El tema del inicio de la vida vuelve a ser trascendental en las elecciones presidenciales de EE.UU. Después de que Robert Kennedy Jr. renunciara a su propia campaña como independiente y endosara a Trump sus votos la carrera electoral se juega solo entre dos opciones: Donald Trump o Kamala Harris.
A pesar de ser un escenario así de claro, algunos líderes pro vida están pidiendo a sus bases no votar por Trump debido a unas declaraciones recientes del candidato que, ciertamente, van en contra de los principios provida. Parece que no comprenden que no apoyar a Trump equivale a apoyar un futuro gobierno de Kamala Harris. Ahora mismo, no hay otra opción.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraTrump ha dicho que apoya la salud reproductiva y la fecundación artificial, y que no impondría una prohibición del aborto a nivel nacional. La primera reacción de algunos líderes provida, al no comprender la coyuntura, ha sido tomar una posición extrema y llamar a no votar a un candidato que catalogan como “no pro-vida”.
Ciertamente los pro-vida creemos en la santidad de la vida desde el momento mismo de la concepción y luchamos por su respeto y protección. Por supuesto que condenamos la manipulación y destrucción de embriones que se produce en las técnicas de reproducción asistida. No tenemos dudas de que los “derechos reproductivos” es un eufemismo usado para referirse al aborto. Y también somos conscientes que siempre debemos buscar ir contra de quienes promocionan estas cosas, tanto por seguir nuestra conciencia como por aportar lo mejor que podemos dar a la sociedad.
Pero, en esta coyuntura concreta, resulta un grosero error político sugerir a los militantes pro vida que deberían abstenerse de votar ya que ni Trump ni Harris “defienden los principios pro vida”.
Tal vez no se den cuenta, pero le están regalando un poderoso relato político a Kamala y los abortistas que la apoyan. Sin duda, CNN y otros aliados mediáticos de la actual Administración Biden-Harris aprovecharán para invitar a estos voceros pro vida que piden no votar por Trump. Ahora les darán todos los espacios que no les dieron para defender a los niños por nacer, porque se han convertido en munición para atacar a Trump.
Estos promotores del aborto se han dado cuenta que sus posibilidades de ganar pasan, en parte, por tener un pueblo pro vida desmotivado que crea que hace algo bueno al no votar a Trump. Muchos creerán que basta con no votar tampoco a Kamala, pero esto no es realmente así.
En un sistema tan polarizado, cuando no puedes convencer a alguien de que te vote, lo siguiente que buscarás es hacer que no vote a tu adversario. Si los pro vida no votan a Trump, le están dando a Kamala Harris muchas más oportunidades de que gane en noviembre.
A dos meses de las elecciones están en juego, entre otras cosas, la vida de millones de niños por nacer dentro y fuera de EE.UU. El presidente electo en la próxima elección decidirá la política interna y externa relacionada con el aborto. Y ese presidente solo puede ser Trump, con todo y sus falencias en este campo, o Kamala Harris, una furiosa militante de la causa pro aborto. No hay más.
Es decir, si se entiende que esta elección solamente tiene dos opciones, la cuestión se reduce a pensar con cuál gobierno le irá mejor al movimiento provida, con cuál de los dos candidatos se podrá lograr el mayor bien posible para los niños por nacer.
No es necesario ser muy perspicaz para darse una idea de cómo sería un gobierno de Kamala Harris en relación al aborto, ya que su agenda siempre fue pública y notoria. Si ella llega al poder buscará que el aborto a demanda sea ley nacional. Por la idea que tiene de “derecho al aborto”, este se podría ejercer hasta el nacimiento o incluso después del nacimiento, en cuyo caso, no se le daría atención a aquellos niños que sobrevivan a un procedimiento abortivo. También buscará aumentar el número de miembros de la Corte Suprema para lograr una mayoría de jueces progresistas que cambien muchas leyes, incluyendo la restitución de la sentencia Roe vs. Wade. El movimiento pro vida se tardó 52 años en lograr revertir ese fallo tan nefasto. Hoy podríamos estar a dos meses de perder lo que han conseguido gracias a Trump.
Fuera de las fronteras de EE.UU. su política y los dólares de los contribuyentes norteamericanos seguirían promoviendo el aborto como un “derecho humano” a través de la cooperación internacional de USAID y de sus funcionarios en la ONU y otros organismos internacionales.
En cambio, si Trump sale elegido, habrá espacio para dialogar y colaborar con su gobierno. Aunque no sea de nuestro agrado la reciente retórica electoral de los republicanos, sabemos muy bien que los promotores del aborto detestan a Trump y se alejarán de su gobierno desde el minuto cero, como ya pasó en 2016.
Ahora bien, pasado el impacto negativo de escuchar a Trump decir esas desafortunadas palabras, es un buen momento para hacer autocrítica. Mi experiencia me dice que el discurso de un candidato a la presidencia es el termómetro de cuánto una causa influye en el ámbito político. El político que se presenta a presidente suele ser pragmático, por lo que intenta leer la manera de captar la mayor cantidad de votos para ganar la contienda.
Trump es bastante pragmático. Que haya hablado como habló debe ser ocasión para que el movimiento pro vida haga un auto análisis de su reciente desempeño político. Un mensaje que estaría enviando Trump es que los provida de EE.UU. no lo han hecho tan bien como en el 2016, cuando su programa de gobierno era 100% provida.
Parece que, luego de la sentencia Dobbs, el movimiento se ha “dormido en sus laureles”. Una triste prueba de esto es que se han perdido los referéndums sobre el aborto que se votaron en algunos de los Estados. Si somos humildes deberíamos aceptar, como hermanos pro vida, que quizás el problema somos nosotros.
Una victoria de Trump en noviembre podría darle al movimiento pro vida 4 años de nuevas posibilidades para un trabajo productivo y nuevos logros. Ciertamente Trump no es el perfecto pro vida que algunos pensaban, pero todo indica que su actitud sigue siendo positiva para nuestra causa. Hasta ahora sigue siendo el presidente que tiene los logros pro vida más contundentes en la historia reciente de EE.UU. y sigue siendo el enemigo que la industria del aborto más odia. Sin duda alguna, podría ser más decidido y más claro, pero eso dependerá en buena cuenta de las decisiones que los líderes pro vida tomen en este momento.
Ya lo lograron en el 2016 y Trump fue el primer presidente que habló en la Marcha por la Vida en Washington, D.C., el que tuvo a muchos pro vida en altos cargos y el que implementó una serie de políticas pro vida tanto en casa como en el extranjero. Fue el presidente cuyas nominaciones a la Corte Suprema hicieron posible que se revocara Roe vs. Wade, triunfo histórico que tan solo unos años antes solamente figuraba entre los sueños del más entusiasta de los militantes provida. Y ese logro produjo un resultado concreto: el gobierno federal, aun con Biden en la presidencia, ya no puede obligar a los Estados a permitir que las madres asesinen a sus hijos. Y 22 de esos Estados tienen prohibiciones parciales o completas en vigor.
En términos prácticos, la ecuación política de esta elección es clara: atacar a Trump tan cerca de las elecciones resta a la causa pro vida, desmoraliza a las bases electorales y brinda narrativa a la oposición. Es decir, colabora con las probabilidades de que Kamala Harris salga electa.
Habrá que hacer un esfuerzo extra para que Trump no se desvíe de la senda pro vida, pero no votar por él, ahora mismo, no es la mejor fórmula para lograrlo.
Carlos Polo y Carlos Beltramo son directores del Population Research Institute para las oficinas de Iberoamérica y Europa respectivamente.