
No creo haber escrito nunca a favor de ningún político. No me identifico con la mayoría social que sigue, aplaude y pone sus esperanzas en unos personajes que se sirven de la Política porque no sirven para otra cosa. La clase de personajes políticos a los que me refiero son todos esos que prometen arreglar el paro de una nación, cuando no han dado un puesto de trabajo a nadie; los que aumentan los impuestos con pretextos sociales y tienen familiares cobrando sueldos del Erario Público (a la vez que residiendo fiscalmente en países donde se tributa menos que en España), los que hacen bandera de ideas como el feminismo y luego se van de putas, aprueban leyes que ponen violadores en la calle, o les parece que el único negocio capitalista en el que no cabe injerencia es el del aborto de seres humanos; son esos que, también, ponen etarras en la calle por no leerse un papel en el Congreso. Pongo ejemplos con los que podemos identificar a distintos políticos de la “izquierda” y la “derecha” de este País. Con ello, contextualizo el entorno en el que aparece Doña Isabel Díaz Ayudo. Un entorno partitocrático, donde el nepotismo suplanta al mérito, el peloteo y la adulación a la honestidad y la intriga al trabajo, dando ocasión a que nos gobiernen los peores.
Así que, de la misma manera que llama la atención ver crecer un árbol hermoso en un estercolero, así sorprende la maduración política de Doña Isabel Díaz Ayuso. Es una política inesperada. En este sentido, si, como Plutarco, describiera una personalidad política paralela a la de ella, usando la característica de lo “inesperado”, elegiría la personalidad política de Don Volodímir Zelenski. Nadie podía esperar que, en un contexto como el español – dominado por el nepotismo partitocrático-, apareciera una personalidad como la de Doña Isabel Díaz Ayuso, de la misma manera que resultaba inverosímil que un actor fuera a revelarse como un dirigente tan capaz en el momento más oscuro del s. XXI para Ucrania.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEs responsable Doña Isabel Díaz Ayuso de que haya abandonado mi buena costumbre de no votar y alentar a que no se vote en un sistema de partidos como el español. Sólo un iluso puede pensar que esta eligiendo a “alguien” para que le gobierne, cuando la lista de candidatos que introduce en la papeleta se la han escrito los gerifaltes de los partidos políticos. Pero, bueno, sí, lo hice, reconozco mi culpa y que la tentación de confiar en un político vino de Doña Isabel Díaz Ayuso. En mi descargo diré que lo hice tapándome la nariz cuando cogí la “papeleta” con los nombres de los “elegidos” por la dirección del Partido Popular (torpe e imbécil ciudadano que no sabe valorar qué persona puede ser mejor para que le gobierne). Hoy sé, permítaseme la digresión, de dónde venía el mal olor. En esa lista de “elegidos” estaban esos tres diputados (que siguen sin dimitir) que, por no leerse un papel, han facilitado la reducción de penas a los etarras. Pero, como digo, en aquel momento, pesaba mucho en mi ánimo el buen ejemplo de Doña Isabel Díaz Ayudo. La había visto resistirse a que la difamación – alentada y utilizada por personas de su Partido -, la pusiera en entredicho y acabara con la reputación de su familia; se había opuesto a que a los madrileños se nos encerrase como a conejos con un decretazo inconstitucional; impidió e impide que el discurso disparatado del “interés general”, la “política social”, los “derechos sociales” de la izquierda – y de buena parte de su Partido -, arrample con la propiedad privada, la riqueza, la libertad de las personas y las empresas; opone al feminismo de cuotas, un feminismo de capacidad y trabajo… Y en esta semana es la única dirigente autonómica de su Partido que no ha querido blanquear, condescender y reunirse con la persona que va a hacer que Madrid (y el resto de las comunidades autónomas) pague el precio que los políticos amnistiados han puesto para que el susodicho siga en la poltrona, haciendo la política del escándalo: tapando el disparate de ayer con el mayor de hoy.
La maduración política de Doña Isabel Díaz Ayuso la ha llevado a desbordar totalmente a su Partido y a la “izquierda” (perdón por la redundancia). Ha conseguido algo que creo casi épico. En efecto, porque ha logrado rentabilizar las difamaciones de la “izquierda” y los gestos condescendientes de muchos de sus “compañeros” de Partido. Carece del más mínimo sentido que hoy se empeñe el Sr. Sánchez en hurgar en el orgullo de partido del. Sr. Feijóo para que éste ponga en entredicho a Doña Isabel Díaz Ayuso. Lo que el “puto amo” – palabras de Oscar Puente respecto de Pedro Sánchez – hace con los súbditos del PSOE, no cabe con Doña Isabel Díaz Ayuso. El Sr. Feijóo y sus “elegidos” saben que el día éste salió al balcón de Génova para recibir el aplauso de sus simpatizantes por haber ganado las últimas elecciones generales, lo que allí se escuchaba era: “¡Ayuso!”, “¡Ayuso!”…
Hoy en día, Doña Isabel Díaz Ayuso no tiene que rendir pleitesía a nadie porque, sencillamente, hay una inmensa mayoría de personas que la aprecian como política y cada acometida de sus enemigos declarados (y de partido) aumenta su dividendo electoral. En fin, el dedazo del “puto amo” con ella no vale.
He pensado en cuál puede ser la clave para entender la personalidad política de personas como Doña Isabel Ayuso y Don Volodímir Zelenski. Al final, creo que el “quid” que explica a los dos es bastante sencillo. Los dos son personas normales. No son personas pretenciosas, son emocionales, son conscientes de sus limitaciones, tienen conciencia y vergüenza, no mienten prometiendo arreglar el mundo o procurando la paz mundial. Por ello, en el caso concreto de Doña Isabel Díaz Ayuso, sus políticas no están en la dirección de hacerla aparecer como la salvadora y protagonista de la prosperidad social. Al contrario, el camino de sus políticas es el de convertir en actor y estrella del progreso a las personas que se juegan su dinero constituyendo una empresa nueva, de quienes se levantan cada mañana a abrir su negocio, de quienes estudian y se sacrifican para ser buenos profesionales, de quienes educan cada día a sus hijos… Unas políticas de esta clase, naturalmente, están en las antípodas de subvencionar y pagar por la aquiescencia, la simpatía y el servilismo político. Son políticas dignas, sustentadas en principios morales con consecuencias sociales muy claras. Esperan del ser humano que aporte lo mejor de sí mismo, así que no insensibilizan u obstaculizan la capacidad individual con subvenciones, puestos públicos y regulaciones. Y, así, de estas políticas resulta una aplicación inmediata y concreta del principio ético que debe regir la acción política en la sociedad, a saber, el principio de subsidiariedad de la acción pública con respecto a la privada. Principio subrayado y defendido por autores tan antiguos como San Agustín y tan modernos como el premio Nobel Friedrich Hayek.
Así que, lo único que tiene que seguir haciendo Doña Isabel Díaz Ayuso para no depender de ningún “puto amo” y que se la vote (aunque tenga que ser tapándonos la nariz mientras “lista” de elegidos de la papeleta siga siendo cerrada), es ser como es (normal). Confiar, como hace, en obviedades como la que un tabernero o un tendero sabe de empleo mucho más que ella y, por lo tanto, hay que dejarle hacer. Los ciudadanos normales que trabajan todos los días no son idiotas y no se equivocan cuando, pese a toda la marabunta de ataques contra Doña Isabel Díaz Ayuso, elección tras elección, aumenta el número de quienes gritan: “¡Ayuso!”, “¡Ayuso!”…
Emilio Eiranova Encinas. Abogado. Profesor universitario.