
Los transexuales ya pueden ser soldados en Estados Unidos, ha anunciado el secretario de Defensa, Ashton Carter (el primero de este cargo en ser abiertamente homosexual). Antes de eso le tocó el turno a los homosexuales, que llevaban un tiempo en la luna de Valencia de la política clintoniana del ‘don’t ask, don’t tell’, es decir, que lo fueras y no lo dijeras, que nadie te iba a preguntar.
Y, antes que eso, las mujeres, que ahora van a participar como el que más en misiones de combate y a las que -¡sorpresa!- van a ser incluidas en posibles llamadas a filas. Esto último, hay que aclarar, no ha gustado a la mayor parte de los grupos feministas, que quieren solo la parte sabrosa de la tostada de la igualdad.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraHay que golpear, golpear y no dejar de golpear, que el progresismo no es fácil ni barato. Hay que golpear hasta que el público se rinda y deje de ver absurdos los absurdos evidentes de esta política de ‘diversidad’.
De hecho, esta medida está provocando una polvareda mediática mucho menor que la que levantó el desembarco de las fuerzas LGBT en las filas del US Army, y tengo para mí que si mañana, por aquello de la igualdad, un colectivo de invidentes consigue que se admitan a los suyos como controladores aéreos, la gente se guardará su miedo para la intimidad.
Originariamente, unas personas tenían determinadas necesidades y surgían otras personas que las cubrían. Nacieron así los oficios, que se justificaban precisamente por cubrir de la mejor manera una demanda: profesores para quienes necesitaban aprender, abogados para los que debían defenderse en juicio, médicos para los que estaban enfermos y soldados para la defensa del territorio. El caso es que todos los profesionales tenían muy claro que su razón de ser era esa necesidad que debía ser cubierta. Y a este pacto inmemorial es al que da la vuelta el moderno progresista.
Fue el general George Casey, general de Estado Mayor, quien puso en palabras el núcleo de la locura que nos invade, después de que un mayor del Ejército causara una matanza entre sus camaradas de armas de Fort Hood, en 2009: «Lo que sucedió en Fort Hood fue una tragedia, pero estoy convencido de que sería una tragedia mayor si una de las bajas fuera nuestra diversidad».
Es decir, que la principal razón de ser del Ejército norteamericano ya no es la defensa de Estados Unidos, sino servir de escaparate de diversidad para el progresismo moderno. ¿Tengo que añadir que esto va a acelerar el suicidio de Occidente o es lo bastante obvio?
La naturaleza no solo no es igualitaria en absoluto, sino que ni siquiera se deja amedrentar por el hecho de que la llamen ‘fascista’
Ya sé que quienes se oponen a la medida lo hacen, como lo hicieron en el caso de los homosexuales y en el de las mujeres, invocando el sentido común y cuestiones de idoneidad para la función. Y todos sus argumentos son aplastantes desde un punto de vista lógico, pero no valen la pena porque la otra parte ni siquiera va a buscar contraargumentos para refutarlo. La cuestión es, en frase que tanto gusta al presidente Obama, en estar en el lado correcto de la historia.
Es, en definitiva, mucho más importante que el Ejército sea moderno, progresista y ‘diverso’ que no operativo y eficaz.
Ayer aprendí un neologismo a este respecto que pienso usar mucho en el futuro porque describe maravillosamente a la progresía reinante: biofobia. La ideología única aborrece la biología, porque no se somete con tanta docilidad como las mentes a sus caprichos. La naturaleza no solo no es igualitaria en absoluto, sino que ni siquiera se deja amedrentar por el hecho de que la llamen ‘fascista’. Por eso lo mejor es ignorarla por completo.
Los Marines abrieron recientemente sus posiciones de combates a mi sexo. Siendo el cuerpo de élite del Ejército, tienen unas duras pruebas de acceso que dejaron fuera a buena parte de los varones que se presentaron a las mismas. También se presentaron mujeres, 29, con un total de 29 fracasos.

Personalmente nunca he sentido el menor impulso de ser Marine, y en cuanto a manejar armas de fuego, solo cuando mi marido no sube la tapa. No veo discriminación ni desdoro alguno para mi sexo. Sencillamente, somos distintos, y cuando la humanidad aún no había perdido por completo la cabeza muchas de estas diferencias se advertían de un rápido vistazo.
No sé ustedes, pero yo me lo pensaría dos veces antes de entregar un M16 en manos de alguien con lo que hasta ayer era una enfermedad mental
Con los transexuales pasa tres cuartos de lo mismo, unido al hecho de que no hace tanto se consideraba a estas personas enfermas de disforia, una enfermedad mental, y solo la presión política ha hecho cambiar el criterio científico. No sé ustedes, pero yo me lo pensaría dos veces antes de entregar un M16 en manos de alguien con lo que hasta ayer era una enfermedad mental.
Pero como decía antes, todos estos argumentos de lógica y sentido común se pierden en el debate como lágrimas en la lluvia. Una sospecha que Occidente se curara de cada una de estas cosas al mismo tiempo que de las demás, porque todas forman parte de un mismo racimo, y que el acceso de cordura, que no preveo pacífico, no parece estar a la vuelta de la esquina.
Así que, en lugar de amargarme, prefiero que estoy viendo un culebrón disparatado y, cocacola y palomitas en ristre, me propongo ver el próximo episodio preguntándome qué vendrá ahora, si el matrimonio grupal o el amor con animales de granja.