El asesor del presidente es muy partidario de esta serie, sucia como la política misma, pero no tan sucia como la vida misma. El problema de la política y de la vida es que son de verdad y pasan en este mundo real en que habitamos. Las series son una fábula, ingeniosa o no; leyendas, por así decir. Y ya se sabemos que, como mucho, las leyendas son solo la poesía de la Historia.
Pero Ivan Redondo no es un poeta. Ningún poeta puede resistir el fétido hedor del poder político y periodístico. Los poetas que lo han intentado han sido asesinados, como José Antonio, o se han golpeado como David Gistau. La mierda solo se soporta con alcohol, drogas y mujeres, como todo el mundo sabe. Los menos poetas, los calculadores, los maquiavélicos, los que aman el poder, no necesitan copas ni fulanas. Y sobreviven durante una temporadita antes de llegar a la sombra del infierno. Los poetas, como Gistau, tienen que emigrar. Si no lo hacen, mueren.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraFíjense en Delibes o en Cela, tan lejos de este Madrid que devora a sus hijos más brillantes. Descanse en Paz, David, que hizo honor a su nombre. Sí, lo hizo.
Bien, estos sentimentalismos no gustan a Iván Redondo, ni a Sánchez, ni a Iglesias. A Rajoy, menos, claro. (Un gallego es un ser de otro planeta, en general). Nada que no sea útil para la trama de la serie gusta a Redondo. El desenlace es fácil reconocerlo: está ya escrito y solo cabe ampliar el poder hasta límites diabólicos, lo que significa siempre que habrá sangre. Mucha.
Sangre real en la vida real.
El soldado americano con un trauma porque le parecía que matar iraquíes era como estar en un videojuego.
– Are they really dead? Really dead?
Muertos de verdad, claro que sí, muchacho. El «joystick» es el mismo, chaval, pero la sangre no mana de tu pantalla sino del árabe destrozado, de su mujer y de sus tres hijos. Really.
Las tácticas de Redondo, que no estrategias -Ivan Redondo es bueno en la táctica y, desgraciadamente para España, muy malo en la estrategia-, funcionan en su pantalla. En la vida real, de inicio, también funcionan. Pero, de seguir así, la sangre manará de esta vieja piel de toro a raudales.
No se puede utilizar tácticamente la fe católica de millones de españoles; ni el sentimiento patrio; ni la memoria de los héroes y de los mártires.
Abrir la brecha de las dos Españas es una táctica suicida, Redondo. Sobre todo si esconde lo que tú crees que es importante y no nos cuentas.
Te acuso, pues, para terminar de que serás culpable de la sangre que se derrame.
El español es paciente hasta que deja de serlo. Y cuando deja de serlo, la guerra y la muerte le importan lo que a tí la dignidad, el honor y la decencia: nada.
Lee Historia y deja las series, muchacho.