
La utilización de los embriones humanos en investigación es una de las derivaciones negativas de la tecnología de la fecundación in vitro (FIV). Una innovavion de la Medicina Reproductiva que apareció a mediados de 1978, cuando los Dres. Robert Edwards (Premio Nobel de Medicina de 2010) y Patrick Steptoe, lograron el nacimiento de la niña Louise Joy Brown en el Reino Unido, lo que se calificó de “escándalo” por unos y de “milagro” por otros.
La intención de esta tecnología era salvar las dificultades de infertilidad de muchas parejas derivando la fecundación a un medio artificial controlado en el laboratorio, y por tanto externo a la madre. Obviamente los embriones así producidos han de ser después transferidos, implantados en el útero materno, lo que se suele hacer cuando alcanzan un estadio de su desarrollo denominado blastocisto. Este estadio del desarrollo se alcanza cuando el embrión posee unas 256 células, no más de 7 días después de la fecundación. La terminología “FIVET” describe el proceso completo: Fecundación In Vitro y Transferencia de Embriones.
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Suscríbete ahoraSolo 3 de cada 10 parejas encontrarán la solución del hijo que desean por FIVET
Aún hoy en día, a pesar de su buen fin, esta tecnología ofrece unos resultados bastante pobres, por cuanto su máxima efectividad es de apenas un 30 %, lo que significa que solo 3 de cada 10 parejas encontrarán la solución del hijo que desean por FIVET.
Por otro lado, la FIV ha creado una situación kafkiana, en el doble sentido que a este término le aplica el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por la “angustia” que supone para los padres el proceso, precedido de tratamientos hormonales, no precisamente inocuos, y por el “absurdo” del destino incierto de la mayoría de los embriones producidos.
El principal problema es que se producen más embriones de los que se van a utilizar. Los embriones que no se implanten, mal llamados “sobrantes”, quedan así en manos de los especialistas que los producen y de los padres que los generan, sin saber qué hacer con ellos, a pesar de su condición y su naturaleza de vidas humanas concebidas.
En el mejor de los casos se congelan y pasado un cierto tiempo, dependiendo del marco legal del país en que se generan pueden ser utilizados con fines distintos a la reproducción, En España la Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción humana asistida permite su utilización para otros fines, bajo determinadas condiciones. En otros países, como en Alemania o en Italia las leyes son más restrictivas evitando la existencia de embriones sobrantes.
Si estas células, conocidas como “células madre embrionarias”, se aislasen y cultivasen in vitro, en un medio nutritivo apropiado, serían capaces de proliferar
El caso es que en 1998, veinte años después del nacimiento de Louise Joy Brown, un investigador llamado James Thomson y sus colaboradores de la Universidad de Wisconsin demostraron que las células de la masa interna del blastocisto, –el embrioblasto-, son “pluripotentes”. Esto quiere decir que si estas células, conocidas como “células madre embrionarias”, se aislasen y cultivasen in vitro, en un medio nutritivo apropiado, serían capaces de proliferar y bajo determinados estímulos las células descendientes se diferenciarían hacia cualquier tipo de especialidad celular (piel, cartílago, hueso, músculo, etc.).
Esta capacidad aparentemente ilimitada de proliferación y diferenciación llamó la atención de los investigadores y biotecnólogos, que vieron en estas células una vía para acometer el problema de la reparación de tejidos degradados en personas aquejadas de enfermedades degenerativas, surgiendo así la denominada “clonación terapéutica”, que se enmarca en el ámbito de la “medicina regenerativa”.
El gran problema que surgió de inmediato es que las células madre embrionarias pertenecen a embriones, que son “vidas humanas”, no objetos. Hay que tener en cuenta que la artificialidad de su obtención no altera su auténtica condición de vidas humanas desde la fecundación. Recordemos que el Art. 51.1 del Código de Deontología Médica dicta que “el ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte”.
Es por tanto incongruente, la destrucción de unas vidas humanas para curar a otras, y no vale decir que un embrión es un conglomerado de células, o tratar de desvirtuar su auténtica naturaleza biológica llamándoles “preembriones”, o reducir su valor por el mero hecho de que aun no se trata de seres conscientes, etc…
La ciencia ha demostrado de forma indiscutible que la vida se constituye al terminar el proceso de la fecundación
Hoy, la ciencia ha demostrado de forma indiscutible que la vida se constituye al terminar el proceso de la fecundación, cuando se conforma la identidad genética del nuevo individuo, que aporta la información de la que depende su desarrollo biológico. Esto lo señalaba muy acertadamente el profesor Jerome Lejeune (1926-1994), el médico y genetista francés que descubrió la trisomía del cromosoma 21 como causa del síndrome de Down, cuando decía: «la ciencia tiene una idea del hombre muy sencilla: en cuanto ha sido concebido, un hombre es un hombre».
¿El fin justifica los medios?
A pesar de ello, muchos investigadores vieron en los embriones un material adecuado para investigar soluciones a enfermedades degenerativas (Alzheimeer, Parkinson, diabetes, atrofia muscular, infarto de miocardio, etc.), lo que motivó intereses de carácter económico y de patentes utilizando las células de origen embrionario. A pesar de ello, casi desde el principio, la utilización de las células madre embrionarias planteó importantes dificultades técnicas y un grave inconveniente ético. Se vio que era una tecnología insegura, por generar tumores tras la implantación en los pacientes, a lo que se unía el rechazo inmunológico, debido a las diferencias de los sistemas genéticos de histocompatibilidad del embrión y el paciente, y sobre todo, por requerir la destrucción de vidas humanas.
Por ello, al poco de plantearse el uso de los embriones para la medicina regenerativa se empezó a buscar otro tipo de células, de características y propiedades semejantes a las embrionarias y que sirvieran para obtener líneas celulares aptas para la medicina reparadora. De este modo, casi al mismo tiempo que se empezaban a utilizar los embriones, se supo que el cordón umbilical contiene unas células sanguíneas que dan resultados satisfactorios en el tratamiento de la leucemia y linfomas infantiles, y poco a poco se fueron descubriendo las “células madre adultas”.
Estas son células procedentes de tejidos adultos, con capacidad de cultivo en el laboratorio y con propiedades “multipotentes”, semejantes a las embrionarias, pero que no requieren destruir nada, solo practicar una biopsia en el propio paciente. Dado que éste sería después el receptor de las líneas celulares que se produjeran quedaba resuelto el rechazo inmunológico característico de las células madre embrionarias.
En los organismos adultos existen cerca de 220 tipos de tejidos y la lista de de los que se conoce que contienen células madre ha ido aumentando año tras año
De hecho, hoy se están utilizando las células madre de adulto procedentes del líquido amniótico, del cordón umbilical y de muchos de los tejidos desarrollados ya en el adulto. Se trata de sistemas celulares no diferenciados encargados de restaurar el desgaste natural de muchos tejidos. En los organismos adultos existen cerca de 220 tipos de tejidos y la lista de de los que se conoce que contienen células madre ha ido aumentando año tras año.
La investigación con células madre embrionarias ha entrado en vía muerta
Tras más de quince años de investigaciones en este campo, se cuenta con tres tipos de fuentes de células para abordar la medicina regenerativa: las “células madre embrionarias”, que suponen la destrucción de embriones y por tanto de vidas humanas; las “células madre adultas”, que no implican ningún riesgo para la vida, y una tercera opción, fruto de las investigaciones en genética en los últimos años, las células pluripotentes inducidas (iPS) obtenidas mediante la técnica de “reprogramación celular”. Se trata células de derivadas de tejidos ya diferenciados, que en el laboratorio se transforman en células jovenes, semejantes a las embrionarias.
Se puede afirmar que, tras el ímpetu con que empezaron las investigaciones con células madre embrionarias, las opciones que están “ganando la carrera”, por su mayor interés en aplicaciones clínicas son las «células madre adultas» con 5040 investigaciones registradas en todo el mundo en la actualidad y las recientes iPS,, con cerca de medio centenar de investigaciones en el momento presente tras aprobarse en Japón el primer ensayo clínico en 2013 (http://clinicaltrials.gov).
Las células madre embrionarias no ha habido resultados, a pesar de las millonarias inversiones e intereses de patentes
Mientras que con las células madre embrionarias no ha habido resultados, a pesar de las millonarias inversiones e intereses de patentes, las procedentes de tejidos adultos y las de reprogramación suponen un conjunto de investigaciones de gran esperanza para la curación de más de 70 enfermedades degenerativas diferentes.
En esta carrera de fondo, es significativo que la Fundacion Nobel otorgase el Premio Nobel de Medicina de 2012 a los doctores que descubrieron la tecnología de la “reprogramación celular”, John Gurdon (Inglaterra) y Shinya Yamanaka (Japón), respectivamente por «su descubrimiento en los años sesenta de que la especialización de las células es reversible» y por «descubrir, 40 años después, cómo células maduras intactas podían ser reprogramadas para convertirse en células madre». El Dr. Yamanaka ha manifestado en diversas ocasiones que en su investigación había una intención de evitar la utilización y destrucción de los embriones humanos. Además, el uso de estas células, al proceder de los propios pacientes permite estudiar mecanismos moleculares de la enfermedad e identificar nuevas terapias y tratamientos farmacológicos en el laboratorio dando paso así a una “medicina personalizada”.
El epitafio al uso de las células madre embrionarias lo ha puesto el Dr, James Thomson, el investigador que propuso en 1998 su utilización con fines de investigación médica, al declarar que: «dentro de una década la guerra de las células madre embrionarias será solo una nota curiosa de la historia de la ciencia al pie de una página».
De nuevo los embriones humanos objeto de utilización
A pesar de que los embriones humanos han dejado de ser apetecibles para la medicina regenerativa, ahí siguen los millones de embriones conservados en los congeladores y siguen apareciendo nuevas ideas derivadas de su cosificación. Se sigue faltando el respeto a la dignidad debido a estos seres humanos vulnerables considerados “sobrantes”, dándole la razón a muchos científicos y bioéticos que reclaman que se dejen de utilizar. Como una voz autorizada cabe citar al Papa Francisco cuando dice; «la técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder» (Laudato Si’, 136).
En este contexto se encuentra la “selección y/o descarte de embriones” tras estudiar en su ADN la presencia de alteraciones genéticas, por medio del llamado “diagnóstico genético preimplantatorio”, la tecnología de los llamados “bebé medicamento”, o “bebés de diseño”, y tras la noticia reciente del 1 de Febrero, la autorización en el Reino Unido de la modificación genética en embriones humanos.
En efecto, la revista Nature, ha divulgado que un equipo de investigadores del Instituto Francis Crick de Londres, dirigido por la Dra. Kathy Niakan, ha obtenido permiso de la UK Human Fertilisation and Embryology Authority (HFEA) para modificar el genoma de embriones humanos con fines de investigación básica. Esta autorización da un nuevo giro de tuerca al uso indebido de los embriones y representa la primera aprobación en el mundo de este tipo de investigación por un organismo regulador de carácter nacional.
Dejando a un lado la técnica a utilizar, el sistema denominado CRISPR Cas9, al que hemos hecho alusión en anteriores artículos [Actuall 14/01/2016], lo que se ha autorizado tiene por fin investigar el modo de acción de los genes (Oct4 y otros) de expresión temprana en el desarrollo embrionario, modificándolos para ver sus efectos. El fin que pretende justificar el uso de los embriones humanos es el de conocer mejor cómo y cuando se expresan estos genes en los embriones producidos por fecundación in vitro, para tratar de elevar el rendimiento de la técnica de FIVET. No se pretende un uso clínico directo y, al final, tras su utilización los embriones humanos “serán destruidos”.
Los embriones humanos “sobrantes”, procedentes de la FIV, serán utilizados, manipulados genéticamente y después destruidos
Hasta aquí la noticia, el sujeto, el método y los fines de la investigación autorizada. Preguntémonos ahora sobre las connotaciones éticas. ¿Todo esto nos debe dejar indiferentes? Los embriones humanos “sobrantes”, procedentes de la FIV, serán utilizados, manipulados genéticamente y después destruidos en aras de una potencial mejora de una tecnología que tras casi 40 años de su implantación no ha pasado de un paupérrimo 30% de eficacia.
La respuesta es que no debemos quedarnos en la “espuma” de la noticia… No debemos dejarnos seducir por algo que se ofrece con la misma, si no menor, probabilidad de éxito que las pretendidas soluciones a la medicina regenerativa con las células madre embrionarias. La investigación autorizada va en contra de la ética por varias razones:
1ª Porque es innecesaria. Las investigaciones básicas, como en este caso conocer mejor los mecanismos de acción de los genes que se expresan durante el desarrollo temprano, se pueden hacer igual con embriones de ratón o de otros animales de laboratorio… que es el modo tradicional de avanzar en el conocimiento. Todos los Mamíferos tienen un desarrollo embrionario similar regulado por los mismos genes ortólogos, el Oct4 y otros, que se han conservado evolutivamente y se encuentran en los genomas de las especies que tradicionalmente se ha utilizado de modelo para este tipo de investigaciones.
2ª.- Porque la destrucción de embriones supone la destrucción de vidas humanas. El hecho de que procedan de FIV vitro no altera su naturaleza humana. Es interesante hacer notar que en la investigación autorizada no se utiliza el eufemismo “preembrión”. Deberían tomar nota los legisladores de nuestro país, que mantienen este término inexistente en biología en las leyes de Reproducción Humana Asistida (14/2006) y de Investigación Biomédica (14/2007). En la investigación autorizada por la HFEA en el Reino Unido se habla de “embriones”, no preembriones. A lo que debemos añadir que se trata de vidas humanas en sus primeras etapas de desarrollo.
3ª.- Porque la tecnología CRISPR-Cas9 es aun imprecisa. No hay seguridad de su uso para modificar (editar y corregir) genes humanos. Es probablemente por eso por lo que los investigadores se proponen destruir los embriones manipulados.
4ª.- Porque por primera vez se autoriza la modificación genética en embriones humanos. Esto es algo que está prohibido desde el llamado Convenio de Oviedo de la UNESCO de 1997, “sobre los derechos humanos y la biomedicina”, en cuyo Art. 13 se declara que: «no podrá realizarse intervención alguna en el genoma humano si no es con fines preventivos, terapéuticos o diagnósticos, y a condición de que no tenga por objeto introducir ninguna modificación en el genoma de la descendencia». En el presente caso no se trata de utilizar la modificación genética para beneficio del embrión. Ni siquiera se pretende conservar su vida. Pero además, se abre el camino a la modificación genética en la línea germinal. El antecedente de unos investigadores chinos en el verano de 2015 causó un gran debate precisamente por lo precipitado de la utilización de esta técnica en embriones, que aun no han desarrollado la línea germinal. El riesgo es que si siguieran adelante en su desarrollo estos embriones podrían quedar afectados en algún gen o sistema regulador de la expresión génica, con consecuencias negativas, no tanto para el individuo adulto que se desarrollara a partir de ellos, como de sus descendientes de futuras generaciones. Por ello está prohibido este tipo de investigaciones en la línea germinal en los países más desarrollados, entre ellos España. Por sus potenciales consecuencias hacia futuras generaciones.
5ª.- Es un paso más para quienes pretenden aplicar las técnicas de ingeniería genética con fines de “mejoramiento” de la especie humana. ¿Quién detendrá a quienes no pretendan corregir una patología o curar una enfermedad, sino cambiar algún rasgo físico dependiente de los genes? Este es otro debate que queda pendiente pero del que habrá que empezar a preocuparse.