La pesadilla de tener a un individuo como Pablo Iglesias en la política española ha llegado a su fin. Naturalmente, con su salida -o más bien huída- no se resuelven nuestros problemas, pero desde luego es una alegría, un triunfo de la decencia, el sentido común y la democracia.
¿Cómo no vamos a estar de enhorabuena si nos hemos librado de un tipo que llegó a vicepresidente de Gobierno -ni en el mejor de sus sueños- de carambola y se ha visto varias temporadas de varias series de Netflix mientras nuestros mayores morían por Covid a millares en las residencias de las que era responsable?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSin contar, por supuesto, que el marqués de Galapagar representa ideológicamente lo peor que le ha pasado a nuestra Patria desde el Frente Popular: amigo de Bildu y masajeador de etarras. Defensor del comunismo stalinista más criminal y rancio. Manipulador y embustero que ha engañado a la “gente” que se creyó su esperanzador discurso. Aprovechado y nuevo rico que llegó a la política con una mano delante y otra detrás y ha salido de la escena montado en el dólar. Matón de barrio protegido por mamporreros con graves delitos a sus espaldas. Contador de increíbles historias de amenazas con balas que, misteriosamente, no se han investigado.
Los españoles, y en particular los madrileños, hemos conseguido juntos que se haya ido el Coletas como si fuera un roedor perseguido por una escoba
En realidad, de Pablo Iglesias se podía decir lo que gritaban los republicanos en 1931 del rey Alfonso XIII: “No se ha ido, lo hemos echado”. Que cruel es la historia, Pablito. Y es que, efectivamente, al señor de Galapagar lo hemos puesto los españoles de patitas en la calle. Algún día esperamos conocer por qué salió del Gobierno. Porque, hasta ahora, sólo ha habido especulaciones y la propia versión de Pablo Iglesias que, por supuesto, no se corresponde con la realidad. Sus discrepancias con ministras como la titular de Defensa, Margarita Robles, o la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, no son un secreto. Pero seguro que hay más detalles que algún día saldrán a la luz.
Se ha dicho también que las dos candidatas del centro-derecha en las elecciones autonómicas de Madrid también lo han echado. Ciertamente, Rocío Monasterio lo expulsó del debate de la SER y la abrumadora victoria de Isabel Díaz Ayuso le ha obligado a marcharse. Teóricamente, porque antes de las elecciones ya supimos que el padre de los hijos de Irene Montero estaba negociando incorporarse a un proyecto audiovisual de extrema izquierda.
En definitiva, los españoles, y en particular los madrileños, hemos conseguido juntos que se haya ido el Coletas como si fuera un roedor perseguido por una escoba.
Pero hay una historia que quiero compartir con ustedes. La asociación HazteOir.org no sólo ha contribuido a que Iglesias se vaya a su casoplón de La Navata o a hacer la revolución a América. Esta entidad cívica anticipó o profetizó o, como decía mi madre, “le puso la proa”, es decir marcó la hoja de ruta para la huida del hasta ahora líder de Podemos.
Los españoles nos encontrábamos ante una gran oportunidad: “cavar su tumba política”
En primer lugar, HazteOir.org difundió masivamente, desde el 2 de abril, miles de pegatinas en las que se veía a un joven trabajador (donde las dan las toman, Pablo) pintando con un rodillo la cara del Coletas a gran tamaño. Y una sola frase que no necesitaba explicación: “Llegó la hora”.
Unos días después la organización que preside Ignacio Arsuaga creó la web ‘Llegó la hora’ que recopila los motivos por los que los españoles nos encontrábamos ante una gran oportunidad: “cavar su tumba política”.
Las pegatinas distribuídas de forma masiva, dieron paso a una nueva iniciativa: llevar los carteles ‘Llegó la hora’ al Metro de Madrid. Y las estaciones de las más importantes líneas del suburbano se llenaron de la cara de Iglesias tapada por un muchacho. Otro mensaje para el aristócrata de Galapagar: en el metro viaja “la gente” a la que apelaba Iglesias en sus primeros tiempos. La misma gente que le votaba y que ha dejado de hacerlo.
Pero no había acabado la campaña ‘Llegó la hora’. Todavía quedaban algunas sorpresas. HazteOir.org se había propuesto hacer todo lo posible por cumplir el deseo de millones de españoles: mandar lo más lejos posible al vicepresidente del Gobierno de Sánchez. Y así llegaron los camiones ‘Llegó la hora’ con los que tres vehículos pasearon la profética imagen por las calles de Madrid durante ocho días, ocho horas. Visitando a Iglesias en los mítines de Podemos y recorriendo la calle Francisco Villaespesa, en el distrito de Ciudad Lineal de Madrid, en la que se encuentra la nueva y flamante sede de la formación morada.
Y ya en vísperas del 4M, día de las elecciones autonómicas de Madrid, llegó el remate: un grupo de voluntarios de HazteOir.org se plantó en la mismísima calle Francisco Villaespesa para decorarla con carteles y pegatinas. Y la dejó nueva como se aprecia en las imágenes.
Cuando Pablo Iglesias nos regaló su numerito de la cabra al filo de la medianoche del 4 de mayo, mientras me comía de forma imaginaria una gran bolsa de palomitas, tuve la certeza de que la campaña ‘Llegó la hora’ de HazteOir.org había tenido efecto. Unas cuantas piedras para allanar el camino de su salida. Sobre todo, cuando se lamentó de su suerte afirmando que se le había convertido en un «chivo expiatorio» que moviliza «los afectos más oscuros, más contrarios a la democracia y a los servicios públicos». Y no digamos cuando, casi haciendo pucheros, denunció que durante la campaña electoral había sufrido «una agresividad sin precedentes» acusando directamente a «la ultraderecha».
En ese punto de la perorata nocturna del (entonces) Coletas me dí cuenta de que no estaba comiendo palomitas, que no estaba en una sala oscura de cine y que lo habíamos echado. Y me fui a la cama.