
La verdad es algo que nos interesa a todos, conocer las cosas tal y como son. Aunque en tiempos de relativismo nos pueda salir la vena cínica a lo Pilato, que renuncia a buscarla y encontrarla: sería imposible dar con ella, conformémonos con el subjetivismo, a mí me parece que, a ver qué piensa la mayoría, vamos a hacer una encuesta…
Y es que, curiosamente, nunca ha habido tanta información como hoy en día, y al mismo tiempo, la dificultad para gestionarla y digerirla adecuadamente es grande, mientras que la incertidumbre acerca del futuro de los medios de comunicación es mayor que nunca, nadie sabe cómo será el periodismo del futuro, hay opiniones para todos los gustos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn cualquier caso, la intención de rendir un servicio a la opinión pública, dándole a conocer la verdad sobre los acontecimientos que marcan nuestra sociedad, con investigaciones serias y rigurosas, siempre ha estado en la intención más noble del periodismo, y ello ha atraído de modo inevitable al Séptimo Arte. Es larga la lista de películas dedicada al tema, y Juan Carlos Laviana le dedicó un libro apasionante hace casi dos décadas, “Los chicos de la prensa”, que editó José Luis Garci con su sello Nickle Odeon.
La película, basada en hechos reales, describe el revuelo levantado por un reportaje incluido en “60 minutes”
Por mi parte siempre me cautivó Hildy Johnson, prototipo del intrépido personaje periodista, creado por Ben Hecht y Charles MacArthur, su obra ‘The Front Page’ ha sido llevada repetidas veces al cine. Aunque con el permiso de los magníficos Billy Wilder y Jack Lemon en Primera plana, me quedo con la versión femenina de Hildy, o sea, con Rosalind Russell, dirigida por Howard Hawks en la aceleradísima y divertidísima Luna nueva.
Se estrena este fin de semana una película que tanto en su título español, La verdad, como en el original Truth, “Verdad” a secas, la propone como meta deseable del auténtico periodismo de raza. Basada en hechos reales, describe el revuelo levantado por un reportaje incluido en “60 minutes”, el popular programa televisivo de la CBS. Sus emisión, a dos meses de las elecciones presidenciales de 2004 en que George W. Bush aspiraba a la reelección, cuestionaba su servicio militar en la Guardia Nacional durante la Guerra de Vietnam.
Con producción de Mary Mapes –que previamente había sacado a la luz el escándalo de las torturas de Abu Ghraib en Irak–, y la cara del veterano presentador estrella Dan Rather, pronto hubo dudas sobre la autenticidad de la documentación proporcionada por una fuente, de modo que el foco se desplazó definitivamente de Bush a los periodistas que habían indagado su pasado en el ejército.
El pasado de Redford
Que Robert Redford haya sido escogido para poner cara fílmica a Dan Rather quiere sin duda decir algo, las comparaciones con Todos los hombres del presidente, donde el actor daba vida a Bob Woodward, resultan inevitables. Con sus informaciones en el Washington Post, Woodward y Carl Bernstein propiciaron la caída del presidente Richard Nixon, gracias a una investigación muy seria, y su peripecia fue trasladada a la pantalla con fortuna hace ya la friolera de casi 40 años.
Como mínimo hay que decir que las cosas cambian, y no sólo porque Redford emerja en la pantalla más arrugadito que antaño. Obviamente, Nixon cayó por el Watergate, lo que supone una diferencia frente a George W. Bush, al que el pueblo americano encomendó un segundo mandato; el Rathergate no hizo mella sobre él, y en cambio los periodistas denunciantes cayeron en desgracia.
La película que dirige James Vanderbilt, autor también del guión, se basa en el libro escrito por Mapes, lo que permite deducir que sus simpatías están más bien del lado de los chicos de los informativos. Aunque la CBS, que sale bastante mal parada, ha puesto el grito en el cielo por la película, pues aunque sugiere que los jefes se plegaron a presiones de la Casa Blanca, lo cierto es que Mapes y Rather también reciben su ración de “cera”, pues consienten en la inhumana presión que sufre su fuente, un hombre enfermo, para que admita ante las cámaras que les mintió con respecto a algunas importantes circunstancias ligadas a la información entregada; aparte de que se apresuraron demasiado a emitir el reportaje, razón por la cual encajaron varios “goles”, no contrastaron suficientemente la información que obraba en su poder.
Por supuesto, el hecho de que los documentos que se manejaron sobre el servicio militar de Bush pudieran haber sido falsificados no significa que el expresidente no recibiera trato de favor en su servicio militar, y a esa verdad alude el film. Pero si no se aportan pruebas fehacientes al respecto, sólo cabe decir que los periodistas fallaron, por muy guiados que estuvieran de buenas intenciones, de servicio a la opinión pública, o porque “en el fondo”, tuvieran razón. ¿Una verdad como un piano? La presunción de inocencia, aunque algo huela a chamusquina en Washington.