
Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, termina su mandato este año. Y como muchos otros líderes, aprovechó su último discurso ante la Asamblea General de la ONU para hablar con claridad, es decir, para olvidar lo políticamente correcto y decir lo que piensa. Lo que equivalió a defender al lobby LGTBI y atacar a la religión.
No es ninguna novedad que el secretario general de la ONU apoye a este lobby, no hay más que recordar que el pasado junio se aprobó la creación de un Consejo de los Derechos Humanos de Ginebra sobre orientación sexual e identidad de género, una especie de Policía del pensamiento que vigile el cumplimiento de los postulados LGTBI.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero su ataque a «la cultura y a la religión» sí sorprende, sobre todo porque se supone que el líder de una organización como la ONU, que busca un consenso y una alianza entre todas las naciones del mundo, ataque los principios básicos de millones de personas por no opinar que el sexo se elije y que viene determinado por la genética.
Ban, que tiene mucha experiencia, comenzó su discurso recordando las tremendas injusticias que sufren miles de personas por su condición sexual, sobre todo en países musulmanes en los que la homosexualidad se castiga con la muerte.
«Cada año, cientos son asesinados, miles son gravemente heridos y millones viven sus vidas bajo la sombra de la discriminación y el rechazo. Es una ofensa indignante».
De ahí pasó a querer defender a los más indefensos, los ninos, usados muchas veces como arma política. «Me encuentro especialmente preocupado por los ninos y jovenes que son objeto de acoso en la escuela, expulsados de sus hogares o que viven en las calles».
Ban: «Pregunto a quienes utilizan argumentos culturales o religiosos para privar a la poblacion LGBT de sus derechos humanos: ¿Qué ganan haciendo menos a sus iguales?
Y del problema, a la solución. «Estos abusos solo terminarán cuando los países adopten medidas concretas para proteger a las personas: nuevas leyes, políticas y programas. Esto necesita liderazgo y el compromiso de trabajar con las comunidades afectadas».
«Pregunto a quienes utilizan argumentos culturales o religiosos para privar a la poblacion LGBT de sus derechos humanos: ¿Qué ganan haciendo menos a sus iguales? ¿Es su religión o su cultura tan débil, que la única manera que se puede sostener es negando a otros sus derechos básicos?»
Y es aquí dónde se equivoca el próximo ex secretario general de la ONU. Hasta ahora, la máxima y casi única voz que se ha pronunciado contra la ideología de género ha sido la cristiana, por lo que se deduce que las palabras de Ban se dirigen, en especial, a los cristianos.
Para Ban, defender el matrimonio entre hombre y mujer y que los ninos deben tener un padre y una madre es faltar a los derechos básicos de los LGTBI
Para Ban, defender el matrimonio entre hombre y mujer, que los ninos deben tener un padre y una madre, la libertad religiosa y que todas las personas son igual de dignas es faltar a los derechos básicos de los LGTBI.
Para Ban, que pide a los gobiernos nuevas leyes para proteger esos ‘derechos básicos vulnerados’ como la que acaba de aprobar Cristina Cifuentes en Madrid, los padres no deben elegir la educación que reciben sus hijos. Por lo visto debe ser el estado, y éste debe hacer caso a la ONU.
Para Ban, que un nino de cuatro años no pueda cambiar su género, usar el baño que quiera y tener una clase de educación sexual en la que le digan que se puede elegir ‘tener pito o vagina’ es faltar a los derechos básicos de los LGTBI.
El Papa Francisco se quejó en agosto de todo lo que Ban Ki Moon defiende. “Hoy a los ninos –¡a los ninos!–, en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir. ¿Y por qué enseñan esto?», se preguntó Francisco.
Supongo que el secretario general de la ONU pensará que el Sumo Pontífice es un dictador que se dedica a negar los derechos más básicos de los que piensan como él. Pero no es el Papa, sino la ONU, quien ha creado una policía política.
No es el Papa, sino la ONU la que opina que los padres lleven a sus hijos a misa es también una vulneración de sus derechos. Y no el Papa, sino la ONU, la que intenta imponer el aborto en todo los países del mundo, recurriendo incluso a retirar las ayudas más necesarias a los países más pobres si no cumplen su propósito.
Una curiosa forma de entender quien niega derechos y quien los impone.
Por cierto, que Ban terminó su intervención diciendo que «hay un costo político en decir lo que se piensa. Uno que me siento orgulloso de pagar». Me pregunto qué precio ha pagado por decir eso (este discurso apenas ha salido en la prensa) y qué precio pagan otros por decir lo que piensan. Se me ocurre el cardenal Antonio Cañizares.