Jeremiadas sobre los pobres

    Muchos presumen de estar a favor de los pobres y la realidad de la pobreza es que ha registrado en nuestro tiempo la mayor reducción de la historia. Pero esa inédita mejora no ha sido consecuencia de las medidas que proponen los pretendidos amigos de los pobres, porque no se ha debido a ninguna revolución socialista

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    Uno de los muchos comedores sociales gestionados por Caritas
    Uno de los muchos comedores sociales gestionados por Caritas

    El pensamiento único presume de defender a los pobres porque despotrica contra el capitalismo, el liberalismo y el mercado. Desde Podemos hasta Oxfam, valga la redundancia, muchos presumen de estar a favor de los pobres. Pero Jesús lo advirtió con claridad: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7:21).

    No es para nada evidente que Dios Nuestro Señor haya querido, y mucho menos ordenado, que la coacción política y legislativa deba alcanzar los notables niveles de nuestros días, ni que haya sentenciado que para ayudar a los pobres hay que subir los impuestos y el gasto público, y quebrantar la propiedad privada y los contratos de la gente. Más bien, al revés: un vistazo a los Diez Mandamientos ratifica Su aprecio por la propiedad privada.

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    Sospecho, por tanto, que existe una suerte de conspiración contra los pobres, que puede ser denunciada no sólo como un quebrantamiento de la libertad y la justicia, sino también como una inmoralidad.

    Cientos de millones de mujeres y hombres han dejado atrás la pobreza extrema en las últimas décadas

    A pesar de lo que parecería a tenor de lo que vemos y escuchamos, la realidad de la pobreza es que ha registrado en nuestro tiempo la mayor reducción de la historia: cientos de millones de mujeres y hombres han dejado atrás la pobreza extrema en las últimas décadas.

    Y, lo más importante: esa inédita mejora no fue consecuencia de las medidas que proponen los pretendidos amigos de los pobres, porque no se debió a ninguna revolución socialista, como tampoco se debió a subidas de impuestos, a más trabas en los contratos de los ciudadanos, ni a las intervenciones de todo tipo que siempre recetan los antiliberales. Al contrario, las masas que mejoraron su condición en Asia, África y América Latina lo hicieron porque sus gobernantes les dañaron un poco menos, aplicando políticas menos anticapitalistas.

    La pobreza ha disminuido en las últimas décadas, aunque todavía hay mucho por hacer para erradicarla

    Nótese que en ningún caso se llegó a nada parecido a un paraíso liberal, entre otras cosas porque el paraíso (ya) no existe en la tierra; pero bastó, por ejemplo, que el Gobierno comunista chino reprimiera menos salvajemente a su pueblo, que les permitiera un poquito de libertad, para que la economía prosperara considerablemente.

    Esa prosperidad, por cierto, es la que ha logrado que, por primera vez en la historia, la desigualdad esté cayendo en el mundo, al revés de lo que proclaman las jeremiadas de turno.

    La caída de la pobreza no se ha debido a ninguna revolución socialista, sino a la aplicación de políticas menos anticapitalistas

    De tal manera que ni los pobres son más que antes, ni la superación de la pobreza exige la adopción de medidas antiliberales. Cuando exponemos esta argumentación, no falta quien alegue que sigue habiendo muchos pobres. Desde luego que sí, pero también hay muchas personas dispuestas a ayudarlos libremente, empezando por la Iglesia, siempre criticada por los autodenominados progresistas, y cuya labor ejemplar hemos subrayado más de una vez en este rincón de Actuall.

    Toda la solidaridad de la comunidad ha de ser aplaudida y bienvenida, pero no la de quienes se presentan como amigos de los pobres y en realidad quieren “ayudarlos” con el dinero extraído a la fuerza de los ciudadanos mediante impuestos. Eso no es generosidad, igual que el Buen Samaritano no sería bueno si su conducta no fuese libre. En otras palabras, no confundamos nunca a la Santa Madre Teresa de Calcuta con la Agencia Tributaria.

    Es más, quienes apuestan por más coerción y menos libertad para ayudar a los pobres, en realidad están conspirando contra ellos.

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