Fray Reginaldo Hernández, mártir de la fe en el 36
Fray Reginaldo Hernández, mártir de la fe en el 36

Una de las páginas más gloriosas de la historia del catolicismo fue escrita con sangre y su autor fue el pueblo mexicano al cual no le importó exponerse a perderlo todo con tal de practicar con libertad la Fe recibida en el Bautismo.

Esa página en la que desfilan héroes y santos fue la Cristiada y tuvo como escenario las fértiles tierras del centro de México que corresponden a los estados de Jalisco, Guanajuato y Michoacán.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.

Suscríbete ahora

Uno de los estados que mayor número de héroes de la Cristiada ha dado, así como de santos canonizados es Jalisco y, dentro de Jalisco, la región de los Altos, en donde el patronímico que distingue a sus habitantes es el de alteños.

En la región de los Altos jamás se dio el mestizaje, razón por la cual no se dio la mezcla de sangre, siendo sus habitantes descendientes directos de los españoles que la colonizaron.

Los alteños suelen ser de una pieza, profundamente religiosos, trabajadores, valientes, para ellos la palabra dada tiene más valor que una escritura notarial y ¡muy importante! Amigos de ser dueños de hecho de aquello que les corresponde por derecho.

Pues bien, en la parroquia alteña de San Miguel el Alto, en el hogar de Aniceto y Vicenta, el 7 de enero de 1909, vino al mundo el protagonista de la historia que hoy contamos: Luciano Hernández Ramírez. 

Como era de esperarse, el niño se forma en medio de un ambiente de austeridad y misticismo; razón por la cual al llegar a la adolescencia mostró señales de vocación religiosa, estudiando primero en el seminario diocesano de Guadalajara y, posteriormente, en el de San Juan de los Lagos.

Debido a que por órdenes del dictador Plutarco Elías Calles (asesino del beato Miguel Agustín Pro) el seminario fue confiscado, el joven seminarista abandonó su patria para dirigirse a España en donde habría de ser admitido en la Orden de los Predicadores.

Fue en Corias (Asturias) donde el 17 de agosto de 1927, con apenas dieciocho años de edad, pasó a formar parte de los frailes dominicos de hábito blanco y negra capa.

A partir de ese momento, cambió de nombre. En lo sucesivo habría de ser conocido como Fray Reginaldo.

Por aquellos años, arreciaba en México la persecución contra la Iglesia, la cual fue causa directa de la guerra cristera.

Es muy probable que Fray Reginaldo haya sentido una muy peculiar desazón al ver como sus paisanos alteños luchaban y se santificaban defendiendo la Fe mientras él permanecía lejos de su patria cuando hubiera deseado atender espiritualmente a los cristeros.

¡Cuánto habrá deseado Fray Reginaldo estar en su querido México y ganar allí la palma del martirio!

La guerra cristera termina en 1929 con lo cual los enemigos de la Iglesia cambian de táctica: Ya no más persecuciones frontales que produzcan mártires. Nada de eso. En lo sucesivo se implantaría un “modus vivendi” que, al descristianizar a la sociedad acabaría produciendo mártires.

Más que cerrar los templos, el Sistema se las arreglaría para que, aunque las puertas estuviesen abiertas, los templos permaneciesen vacíos.

De todo esto se enteraba Fray Reginaldo mientras superaba brillantemente sus estudios sacerdotales.

El 10 de junio de 1933, el obispo de Ávila, Enrique Pla y Daniel lo ordena sacerdote.

Quizás en esos momentos haya pensado Fray Reginaldo:

Dios no quiso que fuera mártir en México. Dios me salvó la vida trayéndome a España. Quizás el plan de Dios sea que regrese a San Miguel el Alto y allí pueda hacer mucho bien a mis paisanos”

El dominico alteño estudia también en Salamanca y, tomando en cuenta su gran capacidad intelectual, sus superiores lo envían a estudiar Derecho Civil en la Universidad Central de Madrid.

Eran aquellos años los tiempos turbulentos de la II República Española que, al igual que Calles en México, se caracterizó por un odio feroz contra la Iglesia.

A raíz del Alzamiento Nacional (18 de julio de 1936) estalla una terrible guerra civil que habría de ensangrentar al país durante tres difíciles años.

Temiendo lo peor, los dominicos del convento madrileño de Santo Domingo el Real, donde vive Fray Reginaldo, disuelven su comunidad.

Viendo como la situación se vuelve peligrosa y tomando en cuenta su nacionalidad mexicana, Fray Reginaldo toca a las puertas de la Embajada de México pidiendo auxilio.

Los funcionarios, cumpliendo órdenes del embajador mexicano Manuel Pérez Treviño, le recogen sus libros y pertenencias personales, pero se niegan a recibirlo alegando que se trata de un fraile.

Se refugia entonces con una familia que le recibe generosamente pero, debido a la delación de algún traidor y temiendo comprometer a sus benefactores, Fray Reginaldo se entrega voluntariamente.

De nada sirvió que se le dijera a sus captores que se trataba de un ciudadano mexicano, como tampoco de nada sirvió que se diera aviso a la embajada informándoles del atropello que se estaba cometiendo.

El Padre Reginaldo fue llevado a la Checa de la calle de Lista, que estaba instalada en el convento de las jerónimas y por la noche corrió la noticia de que había sido fusilado. Era el 13 de agosto de 1936.

Los planes de Dios se habían cumplido siguiendo otros caminos: El martirio de Luciano no consiguió en México durante la Cristiada acabó consiguiéndolo Fray Reginaldo durante la persecución religiosa del 36.

Y fue así como Fray Reginaldo abandonó la heroica tierra de los Altos de Jalisco para acabar santificándose en la también heroica tierra de sus antepasados españoles.

Muchísimos años después, el 28 de octubre de 2007, el Papa Benedicto XVI beatificaba en Roma a 496 mártires, entre ellos a Fray Luciano Reginaldo.

Comentarios

Comentarios

Abogado, historiador y periodista. Editorialista de el Heraldo de México (1973-2003). Colaborador de varias revistas mexicanas y españolas. Corresponsal en México de la revista Iglesia-Mundo (1981-1994). Autor de 'La cruzada que forjó una patria' (1976); 'Forjadores de México' (1983); 'Los mitos del Bicentenario' (2010) e 'Isabel la Católica. Su legado para México (2013).