezuela?).

    Si no se entiende que estamos en medio de una nueva época  de cambio en el poder no se entenderá el porqué de la conmoción de Vox en España y el porqué de este indetenible proceso

    Qué está pasando entonces. Que el ciudadano está reasumiendo la soberanía que había delegado en partidos políticos o en organizaciones de poder. “Nada sin mi consentimiento” pudiera ser la consigna del nuevo tiempo. Apoyándose en las redes y en Internet ha descubierto su voz. Una voz del hombre aislado pero en red e interactuando con otros millones de hombres aislados; que pueden participar y decidir en cuestiones sociales o políticas y hasta judiciales (HazteOir.org, CitizenGO, Change.org., Amicus Curiae, etc.). O que a través de la consulta popular, o la revocación de mandatos o el presupuesto participativo pueden participar en política. Sin que los lleven en ómnibus a ningún acto partidario. Ni que les digan a quién tienen que votar.

    Todos estos casos tienen lo que los antiguos salmantinos españoles denominaban “legitimidad de origen”. Todos  estos nuevos líderes han sido votados mayoritariamente. Ahora bien, es probable que alguno de los elegidos  lo hagan mal, que se equivoquen en su gestión o que no comprendan porqué y para qué fueron elegidos. La vulneración de esa “legitimidad de ejercicio”, es decir gobernar mal es lo que provocará un seguro cambio en el voto.

    Para terminar: si no se entiende que estamos en medio de una nueva época  de cambio en el poder no se entenderá el porqué de la conmoción de Vox en España y el porqué de este indetenible proceso.

    Por eso debemos asumir que es esta una carrera de largo aliento y no un round para ganar o perder por KO como afortunadamente han comprendido los dirigentes de VOX en la reciente investidura en Andalucía. Creo que estamos en el buen camino. Por eso muchos de los que nos afiliamos a VOX es para ayudarlos en esta batalla cultural.

    * Norberto Zingoni es abogado.

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