La Responsabilidad Social de la Empresa va en serio

    La RSE va camino de dejar de ser una opción para convertirse en una condición de competitividad empresarial con valor estratégico.

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    La RSE cuenta ya con un importante respaldo institucional.

    Una de las principales tendencias globales en las organizaciones empresariales es la incorporación del enfoque de gestión de la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE). Una denominación que hoy se utiliza de manera más o menos indistinta con la de Sostenibilidad, pese a los orígenes más específicamente medioambientales de ésta.

    Este fenómeno representa, con todas las ambigüedades y contradicciones que se quiera, una esperanzadora alternativa de humanización de un modelo capitalista dominado por la lógica exclusiva del beneficio.

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    La RSE cuenta hoy ya con un importante respaldo institucional y puede ya entenderse consolidada en las empresas de gestión avanzada. Baste recordar la reciente reforma de las directivas contables de la UE para su entrada en vigor en 2017 o la aprobación de la Estrategia Española de Responsabilidad Social de las Empresas 2014-2020. Las investigaciones confirman que su impacto en los mercados -en términos de creación de valor, reputación corporativa e imagen de marca, y atracción y fidelización de talento- es cada vez mayor.

    Un atributo que aporta valor diferencial a la marca

    Como ejemplo, un reciente estudio sobre la percepción de la RSE por los consumidores españoles (Informe Forética sobre el estado de la RSE en España 2015. Ciudadanos conscientes, empresas sostenibles) pone de manifiesto que la RSE será uno de los principales atributos de diferenciación de marca en los próximos años. Un 36,2% de los consumidores son ya hoy sensibles a la RSE. Un 31,1% conoce el fenómeno y dice practicar el llamado consumo responsable.

    De esta forma, parece la RSE va camino de dejar de ser una opción para convertirse en una condición de competitividad empresarial con valor estratégico. La evolución de los principales ratings de inversión socialmente responsable (ISR) apunta en el mismo sentido y otro tanto cabría decir, por ejemplo, sobre las investigaciones en torno a los factores para conseguir un clima laboral motivador y productivo en las organizaciones.

    Estas constataciones no evitan reconocer que es mucho todavía el camino que la RSE debe recorrer en dos líneas fundamentales: de un lado, conseguir su integración coherente en la estrategia y las operaciones de las empresas; de otro, alcanzar el necesario nivel de rigor y transparencia en su propia gestión, medición y reporte.

    El desafío de una correcta fundamentación ética

    Y si para avanzar en esas dos líneas son muchos los desafíos de todo tipo que las empresas deben afrontar, hay uno que a mi juicio condiciona el resto y que hace al fondo de la cuestión: dar el adecuado fundamento ético a la RSE. O dicho de otra forma: clarificar el por qué y el para qué de la RSE. Sólo así será posible evitar que se trate de una moda pasajera, que más que ética, sea cosmética o simplemente estética.

    Se trata, en efecto, de superar una etapa en la que la superficialidad de la imagen o reputación a corto plazo ha podido reemplazar en muchos casos a una correcta aproximación al centro y razón de ser del movimiento de la RSE: la persona y su dignidad, en cualquiera de sus múltiples facetas como trabajador, cliente, inversor, proveedor, comercializador, ciudadano… Es decir, la persona a través de su pertenencia a cualquiera de los stakeholders o grupos de interés en los que la empresa impacta –humanizando o deshumanizando- a través de sus actividades.

    Este reto es particularmente urgente en lo que concierne al interior de la empresa (la llamada dimensión interna de la RSE) y, en terminología del nuevo estándar GRI G4, a su más decisivo aspecto material: el conocimiento y la respuesta a las expectativas y necesidades de las personas que componen la organización y cuya voluntad de llevar a cabo el decisivo esfuerzo adicional hace posible el éxito empresarial.

    Integrar tales expectativas y necesidades en un modelo consistente de RSE presupone entender a la persona en su verdadera realidad y en la totalidad de sus dimensiones, lejos de cualquier reduccionismo. En definitiva mucho dependerá para el futuro de la RSE, como nos recordó Benedicto XVI en Caritas in Veritate, de cuál sea su sistema moral de referencia y de la opción coherente por una ética amiga de la persona.

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    Licenciado en Derecho por la UAM y PDG por el IESE. Profesor y consultor de Recursos Humanos y Organización. Miembro de Profesionales por la Ética, durante el Gobierno de Zapatero fue uno de los líderes del movimiento ciudadano en defensa de la libertad de educación de los padres. Está casado y tiene cinco hijos.