Enzensberger y Cabrera Infante: Antinostalgias del Hombre Nuevo

    Ángel Peña analiza los libros 'Mea Cuba antes y después' y 'El hundimiento del Titanic'.

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    Cabrera Infante y Enzensberger

    Neocomunistas de genes más o menos caribeños sobrevuelan el campo de batalla de la crisis. Buitres en busca de algún proletario que echarse a la boca, su dialéctica acción-reacción necesita un caldo de cultivo «propicio».

    El político hábil rentabiliza la miseria como pasaporte a la revolución, tránsito a su vez inmediato y necesario al Hombre Nuevo, diseñado por ese mismo político hábil, claro está, a mayor gloria suya y de sus estatuas posible. El bronce de la Historia…

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    La literatura es una llave inoxidable en este otoño de chavistas en retirada

    La Historia, sin embargo, es traicionera. Aunque el político hábil se las apañe para situarla en el futuro, donde solo puede esperar, muda y atada a la columna de lo nonato, a la realidad siempre le quedará la caja de la memoria. Y la literatura es una llave inoxidable: justo en este otoño de chavistas en retirada y anarcoindependendistas en vanguardia, dos libros han abierto una rendija.

    Guillermo Cabrera Infante y Magnus Enzensberger no tienen, a estas alturas, nada que reivindicar. Nadie duda que el primero, fallecido, es uno de los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX. Ni que el segundo, poeta y ensayista aún vivo y polémico a los 86 años, es una de las referencias de la cultura centroeuropea. Desde tradiciones y marcos de acción tan distintos, comparten la misma desilusión por el ideal que les alimentó la imaginación en su juventud.

    Galaxia Gutenberg ha publicado Mea Cuba antes y después, segunda parte de las obras completas de Cabrera Infante que incluye una muy interesante recopilación de los artículos en los que apoyó la revolución cubana. Enternece leer a aquel veintañero fogoso, periodista capaz de arriesgar el cuello ante la dictadura de Batista y deslumbrado por el relámpago de esperanza que surgió del monte en 1959.

    mea cuba antes y despues
    Portada de Mea Cuba antes y después de Cabrera Infante

    Los barbudos idealistas que venían a liberar la patria vieron un filón en el talentoso plumilla y lo mandaron a cubrir la guerra de Bahía de Cochinos contra el imperialismo yanqui. Allí, el joven empezó a envejecer. Descubrió que los soviéticos manejaban la situación a su antojo y Fidel Castro se daba al comunismo subvencionado por una dictadura aun peor que la de Batista.

    Lo que la verdad le importa a los comunistas

    El escritor empezó a hacer preguntas y descubrió lo que le importa la verdad a la ideología comunista. El Futuro lo aguanta todo. La Historia los absolverá. Llegó primero el desdén del Régimen, luego el ostracismo y, finalmente, el exilio. Desde la fría Londres, tiritando de nostalgia, Cabrera Infante confirmó su inmenso talento narrativo y denunció la barbarie castrista hasta su muerte en 2005.

    Mea Cuba antes y después coincide en la mesa de novedades con Tumulto (Malpaso), las memorias de Magnus Enzensberger. Joven inquieto y talentoso como Cabrera Infante, Enzensberger fue reclutado por la “intelligentzia” izquierdista europea.

    Nacido en Baviera, la militancia le proporcionó un ticket a las exóticas maravillas del otro lado del Telón de Acero. Las memorias recogen sus viajes a la URSS, por ejemplo, donde pudo asistir atónito a la asombrosa glotonería de Pablo Neruda, al que el caviar le rimaba estupendamente con el proletariado, o a un Sartre dócil ante las papanatadas de Kruschev. También recuerda una estancia en Cuba, con palco al sacrificio de Herberto Padilla o a la ineptitud del “Che” Guervara al frente del ministerio de Economía.

    La venda de la ingenuidad terminó de caérsele oficialmente a Enzensberger en 1978, cuando publicó el poemario El hundimiento del Titanic. Su viaje a la evidencia puede parecernos sencillo hoy, pero en aquella época dominaba el panorama intelectual (y sus prebendas) una auténtica multinacional del pensamiento experta, prietas las filas, en no mirar a donde no debía, no fuera a resquebrajarse el chiringuito.

    Maquetación 1
    Portada de Hundimiento del Titanic de Enzensberger

    Ergo, el que se mueve no sale en la foto. Pero Enzensberger prefirió la verdad. La conocía de primera mano, como Cabrera Infante. Ambos tuvieron lo que hay que tener para rectificar. Sus experiencias no hacen mella en los profesionales de la contumacia. Les basta con no leer lo que no les conviene, supongo.

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