Arzobispo de Alepo: «Necesitamos combatientes en dos frentes: soldados y pastores»

    El arzobispo católico greco-melquita de Alepo llama a combatir en el frente de guerra, pero también en el frente social y humano en Siria. "La guerra a la que nos han destinado nuestros enemigos es increíble", subraya monseñor Jeanbart.

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    El arzobispo católico greco-melquita de Alepo, Jean Clement Jeanbart /Youtube
    El arzobispo católico greco-melquita de Alepo, Jean Clement Jeanbart /Youtube

    Por su interés, reproducimos la reciente carta del arzobispo católico greco-melquita de Alepo (Siria), Jean Clément Jeanbart, en la que analiza los miedos, esperanzas y compromisos necesarios para trazar el camino de la reconstrucción de Siria y la paz.

    Carta del obispo de Alepo a los fieles: Nuestras dos primaveras

    A principios de 2011 pensábamos que el movimiento popular que habíamos visto en los lugares públicos de nuestra ciudad daría lugar al nacimiento de una nueva era en el país, coronada por un resorte de libertad, democracia, pluralismo y por la aparición de un espíritu de amistad que podría crecer en los corazones de los ciudadanos.

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    Albergábamos grandes esperanzas, debido a lo ocurrido en los primeros meses de la revuelta. Sin embargo, la situación se ennegreció rápidamente ante lo que llamamos un “movimiento parcial” y una “primavera árabe”, carente de rosas para decorar nuestra vida cotidiana y de flores para embellecer nuestros senderos.

    Esta primavera solo nos ha traído dolor, miseria y destrucción. Destrucción que demolió nuestros hogares, instituciones y actividades y que ha privado a nuestro pueblo de sus medios de vida.

    «Día tras día, se ha demostrado que esta situación es realmente una conspiración vil y despreciable, una guerra contra nuestro país para destruirlo»

    Nuestra gente llora y sangra de dolor. Dolor en el corazón de un gran número de madres, viudas y huérfanos. Dolor, que cada uno de nosotros ha sentido a causa de los terribles acontecimientos que nos rodean y que ha provocado la huida y la emigración de muchos de nosotros, en busca de mayor seguridad y tranquilidad.

    Desafortunadamente, día tras día, se ha demostrado que esta situación es realmente una conspiración vil y despreciable, una guerra contra nuestro país para destruirlo y privarlo, por todos los medios, de sus recursos humanos y materiales y destinarlo a la pobreza, lo que elimina todo los elementos necesarios para una vida digna y decente. Y, por último, para alejar cualquier esperanza de cambio.

    Signos de un horizonte de paz

    Lo sucedido nos ha aterrorizado y ha conducido a muchos de nosotros al borde de la desesperación, llevándonos, en contra de nuestra voluntad, a la muerte del alma y a vivir con el enorme pesar y la tristeza de estar lejos de su querida tierra, la tierra de sus antepasados y el lugar de nacimiento de sus hijos.

    Esta es una pérdida importante para ellos y para todos los buenos ciudadanos de esta tierra, una pérdida indecible para la nación; la pérdida de los que crecieron aquí y que viven con una gran necesidad de reconstruir el país y restaurar su luz y esplendor.

    Si bien es cierto que los recursos materiales del país se pueden restaurar, hay que reconocer que los recursos humanos perdidos son de gran valor y muy difíciles de reemplazar. Es cierto que el Ejército avanzó significativamente en todos los frentes, y que el terrorismo está siendo derrotado, así como es igualmente cierto que el peligro de un colapso de la nación, gracias a Dios, ya no existe.

    Actualmente vemos signos de un horizonte de paz y percibimos sus primeras señales tempranas. Recientemente vemos como aumentan los compromisos para la realización de grandes proyectos de construcción y grandes inversiones y esto nos da razones para creer en una posible reconstrucción en el corto plazo.

    Pero lo que realmente nos preocupa es ver a los enemigos de nuestro país participando en intrigas para quitarnos nuestro recursos humanos, recursos que pueden ser irrecuperables.

    «Necesitamos combatientes para luchar en dos frentes: los soldados en el campo de batalla y nosotros, los pastores, junto con todos los ciudadanos»

    La presión constante sobre los habitantes de Alepo y el terror que vivimos nos hace sufrir constantemente, de este modo, debemos proveer diferentes servicios y comodidades a nuestros conciudadanos, como un alojamiento confortable en algunos países occidentales.

    Todo esto parece formar parte de una estrategia bien articulada, con el claro objetivo de acabar con el bien más preciado de Siria: sus ciudadanos. Ciudadanos caracterizados por una gran profesionalidad, esencial para la reconstrucción del país. Sus valores humanos, su competencia, su diligencia y la perseverancia pueden generar una gran diferencia en la reconstrucción de una comunidad nacional sana y prospera, a la que todos aspiramos.

    La guerra a la que nos han destinado nuestros enemigos es increíble, encaminada a la destrucción de cada piedra y la aniquilación del factor humano. Debemos afrontar la batalla desde dos frentes: el primero, en el campo de batalla para detener su ataque contra ciudadanos inocentes, sus bienes e instituciones.

    El segundo frente se encuentra en medio de la poblacion y tiene el objetivo de respaldar las campañas que empujan a nuestros jovenes a alejarse del país para privarle de su sangre y de sus recursos humanos activos.

    «Nuestro enemigo es cada individuo que actúa para prolongar la guerra»

    Un frente social

    Necesitamos combatientes para luchar en dos frentes: los soldados en el campo de batalla y nosotros, los pastores, junto con todos los ciudadanos de buena voluntad que aman a su país, en el ámbito social y la acción humanitaria.

    El frente social en el que estamos llamados a actuar es enorme y traicionero y necesita en sus batallas de la participación de todos: individuos y entidades, y que requiere de cada uno de nosotros: la fe, la determinación y el compromiso.

    Nuestro enemigo es cada individuo que actúa para prolongar la guerra con consecuencias trágicas, materiales y humanas. También son nuestros enemigos aquellos que han promovido deliberadamente proyectos de dudoso valor, los que traen la ayuda humanitaria o las entidades de beneficencia que desean, en última instancia, desestabilizar nuestra sociedad y quitarle la vitalidad.

    En esta campaña, tenemos que confiar en:

    1. La ayuda del Señor y su poder ilimitado.
    2. La vigilancia de nuestros jovenes y su comprensión de lo que está sucediendo a su alrededor, su sentido de pertenencia a esta tierra y su amor por el país.
    3. La determinación de las autoridades civiles en sus esfuerzos por restablecer la vida normal de la ciudad de Alepo y por facilitar las actividades y las tareas de apoyo a la resistencia de los ciudadanos, animándoles por cualquier medio posible.
    4. La solidaridad y la ayuda mutua entre todos los que creen en la necesidad de permanecer en este país tan querido e importante. Gracias a Dios por los que así lo creen.
    5. Un grupo de trabajo colectivo para difundir el pensamiento positivo entre la gente y tratar de enviar señales prometedoras de un futuro mejor, animando a todos a avanzar hacia el trabajo y la reconstrucción.
    6. El compromiso de la Iglesia y sus instituciones para trabajar con aquellos que han optado por permanecer en este querido país. Este compromiso se traduce en una disponibilidad constante de estar con la gente, para promover proyectos sobre vivienda y desarrollo, necesarios para una vida digna en el país.

    Por último, queremos decir a nuestros fieles y a todos los amigos que nos escuchan que estamos decididos a comprometernos y a participar en esta campaña fundamental, dedicándonos sin reservas y con el máximo compromiso a apoyar a los jovenes en su progreso y en sus esfuerzos por permanecer en nuestra querida tierra de Alepo, en Siria.

    Juntos queremos construir nuestro futuro, juntos queremos seguir viviendo de una manera digna y honorable, siempre y cuando se cumpla la voluntad del Señor, en nuestra querida ciudad de Alepo.

     

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