A la hora de ponerse delante de una pantalla, el espectador poco avisado debería llevar siempre consigo un frasco de agua bendita. Por si acaso. Porque si por ejemplo es un fan de las series de zombis The Walking Dead y Fear the Walking Dead, tal vez opte por seguir también otra nueva, basada en un cómic del mismo autor, Robert Kirkman. La acaba de estrenar Fox TV, e incluso, novedad tecnológica, puede verse a través del mismísimo Facebook. Responde al título de Outcast, que bien podría haberse traducido como “expulsado” o “arrojado fuera”, pero como muchos sabemos, no está de moda eso de traducir títulos de series.
Visto el piloto, vemos que se trata de una serie impactante y violenta sobre posesiones demoníacas. El pobre protagonista, Kyle Barnes, ha tenido que vérselas con el demonio desde que era un nino; la cosa empezó por su madre, luego afectó a su esposa y a su hijita, y hasta le tocó pasar una temporada en prisión, porque la policía no acaba de creerse aquello de que el diablo andaba suelto. Quien sí le cree es un pastor protestante, que da la bienvenida a su asistencia en el caso de un crío poseído.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLo cierto es que para vivir tiempos incrédulos, al menos en lo que se refiere al mundo de la cultura, el entretenimiento y los medios de comunicación, donde con frecuencia se orilla a Dios y todo lo que tiene visos de espiritualidad, llama la atención cómo los productores de cine y televisión no dejan de poner en marcha proyectos sobre historias de exorcismos y posesiones.
De acuerdo con que pueden dar pie a secuencias impactantes, y que la cosa tiene algo de morbo, pero no me parece que sea la razón de esta llamémosle moda, sobre a todo porque a estas alturas el espectador ya ha visto de todo. Lo pensé mientras visionaba Outcast, donde un chaval poseído levitaba en el aire dando un montón de cabriolas, visualmente hablando aquello reducía al clásico de El exorcista a un trabajo de aficionado, por así decir.
No, a mí me parece que lo que ocurre es que todos tenemos la experiencia del mal, que hacemos con frecuencia aquello que no queremos y que nos deja insatisfechos, y que no suena a disparate para nada la idea de que alguien nos tienta para que vayamos a nuestra bola y arruinemos la propia vida y la del que tenemos al lado. Por eso, tramas donde ese tentador no es una presencia completamente invisible, sino que está ahí, dándonos la vara de un modo muy real, paradójicamente nos tranquiliza. Confirma nuestra intuición de la existencia del demonio.
Otro estreno reciente, éste en cine, donde vemos actuar al diablo, se titula La bruja, la escribe y dirige el desconocido Robert Eggers, y se basa en leyendas del folclore de la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Las tribulaciones de una familia –el matrimonio y 4 hijos, 2 adolescentes y 2 ninos– tremendamente piadosa y tremendamente puritana, que ha sido rechazada por su iglesia y se instala en soledad en el bosque, resultan profundamente perturbadoras. Porque no sólo somos testigos de señales extraordinarias de una fuerza maléfica, sino que vemos a los personajes obrando mal, pecando, vaya: a pesar de que, sin duda, rezan, se dejan llevar también por el orgullo y el disimulo, sienten el tirón de la lujuria, pueden ser crueles y egoístas. Y claro, a tales comportamientos empuja el demonio, que tiene además otras manifestaciones más aparatosas, pero las primeras no son desdeñables, al contrario, pueden ser las peores.
Podría ahora lanzarme a una especie de relación exhaustiva de películas sobre exorcismos y demonios de los últimos tiempos. Pero no quiero agotar al lector con una ristra interminable de títulos. Recientes, y dejados aparte algunos que se reducen a simple terror comercial, donde da igual contar con demonios que con monstruos marinos, me vienen a la cabeza Exorcismo en el Vaticano, El rito, El exorcismo de Emily Rose y Expediente Warren, que como la citada antes El exorcista acrecientan el interés con la consabida frase “Inspirada en hechos reales”. Incluso directores tan prestigiosos como el ruso Aleksandr Sokurov han dado su visión del pacto al que todos nos vemos impelidos, de algún modo, de vender el alma al diablo, con su personalísmo Fausto, basado en Goethe, que ganó el León de Oro en 2011.
Lo que resultaría deseable es que la creencia más o menos explícita en el demonio conduzca a la experiencia mucho más positiva del amor a Dios, que es el que ha vencido a la serpiente tentadora, para siempre. También gracias a películas “ad hoc”.