La batalla cultural es la madre de todas las batallas.
La batalla cultural es la madre de todas las batallas.

Siempre digo que hay gente que todavía no se entera de la película. Han debido de quedarse en el aseo remoloneando y se han perdido toda la trama argumental. El otro día tuve una conversación de besugos con un sabio amigo a propósito de mi presencia en el comité editorial de una revista académica. «Cómo puede ser que estés ahí si son tradicionalistas y tú eres liberal», me decía. No con ánimo envidioso o malicioso, sino de extrañeza. Estaba siendo pasto de las llamas identitarias, ideológicas. Ese fuego irracional que tiende a reducir la personalidad a un mero algoritmo o aspectos conmutables en el diagrama de Nolan.

Hacen el mismo daño las políticas identitarias que los rictus ideológicos. Ambos polarizan el ambiente dividiendo a la ciudadanía. Simplifican el sentido antropológico del hombre basándose en meras etiquetas, impresiones. Encarcelan al cuerpo en un gueto cognitivo e intolerante, atormentando el alma con el odio a lo diferente.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Todo lo que no sea dar la batalla cultural fuera de esos marcos mentales tradicionales supone perder el tiempo. Lo es porque en este mundo en el que vivimos no está en juego la economía o algunos temas que antes eran fundamentales pero que ahora han deconstruido en baladíes, si no mucho más.

La forma de ver la vida, la moral. Ahondar en el relativismo existencial o por el contrario recuperar la primacía del derecho natural sobre el derecho positivo y derogar las leyes pervertidas. Normas que no se podrán cambiar sin un trabajo de proselitismo previo. Eso es lo que de verdad importa. Las antiguas polaridades de liberalismo/socialismo o izquierda/derecha ya no sirven para explicar la realidad. Ahora están aquellos que menosprecian la moral y gobiernan con nulos ideales frente a los idealistas que anhelan dejar una sociedad mejor para sus hijos.

No hay más. Esa es la razón por la que hoy en día permanecen en el mismo barco personajes antagónicos como Félix Ovejero, Miguel Ángel Quintana Paz, Fernando Savater o Cayetana Álvarez de Toledo. Esta última precisamente suele criticar la renuncia de la mayoría de los partidos a liderar la sociedad e implantar sus tesis en ella. Más bien es la sociedad anestesiada y sin moral, la que impone sus gustos sin que exista coto legislativo por meros interés electorales.

Todos los que estamos en esta batalla cultural no debemos votar a partidos que hayan renunciado a la lucha de sus ideas frente a la amoralidad equivocada imperante.

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