Educación: los fogoneros del Titanic

    Aunque parezca extraño, el asunto recuerda en parte al Titanic, un proyecto con las mejores expectativas y el peor final posible.

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    Manifestación en contra de la LOMCE y los recortes en Educación/EFE
    Manifestación en contra de la LOMCE y los recortes en Educación/EFE

    La última huelga de estudiantes de este pasado jueves habría pasado absolutamente desapercibida de no ser por la “eficaz” actuación de los piquetes “informativos”. Queda patente de nuevo que la mala educación parece in enraizándose más cada día en España, máxime desde la defunción de la LOMCE.

    Por extraño que pueda parecer, el asunto recuerda en parte al Titanic, un proyecto con las mejores expectativas y el peor final posible. Ha pasado a la historia la épica muerte de su orquesta, que seguía tocando Nearer, mu God, to Thee -“más cerca, oh Dios, de ti”– mientras el barco se hundía.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Es menos conocida, en cambio, la de sus 87 fogoneros, que siguieron alimentando la caldera hasta el fin. El testimonio de los supervivientes es coincidente: el Titanic se fue a pique con las luces encendidas. Gracias a ello, muchos pudieron salvar su vida. De no haber seguido en su lugar los fogoneros, se habría agotado muy pronto la energía que permitió enviar los SOS e iluminar las vías de escape de los pasajeros. Hay que decir que estos hombres sabían la suerte que corrían si permanecían en su puesto, y sin embargo ninguno de ellos vaciló.

    Dicen que la fortuna sonríe a los audaces. Estando Ricardo Corazón de León en plena cruzada por Tierra Santa, se le ocurrió salir de caza con sus caballeros más fieles. Mala idea. Los sarracenos les tendieron una emboscada y, superiores en número, a punto estuvieron de acabar con todos. Cuando Ricardo estaba a punto de ser apresado el otro caballero que aún conservaba su montura, Guillermo de Pourcellet exclamó “¡Yo soy el rey!”

    Ricardo Corazón de León
    Ricardo Corazón de León

    Ni que decir tiene que los sarracenos fueron raudos por el, mientras Ricardo Corazón de León conseguía escapar. Cuando le llevaron ante Saladino se descubrió el embuste, pero éste, admirado por la lealtad del caballero inglés, lo liberó en un canje de prisioneros.

    “En Flandes se ha puesto el sol”. No volvieron a verlo salir muchos integrantes de los Tercios españoles que perdieron la vida en la batalla de Rocroi, por la que Francia empezó a imponer su hegemonía en detrimento de España. Pese a todo, el compromiso de la infantería española fue en todo momento ejemplar. Conscientes de lo que les esperaba, seguían avanzando hacia el enemigo sin romper en ningún momento la formación.

    Cuando uno caía, otro ocupaba su lugar. Tan es así que el propio comandante enemigo, el Príncipe de Condé, les dispensó un trato acorde con su heroísmo: respetó la vida de los supervivientes y les permitió regresar a España con las banderas desplegadas en formación y conservando sus armas.

    Es muy probable que un nino de la ESO identifique Titanic con una película, asocie Flandes con un postre que hace su abuela los domingos y pregunte en qué equipo juega ese tal Ricardo Corazón de León

    Es muy probable que un nino de la ESO identifique Titanic con una película, asocie Flandes con un postre que hace su abuela los domingos y pregunte en qué equipo juega ese tal Ricardo Corazón de León. El esfuerzo por una buena causa siempre merece la pena, como hicieron los fogoneros del Titanic. Ocurre que el actual sistema educativo premia valores como los de Francesco Schettino, el capitán del aquel célebre Costa Concordia, que fue el primero en abandonar el barco cuando éste encalló, dejando a los pasajeros a su suerte. En su defensa, afirmó que se había caído en un bote salvavidas “por error”.

    Se salva la heroica actitud de muchos profesores, que han de sufrir tanto el menosprecio de padres y alumnos como la implantación de unos contenidos donde prima más la ideología de género que las matemáticas.

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