
Da muchos servicios al internauta, sí, nos hace la vida más fácil y promete eficiencia sin fin. Pero también tiene uno la sensación de estar pagando por ello un precio muy alto, el de renunciar a la privacidad. Aparte de que los trabajadores de “El círculo” parecen creerse investidos exageradamente de una misión poco menos que imprescindible, de modo que sólo viven para el trabajo, están perdiendo su humanidad, que sacrifican en el altar de una utopía inalcanzable, y es que no existe la sociedad perfecta en este mundo.
También hay una compañía de telecomunicaciones en Esperando al rey, título que se ha dado a la traslación al cine de “Un holograma para el rey”. Protagoniza y produce el film Tom Hanks, quien parece haberse convertido en fan acérrimo en Eggers, pues también respalda a través de su compañía Playtone El círculo, donde se ha reservado además un pequeño pero significativo papel.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa frialdad calculadora de Eggers por dar un buen “producto” se impone a la emoción genuina que el lector reclama
Las novelas de Eggers no son perfectas, y el film que estrena el alemán Tom Tykwer tampoco lo es. Son más interesantes por los temas que plantean, que por las situaciones y personajes presentados, demasiado facilones, en los que se echa en falta un punto de complejidad: la frialdad calculadora de dar un buen “producto” se impone a la emoción genuina que el lector y el espectador reclaman, a veces sin saberlo.

Centrándonos en Esperando al rey, tiene interés la peripecia del protagonista Alan, gran profesional de las ventas tecnológicas, pero en crisis tras un fracaso laboral y otro familiar, su matrimonio se ha roto. Ahora le toca viajar a Arabia Saudí, donde debe vender al rey un sofisticado sistema de comunicaciones, ideal para la nueva ciudad que están construyendo en medio del desierto. Emprendedor nato, que cultiva una fachada de optimismo a prueba de bombas, pese a su bajón existencial, va a ver puesta a prueba su paciencia, pues el rey se hace esperar, un día no y otro tampoco, se diría imposible la tarea de hacer la presentación. Con esta descripción del personaje, supongo que a nadie le cuesta mucho imaginar a Tom Hanks metido en su piel.
La película fracasa apuntando el romance con la doctora, toque feminista no demasiado creíble
La prolongada estancia en Arabia puede calmar el agitado espíritu de Alan, que incluso tiene manifestaciones somáticas. Tiene tiempo de conocer otra mentalidad, otra cultura, gracias a su chófer. Las juergas a que le invita su enlace danesa contrastan con la experiencia de una vida más sencilla y auténtica, incluida la espiritualidad islámica –cualquier atisbo de fanatismo se orilla– y el paso clandestino por La Meca, o el pasar una noche en el desierto, la noche estrellada, el lobo que acecha a las ovejas, la camaradería de la tribu. Estos elementos los maneja bien Tykwer, dotándolos de una adecuada atmósfera de irrealidad. En cambio, fracasa apuntando el romance con la doctora, toque feminista no demasiado creíble, y que da pie a un desenlace demasiado débil.

Creo que la primera vez que tuve conciencia de lo que era un holograma fue viendo La guerra de las galaxias allá por 1977, cuando el robot R2D2 entregaba su mensaje de la princesa Leia a Obi Wan Kenobi, “tú eres nuestra única esperanza”.
Visualmente tiene gracia en Esperando al rey observar la solución tecnológica de una comunicación holográmica, donde parece que uno puede abrazar a su interlocutor, por su aspecto tridimensional. Por supuesto esto no es así, y si uno lo intenta, acabará abrazando el vacío. Un vacío que se corresponde desgraciadamente con tantos de nuestros coetáneos, que en tiempos de pensamiento débil se encuentran huecos, lleno su espíritu de una lamentable nada, que reclama a gritos algo duradero que la llene.