La Iglesia no ha dejado de ser católica

    Terminó el Sínodo ¿y ahora qué? El autor analiza los cambios que puede ocasionar en la Iglesia un encuentro marcado por la polémica pero que ha dejado a salvo la doctrina sobre el matrimonio y la familia.

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    El Papa Francisco durante el Sínodo de la Familia / EFE

    Todavía es pronto para un análisis en detalle, pero sin lugar a dudas podemos decir que la Iglesia Católica es todavía católica y el esperanzador futuro es la ortodoxia, el apego al Evangelio que demuestran las jovenes y pujantes iglesias de África y las que surgen de la opresión comunista.

    Las iglesias particulares que plantearon un modo alternativo, contemporizador con el mundo no consiguieron imponer sus propuestas. Iglesias que en muchos casos y en términos objetivos son cadáveres vivientes a la espera de santos y misioneros que las revitalicen.

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    La clave interpretativa del resultado tenemos que buscarla el 13 de octubre de 2014. La Secretaría del Sínodo y el aparato de comunicación elaboran un documento que según ellos refleja el «sentir» de los padres sinodales. Traducida en tiempo récord a los principales idiomas se distribuye a la prensa antes que a los padres del Sínodo. Salta el escándalo y la desconfianza. Muchos de los obispos presentes se enteran por los medios de comunicación. La opinión pública reduce el Sínodo, que iba a dedicarse a «la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo», a simplemente dos aspectos: el tratamiento de las relaciones homosexuales y la comunión a los divorciados vueltos a casar civilmente.

    No se puede decir que toda culpa fuese de los medios de comunicación, voluntaria o involuntariamente, desde dentro del Sínodo, la Secretaría provocó la confusión. El cardenal sudafricano Napier asumió entonces el liderazgo y declaró públicamente que el documento «no es para nada lo que estamos diciendo. No es un mensaje verdadero. El mensaje que salió es que esto es lo que está diciendo el sínodo, que esto es lo que dice la Iglesia Católica. (…) Digamos lo que digamos después parecerá como que estamos haciendo control de daños».

    Desde entonces ha sido así: «control de daños». Desde esta perspectiva el documento final del Sínodo es un éxito para los que han defendido la doctrina de la Iglesia: mantiene a salvo la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad.

    La cuestión homosexual

    El informe es meridianamente claro en los asuntos de ideología de género: «No hay fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotamente, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios para el matrimonio y la familia».

    Toda vez que condena, también explícitamente, los intentos de imposición ideológica a países en vías de desarrollo. En cuanto al debatido tema de la comunión a los divorciados ‘recasados’ (puntos 84-86 del informe) se puede decir que mantiene la doctrina pero no la afirma con la claridad con la sería deseable, despejando cualquier atisbo de duda.

    Incide en el acompañamiento y acogida a los que sufren, en esforzarse por integrarlas en la vida de la Iglesia. Anima a las personas que se encuentran en esa situación a ‘discernir’ sobre su culpabilidad, caso por caso, como señala San Juan Pablo II en la exhortación «Familiaris Consortio». No hay ninguna mención al sacramento de la Eucaristía, no es la única forma de participar de la vida de la Iglesia.

    «Familiaris distortio»

    A pesar de todo, la redacción de los puntos es en algunos aspectos ambigua, y aunque remite al magisterio de Juan Pablo II, lo hace evitando los puntos en los que detalla explícitamente la abstinencia en las relaciones sexuales y en la objetividad de la situación de los divorciados:

    «La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía». (FC, 84)

    Los puntos 84-86 del Sínodo han sido fruto de una solución de compromiso, de hecho son los que más votos en contra tuvieron, y deja en manos del Papa posteriores aclaraciones. Estos párrafos reflejan claramente los intensos debates sobre la cuestión y aunque tienen una lectura perfectamente católica hacen referencia a las soluciones de conciencia y al «foro interno», aunque sin citarlo así, que se dieron en el grupo de discusión de lengua alemana.

    «El documento final es mucho mejor que lo que temíamos»

    Al terminar el Sínodo, uno de los ‘campeones‘ de la defensa de la concepción evangélica de la familia, el cardenal Pell, declaró que «el documento final es mucho mejor que lo que temíamos», resaltando que tanto en el tema de la conciencia, de las relaciones homosexuales y de los divorciados «se afirma la doctrina católica». Y al mismo tiempo que reseña que «no es el documento que él habría escrito», para él, la versión final es casi un milagro si se compara con el proyecto inicial.

    Dos padres sinodales llegaron a decir que algunos pasajes olían todavía el humo de Satanás que había predicho Pablo VI

    Durante estas tres semanas, en casi todos los Círculos menores (grupos lingüísticos en los que se dividieron los 270 padres sinodales), las críticas al documento de trabajo fueron constantes: incoherente, falto de base bíblica, patrística y magisterial, rococó, confuso, escrito para que no se entienda, carente de interlocutor. Dos padres sinodales llegaron a decir que algunos pasajes olían todavía el humo de Satanás que había predicho Pablo VI. Más de mil enmiendas dejan irreconocible, para bien, la propuesta inicial.

    El cardenal George Pell / Wikimedia
    El cardenal George Pell / Wikimedia

    Hay que reconocer, con el cardenal australiano Pell, el trabajo de construcción sobre una base tan mala ha sido bueno. Algunos ejemplos (párrafos entre paréntesis)

    • Se rechaza la gradualidad (86): «Teniendo en cuenta que la misma ley no hay gradualidad…»
    • Reafirma la belleza de la profética Humanae Vitae respecto a la apertura a la vida conyugal y los anticonceptivos (46): «manifiesto el vínculo intrínseco entre el amor conyugal y la generación de la vida».
    • Advierte negativamente contra el recurso a la conciencia en los casos de justificar la anticoncepción y el aborto (63)
    • A pesar de que algunos padres sinodales quisieron evitar el uso del término «indisolubilidad» porque consideraban que no era útil, era antiguo, el Sínodo lo premia, volviendo a recordarlo como un atributo propio y específico del sacramento (69)
    • Valoración «del testimonio de los que incluso en condiciones difíciles no ingresan en una nueva unión, permaneciendo fieles al vínculo sacramental, merece el aprecio y el sostenimiento de parte de la Iglesia» (83)
    • El aprecio a la virtud de la castidad (31), que es posible vivir en nuestra sociedad.
    • Mientras el documento de partida casi se avergonzaba de los ninos, el final los describe como una de las mayores bendiciones, alaba las familias numerosas y honra a las familias que tienen a cargo ninos con situaciones especiales (62 y ss).
    • Condena de la eutanasia (20): «la eutanasia y el suicidio asistido son serias amenazas para las familias de todo el mundo», toda vez que enaltece el cuidado de nuestros mayores.

    Las referencias a las Escrituras, la Tradición y el Magisterio son abundantes. Hay párrafos bellos e inspiradores y quizá por eso, los párrafos menos claros o intencionadamente abiertos desentonan más. No dejo de preguntarme qué habría pasado si algunos elementos de la Secretaría del Sínodo y de comunicación como Spadaro, Lombardi, Rosica o Dorantes no hubiesen reventado las propuestas, qué esperanzador documento tendríamos ahora.

    Es difícil entender las posturas buenistas, y normalmente bienintencionadas, que pretenden describir «Sino-Disneylandia»

    Choque de trenes

    Para llegar a este resultado han sido necesarios meses tensos y bruscos, que en estas tres semanas de desarrollo de la Asamblea se han manifestado con mayor aparato. El mismo Papa Francisco, en el discurso de clausura lo reconoce: «las distintas opiniones que se han expresado libremente –y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos–»

    Es difícil entender las posturas buenistas, y normalmente bienintencionadas, que pretenden describir «Sino-Disneylandia».

    El sector que lideraba una cierta mundanización de la Iglesia no se esperaba que los defensores de la doctrina de sobre la familia fuesen tantos y tan «bien armados». Creyeron tener la situación controlada, en especial una vez que el Informe inicial era el documento de debate.

    De este modo el obispo belga Mons. Bonny, defensor del matrimonio homosexual y que hace pocos días se jactaba de que él daba la comunión a los divorciados recasados desde hace 40 años, gimoteaba diciendo que le había tocado el cardenal Sarah en su grupo y que éste había liderado una implacable defensa de la familia.

    O el ‘líder’ del episcopado alemán, el cardenal Marx, que se quejaba públicamente de que Pell le había llamado kasperita (en referencia al cardenal Kasper y sus tesis sobre la comunión a los recasados) que estaba enfrentado a los ratzingerianos. Curiosamente ninguno se ha quejado de que le llamen ratzingeriano.

    El cardenal Walter Kasper / Wikimedia
    El cardenal Walter Kasper / Wikimedia

    El arzobispo Chaput destrozaba con su discurso el de su compatriota Cupich, que pretendía reducir todo a la conciencia individual en un relativismo extremo.

    El cardenal Dolan confirmó haber trasladado al inicio del Sínodo, y filialmente, sus inquietudes en lo que luego se ha denominado la «carta de los 13 cardenales», de las que se desconoce exactamente el contenido y todos los firmantes. En esa súplica mostraban ciertas reservas respecto a procedimiento del Sínodo: votaciones y composición del grupo que debía redactar el Informe Final. Un grupo en el que el Papa había designado a algunos involucrados en el desastroso affaire del año pasado.

    La intervención del Papa, advirtiendo contra una «hermenéutica de la conspiración», y el foco puesto en el procedimiento tranquilizaron al cuerpo sinodal y sin lugar a dudas han contribuido a que se desarrollase dentro de parámetros de confianza y libertad, atando en corto a maniobreros.

    Y ahora ¿qué?

    El Informe final se le entregó al Santo Padre que ordenó publicarlo junto a las votaciones de cada párrafo. En el pasado los papas han redactado una Exhortación apostólica post-sinodal, pero no es obligatorio ni hay indicios de lo que hará Francisco.

    Previsiblemente durante el Año de la Misericordia iremos viendo como el Papa aterriza el documento emanado del Sínodo, que es bueno recordar que no es más que un órgano consultivo, sin otras atribuciones.

    Nada ha cambiado respecto a la praxis de la Iglesia, en ningún tema. Siguen vigentes todas las normas pastorales.

    En otro orden, el Sínodo ha puesto de manifiesto dos modelos que ya existían. El de la Iglesia en los países africanos, del antiguo bloque soviético al que se une una parte importante del episcopado estadounidense. Y por otro lado, el de la vieja y decrépita Europa junto a la latinoamericana, cuyos círculos han revelado que ha dejado de ser «el continente de la esperanza». Las peores conclusiones han venido no del círculo alemán, lo han hecho de los «ibéricos». Reducir la teología a sociología está abonando la tierra a las sectas protestantes, que al menos hablan de Dios.

    Es de esperar que la redacción definitiva del Informe final ayude a disminuir los enfrentamientos, pero indudablemente, y la experiencia lo demuestra, los cardenales Pell, Dolan, Napier, Müller y algunos más van a ser sometidos a un inmisericorde pim-pam-pum por parte de sectores progresistas de los medios de comunicación. Tiempo al tiempo. Es hora de rezar por ellos, y dar gracias a Dios a que se cumpliesen las promesas del cardenal Sarah: «Así como África salvó a la Sagrada Familia también salvará a la familia humana«. Allí viaja el Santo Padre a finales de noviembre.

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    Hispano-cubano. Casado y padre de familia numerosa. Ingeniero y periodista. Forma parte del equipo de Campañas de HazteOir.org. Fundador y editor del semanario cultural conoZe.com y subdirector del diario InfoCatólica. Analista especializado en temas de guerra cultural en diversos medios de comunicación y coautor de publicaciones sobre el aborto y las relaciones entre fe y ciencia.