Cruda realidad / Si los gays buscan enemigos, que miren a su izquierda

    Este no va a ser un artículo homófobo. Al contrario, se trata de advertir a los gays que no se confundan de enemigo: no son los cristianos sino los islamistas. Y cuando éstos vayan a por ellos, la izquierda no moverá un dedo para ayudarles.

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    Cifuentes es una entusiasta del Día del Orgullo Gay.
    Cifuentes es una entusiasta del Día del Orgullo Gay.

    Los casos de atracción exclusiva hacia individuos del mismo sexo son muy, muy antiguos. No diré que tan viejos como la humanidad porque no nos consta, y porque hay hoy tribus cazadoras-recolectoras -la forma de sociedad más primitiva- que ni siquiera tienen una palabra para designar la homosexualidad y reaccionan con enorme extrañeza cuando los antropólogos les explican el concepto.

    Pero no va a ser este un artículo homófobo; al menos, no mucho, que no tengo el menor deseo de ganarme una de esas denuncias en las que el lobby LGBT parece haberse especializado.

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    No me interesa, en este momento, la homosexualidad en sí, sino este otro aspecto que insinúo en el párrafo anterior: la extraña adoración -y temor reverencial- de nuestras sociedades modernas hacia un grupo que no representa mucho más del 2% de la poblacion.

    Leo en estas mismas páginas que Carmena subvenciona con un millón al Orgullo Gay a pesar de sus 322.000 euros en multas impagadas, los edificios públicos se engalanan con la bandera LGBT (probablemente me esté olvidando alguna letra; es casi imposible estar al día) como no lo harán nunca en Semana Santa para celebrar algo que es clave para una proporción muy superior de españoles y los políticos, en campaña -los políticos siempre están en campaña- se dan de bofetadas para colocarse cerca de la cabecera de las marchas.

    Es difícil explicarlo de modo racional. Presumamos, por mor del argumento, que usted que me lee es un varón blanco. ¿Quiere probar a montar una fiesta del ‘Orgullo Blanco’ y comprobar la reacción? Ya le adelanto que no será bonita. Sin embargo, espero que no hayamos llegado al ridículo de pensar que ser blanco es digno de vergüenza y, según nos dicen los apologetas de los amores alternativos, en ambos casos se trata de una condición con la que se nace y que nadie puede cambiar.

    Los gays son tan importantes para los grupos de presión gay como las mujeres para los colectivos feministas: nada, salvo como excusa y carne de cañón

    Por lo demás, aun admitiendo que se nace con esa orientación y que es troglodítico sufrir discriminación por ella, habrá que reconocer asimismo que no es un estado especialmente deseable desde el punto de vista social. Una sociedad exclusivamente heterosexual es perfectamente viable; una exclusivamente homosexual, no. De acuerdo con que no se prohíba, pero ¿promocionarla? ¿Por qué?

    La solución a este aparente enigma es política. Los gays son tan importantes para los grupos de presión gay como las mujeres para los colectivos feministas: nada, salvo como excusa y carne de cañón. Lo he comentado alguna vez, hablando de la progresía: se trata meramente de grupos de izquierdas que usan causas particulares para avanzar sus objetivos.

    Por eso Margaret Thatcher no es reivindicada por los grupos feministas, ni el juez Thomas del Tribunal Supremo por los grupos antirracistas, ni  el asesinado líder holandés Pin Fortuyn por los colectivos LGTB. No basta con ser gay, mujer, negro, inmigrante, indígena o ‘verde’, sino que se exige el pensamiento ‘adecuado’, es decir, de izquierdas.

    Por eso, no invitan al PP a la Fiesta del Orgullo Gay de Madrid. Y eso que el PP les ha jaleado y (en algunas de las comunidades donde gobierna ha aprobado leyes LGTBI).

    Hace solo unas semanas, un musulmán votante registrado del Partido Demócrata -el de Hillary- se lió a tiros durante tres horas en un club gay de Orlando tras reivindicar el ataque en nombre de Alá en llamada al FBI, ¿recuerdan?

    Por otra parte, el rival de Hillary, Donald Trump, provocó en su día un considerable revuelo proponiendo una moratoria a la entrada musulmanes en el país. Pues bien, una de las marchas del Orgullo de esta semana en Estados Unidos iba presidida por una pancarta con la leyenda: ‘El odio de Trump mata’.

    ¿Ustedes lo entienden? Yo sí, perfectamente. Los gays ‘oficiales’ son, como los musulmanes en Occidente, un tentáculo más de la misma hidra, el marxismo cultural.

    Pero todos estos grupos representan intereses particulares y es absolutamente inevitable el choque de trenes. Cuando los intereses del grupo A chocan con los del grupo B, uno de ellos tiene que ceder, y cuál se vea obligado a hacerlo por presión de nuestras élites progresistas nos sirve a los demás a modo de bolsa de valores para saber cuál sube y cuál baja en el cálculo estratégico de la progresía.

    Si lo de Orlando es una pista tengo una mala noticia para los adeptos a hacer de su sexualidad alternativa una identidad: la izquierda va a venderos. No es nada personal, son solo negocios

    Y, si lo de Orlando es una pista -y me parece evidente que lo es- tengo una mala noticia para los adeptos a hacer de su sexualidad alternativa una identidad: la izquierda va a venderos. No es nada personal, son solo negocios. Tras el ataque de Orlando se hicieron denodados esfuerzos por ocultar lo evidente, a saber: cuanto más poder tengan los musulmanes, peor les irá a los homosexuales. Por ahora, como evidencia la citada pancarta, los grupos LGBT siguen dócil y disciplinadamente las consignas de sus titiriteros políticos y se mantienen en la negación de lo obvio.

    Pero hagan números, no es difícil. Para la izquierda, la importancia relativa de sus tribus -el caso que se les debe hacer- es directamente proporcional al poder que le suministran. Y los musulmanes van camino de ser muchos más, sobre todo si se mantiene el nivel de los actuales flujos migratorios hacia Occidente desde el mundo musulmán.

    En Gran Bretaña cierran clubs gays bajo la amenaza de los musulmanes del barrio. Ninguna instancia progresista ha dicho esta boca es mía. Ni lo harán. Los malos solo pueden ser cristianos, esos son los únicos homófobos a los que se puede señalar.

    No sé cuánto tiempo podrán cerrar los ojos a lo evidente, que las sociedades cristianas no son sus enemigas y que los cristianos individuales no les desean el menor mal, al menos en lo que tengan de cristianos.

    Pero el islam es otra cosa. Si tuvieran curiosidad, podrían asomarse al destino de los gays en países donde rige la sharia o, si les da pereza irse tan lejos o les parece demasiado remoto, a barrios europeos dominados por musulmanes.

    Y el asunto no es que vayan a chocar. El asunto es que la izquierda no va a mover un dedo por ayudarles.

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