Utopía de padres presentes, por Henry Boys Loeb

    A corto andar, se aprobaron las leyes que prohibían la ideología de género en la educación y los niños pudieron estudiar en paz, libres de la monserga política. Al menos así lo recuerdo yo de cuando soñé esta utopía.

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    Imagen referencial /Pixabay
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    Todo comenzó una calurosa tarde de verano. Llegó a casa temprano junto a su marido, como de costumbre, para hacer las tareas con los niños y jugar con ellos antes de comer. Grande fue su sorpresa al descubrir, en los cuadernos de su hijo que cursaba cuarto básico, dibujos obscenos.

    A la hora de dormir, se tomó un minuto antes de orar junto a él para conversar el tema. “¿Por qué dibujaste esas cosas de adultos?” le preguntó, con ese sello de ternura maternal. “Fue una tarea en clases de educación sexual, mamá” – le respondió este con inocencia, antes de cerrar los ojos.

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    La reacción no se hizo esperar. En media hora estaban avisados todos los apoderados del colegio gracias a una efectiva cadena en los chats de WhatsApp, que mantenían en constante actividad para conversar sobre aquellos asuntos relevantes que afectaban a sus pequeños.

    El director del colegio, presente en todos ellos, convocó a reunión de emergencia del consejo escolar al día siguiente, antes de que los niños entraran a clases. A las 6 AM en punto se dieron cita y tantos padres quisieron participar que la reunión debió hacerse en el auditorio.

    Varios de los asistentes habían conversado la noche anterior con familiares y amigos, percatándose de que se trataba de una situación generalizada en el país. En una semana se había formado un movimiento, con líderes y una estructura orgánica compuesta por delegados provenientes de la gran mayoría de colegios de la nación, privados y públicos.

    Parlamentarios de todos los sectores, por temor a perder votos, se pusieron a tono con el sentir ciudadano

    Al mes consensuaron sus objetivos y organizaron una gran manifestación frente al Palacio de Gobierno. Todos aportaron una cuota para financiar los costos de la convocatoria. Como consecuencia natural del revuelo en sus parroquias y comunidades religiosas, los obispos y pastores no tardaron en adherir, colaborando activamente.

    El día de la manifestación fue histórico. Cientos de miles de papás, mamás e hijos, familias completas, marchaban por una educación no sexualizada y por el respeto al derecho preferente de los padres a educar a sus hijos.

    El presidente de la República y sus ministros, alarmados por la presión social y los duros comentarios que recibían en sus círculos íntimos, no tardaron en recibir a los representantes del movimiento y acordar un plan de trabajo conjunto. Parlamentarios de todos los sectores, por temor a perder votos, se pusieron a tono con el sentir ciudadano.

    Los medios de comunicación alinearon pautas editoriales y aquellos periodistas militantes debieron guardar un respetuoso silencio para conservar sus puestos de trabajo. A corto andar, se aprobaron las leyes que prohibían la ideología de género en la educación y los niños pudieron estudiar en paz, libres de la monserga política. Al menos así lo recuerdo yo de cuando soñé esta utopía.

    * Henry Boys Loeb es director de la Fundación Conservadora de Chile.

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